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Categoría Ciencia ficción
Ayla Klein

┉┅━━━┅┉

Lo recuerdo de manera vívida. Ese momento en que las noticias en la tele, en cada comunicador, en cada holograma, anunció con desesperación la desestabilización del mundo. Justo antes de quedar completamente incomunicados, a ciegas.

Mi hermano y yo siempre pensamos que algún día iba a ocurrir, una invasión. Pero nunca creímos que sería tan aterrador. Éramos niños, por supuesto que no íbamos a imaginar nada malo. Estuvimos muy equivocados.

Una inmensa nave se hizo presente, de la nada, sobre el cielo. Era tan grande que oscureció todo, el sol desapareció. Y desde ahí cayeron criaturas, los extraterrestres, los demonios.

Gritos, explosiones, gruñidos, y mucho más se escuchó afuera mientras que mi familia se resguardó dentro de casa. De nada sirvió, cabe decir, y aunque mi hermano y yo logramos sobrevivir porque nos ocultamos en el sótano a tiempo, no ocurrió lo mismo con nuestros padres.

Estuvimos encerrados ahí abajo por mucho tiempo. Estábamos aterrados de salir y que una de esas cosas nos viera. Solo lo hicimos cuando el hambre era tal que podríamos comernos nuestra propia carne.

Todo estaba destruido, ya ni siquiera había un solo sonido. La nave desapareció también, pero el ambiente era ta oscuro y lúgubre como cuando la vimos en el cielo.

El panorama de toda la sangre, los cuerpos, las vísceras por doquier, era una vista que ningún niño debería presenciar nunca. Recuerdo que mis padres tenían sus rostros petrificados en expresiones de puro de terror, con los ojos casi desorbitados y sus bocas más abiertas de lo que los músculos faciales permitían.

┉┅━━━┅┉

Un día llegó una nave, no sé cómo, pero nos encontraron. Militares que nos hicieron ir con ellos, dijeron que íbamos a estar a salvo y en buenas manos. Era la primera vez después de muchas semanas que veíamos a adultos con vida. Los seguimos sin pensarlo demasiado.

De esa manera llegamos al Domo. Una cúpula gigante que camuflaba la pequeña ciudad que había dentro para evitar que los demonios encontraran a los sobrevivientes. Una invención de Darien Asker, quien dio todo para que los que quedamos estuviéramos protegidos.

Llegamos a los laboratorios donde el mismísimo Asker nos dio la bienvenida y, con una sonrisa que parecía mostrar que nunca hubo ningún apocalipsis, nos guío hasta un gran comedor donde vimos otros niños. Todos huérfanos.

Nos dieron comida, nos ofrecieron duchas calientes y ropa cómoda. Allí mismo nos quedamos y, luego de unos días, Asker finalmente hizo un anuncio en la hora del almuerzo.

—Buen provecho, niños. Interrumpo un momento su comida para darles una pequeña noticia... Me complace hacerles saber que formarán parte de un proyecto. Ustedes serán el futuro de la humanidad, nos ayudarán a salir adelante, ¿qué me dicen? —éramos ilusos en ese entonces, creyendo que seríamos como superhéroes. Muchos aceptamos de inmediato sin saber que, para ser el futuro, deberíamos someternos a pruebas muy dolorosas.

Ahí mismo ví, entre varios de los demás niños, a una en particular que se mantuvo en silencio y con una mirada de desconfianza. A juzgar por su expresión no le gustó para nada esa idea, algo que no comprendí al principio.

┉┅━━━┅┉

Las pruebas comenzaron ese mismo día, primero con inyecciones que, según los doctores, "nos harían más fuertes".

A mí nunca me gustaron las agujas, así que fue una pelea para que pudieran sentarme.

—Ale, no seas llorón. —escuché a Elijah, mi hermano, hablar con una sonrisa. Él se lo pasaba en grande.

Estaba a punto de responderle cuando, de nuevo, vi a la niña, también siendo forzada para que pudieran darle la inyección, pero ella... ella era más salvaje y parecía que jamás iba a dar su brazo a torcer.
[aylaklein19] ┉┅━━━┅┉ Lo recuerdo de manera vívida. Ese momento en que las noticias en la tele, en cada comunicador, en cada holograma, anunció con desesperación la desestabilización del mundo. Justo antes de quedar completamente incomunicados, a ciegas. Mi hermano y yo siempre pensamos que algún día iba a ocurrir, una invasión. Pero nunca creímos que sería tan aterrador. Éramos niños, por supuesto que no íbamos a imaginar nada malo. Estuvimos muy equivocados. Una inmensa nave se hizo presente, de la nada, sobre el cielo. Era tan grande que oscureció todo, el sol desapareció. Y desde ahí cayeron criaturas, los extraterrestres, los demonios. Gritos, explosiones, gruñidos, y mucho más se escuchó afuera mientras que mi familia se resguardó dentro de casa. De nada sirvió, cabe decir, y aunque mi hermano y yo logramos sobrevivir porque nos ocultamos en el sótano a tiempo, no ocurrió lo mismo con nuestros padres. Estuvimos encerrados ahí abajo por mucho tiempo. Estábamos aterrados de salir y que una de esas cosas nos viera. Solo lo hicimos cuando el hambre era tal que podríamos comernos nuestra propia carne. Todo estaba destruido, ya ni siquiera había un solo sonido. La nave desapareció también, pero el ambiente era ta oscuro y lúgubre como cuando la vimos en el cielo. El panorama de toda la sangre, los cuerpos, las vísceras por doquier, era una vista que ningún niño debería presenciar nunca. Recuerdo que mis padres tenían sus rostros petrificados en expresiones de puro de terror, con los ojos casi desorbitados y sus bocas más abiertas de lo que los músculos faciales permitían. ┉┅━━━┅┉ Un día llegó una nave, no sé cómo, pero nos encontraron. Militares que nos hicieron ir con ellos, dijeron que íbamos a estar a salvo y en buenas manos. Era la primera vez después de muchas semanas que veíamos a adultos con vida. Los seguimos sin pensarlo demasiado. De esa manera llegamos al Domo. Una cúpula gigante que camuflaba la pequeña ciudad que había dentro para evitar que los demonios encontraran a los sobrevivientes. Una invención de Darien Asker, quien dio todo para que los que quedamos estuviéramos protegidos. Llegamos a los laboratorios donde el mismísimo Asker nos dio la bienvenida y, con una sonrisa que parecía mostrar que nunca hubo ningún apocalipsis, nos guío hasta un gran comedor donde vimos otros niños. Todos huérfanos. Nos dieron comida, nos ofrecieron duchas calientes y ropa cómoda. Allí mismo nos quedamos y, luego de unos días, Asker finalmente hizo un anuncio en la hora del almuerzo. —Buen provecho, niños. Interrumpo un momento su comida para darles una pequeña noticia... Me complace hacerles saber que formarán parte de un proyecto. Ustedes serán el futuro de la humanidad, nos ayudarán a salir adelante, ¿qué me dicen? —éramos ilusos en ese entonces, creyendo que seríamos como superhéroes. Muchos aceptamos de inmediato sin saber que, para ser el futuro, deberíamos someternos a pruebas muy dolorosas. Ahí mismo ví, entre varios de los demás niños, a una en particular que se mantuvo en silencio y con una mirada de desconfianza. A juzgar por su expresión no le gustó para nada esa idea, algo que no comprendí al principio. ┉┅━━━┅┉ Las pruebas comenzaron ese mismo día, primero con inyecciones que, según los doctores, "nos harían más fuertes". A mí nunca me gustaron las agujas, así que fue una pelea para que pudieran sentarme. —Ale, no seas llorón. —escuché a Elijah, mi hermano, hablar con una sonrisa. Él se lo pasaba en grande. Estaba a punto de responderle cuando, de nuevo, vi a la niña, también siendo forzada para que pudieran darle la inyección, pero ella... ella era más salvaje y parecía que jamás iba a dar su brazo a torcer.
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