// Acontecimiento sucecido en la sala de rol del templo. Os animo a uniros //

Kazuo escuchó las palabras con un impacto que resonó en lo más profundo de su ser: "Eres malo". Nunca antes había sido acusado de algo semejante. Como un kitsune zenko, había dedicado su existencia a guiar y proteger, a actuar con sabiduría, honor y humildad. Siempre había confiado en la pureza de sus intenciones y en la rectitud de sus acciones. Pero ahora, por primera vez, comenzaba a dudar de la autenticidad de su espíritu.

Kazuo había actuado como le dictaba su conciencia, seguro de estar haciendo lo correcto. No había en su corazón ni un rastro de malicia; todo lo que hizo fue con la intención de ayudar. Sin embargo, el resultado fue doloroso para otro, y ahora enfrentaba no solo la reacción de la víctima, sino también la condena implacable de un testigo. "Eres malo". Esa sentencia lo dejó paralizado, obligándolo a mirar hacia dentro de sí mismo con una nueva y dolorosa perspectiva.

¿Podía un solo error poner en duda todo lo que él era? ¿Podía la bondad que siempre había cultivado ser cuestionada por un acto que, aunque no intencionado, causó daño? Kazuo comenzó a preguntarse si realmente había entendido lo que significaba ser puro de espíritu. ¿Había, en su confianza en su propia percepción, una ceguera hacia la posibilidad de errar, hacia el daño que podía causar sin quererlo?

Esa duda se aferró a él, sembrando una inquietud desconocida en su corazón. Kazuo comprendió que, aunque sus intenciones habían sido nobles, eso no lo eximía de la responsabilidad de sus acciones. No era malo, pero tampoco era perfecto. Este juicio, aunque doloroso, lo llevó a una reflexión profunda: la verdadera pureza no radica en la infalibilidad, sino en la capacidad de reconocer las propias fallas, de aprender de ellas y de seguir adelante con mayor humildad y conciencia.
// Acontecimiento sucecido en la sala de rol del templo. Os animo a uniros ❤️⛩️// Kazuo escuchó las palabras con un impacto que resonó en lo más profundo de su ser: "Eres malo". Nunca antes había sido acusado de algo semejante. Como un kitsune zenko, había dedicado su existencia a guiar y proteger, a actuar con sabiduría, honor y humildad. Siempre había confiado en la pureza de sus intenciones y en la rectitud de sus acciones. Pero ahora, por primera vez, comenzaba a dudar de la autenticidad de su espíritu. Kazuo había actuado como le dictaba su conciencia, seguro de estar haciendo lo correcto. No había en su corazón ni un rastro de malicia; todo lo que hizo fue con la intención de ayudar. Sin embargo, el resultado fue doloroso para otro, y ahora enfrentaba no solo la reacción de la víctima, sino también la condena implacable de un testigo. "Eres malo". Esa sentencia lo dejó paralizado, obligándolo a mirar hacia dentro de sí mismo con una nueva y dolorosa perspectiva. ¿Podía un solo error poner en duda todo lo que él era? ¿Podía la bondad que siempre había cultivado ser cuestionada por un acto que, aunque no intencionado, causó daño? Kazuo comenzó a preguntarse si realmente había entendido lo que significaba ser puro de espíritu. ¿Había, en su confianza en su propia percepción, una ceguera hacia la posibilidad de errar, hacia el daño que podía causar sin quererlo? Esa duda se aferró a él, sembrando una inquietud desconocida en su corazón. Kazuo comprendió que, aunque sus intenciones habían sido nobles, eso no lo eximía de la responsabilidad de sus acciones. No era malo, pero tampoco era perfecto. Este juicio, aunque doloroso, lo llevó a una reflexión profunda: la verdadera pureza no radica en la infalibilidad, sino en la capacidad de reconocer las propias fallas, de aprender de ellas y de seguir adelante con mayor humildad y conciencia.
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