*Analepsis*

𝑲𝒂𝒛𝒖𝒐

¿Por qué su larga melena color de luna caía impotente al filo de un cuchillo?. ¿Y por qué el brillo de sus cabellos eran opacados con un barro que al secar oscurecía su color?. No lo entendía, al menos no en ese momento.

- Los hombres tenemen lo desconocido. Y en tiempos de guerra y hambre han perdido la esperanza por lo divino.- Decía aquella mujer de mediana edad al joven que habían recogido a la orilla de un lago. Este no entendía sus palabras, y no las llegarían a entender hasta que descifrase su código de comunicación.

Deseaba volver a caminar sobre cuatro patas, sentir la hierba bajo sus patas. Pero no conseguía deshacer su cambio. ¿Sería ese su destino por el momento?.

- Pasar desapercibido es la mejor arma que podemos tener. No se le puede hacer daño a lo invisible.- Decía la que se convertiría en su madre por varios años, mientras le sostenía un espejo para que viera su drástico cambio. Lo único que era imposible de ocultar eran aquellos brillantes ojos azules.

Está rutina la hacían tan a menudo que siglos después el zorro lo implementaría en su transformación de manera inconsciente. Siendo un hábito adquirido que le haría recordar tiempos muy lejanos.
*Analepsis* 𝑲𝒂𝒛𝒖𝒐 ¿Por qué su larga melena color de luna caía impotente al filo de un cuchillo?. ¿Y por qué el brillo de sus cabellos eran opacados con un barro que al secar oscurecía su color?. No lo entendía, al menos no en ese momento. - Los hombres tenemen lo desconocido. Y en tiempos de guerra y hambre han perdido la esperanza por lo divino.- Decía aquella mujer de mediana edad al joven que habían recogido a la orilla de un lago. Este no entendía sus palabras, y no las llegarían a entender hasta que descifrase su código de comunicación. Deseaba volver a caminar sobre cuatro patas, sentir la hierba bajo sus patas. Pero no conseguía deshacer su cambio. ¿Sería ese su destino por el momento?. - Pasar desapercibido es la mejor arma que podemos tener. No se le puede hacer daño a lo invisible.- Decía la que se convertiría en su madre por varios años, mientras le sostenía un espejo para que viera su drástico cambio. Lo único que era imposible de ocultar eran aquellos brillantes ojos azules. Está rutina la hacían tan a menudo que siglos después el zorro lo implementaría en su transformación de manera inconsciente. Siendo un hábito adquirido que le haría recordar tiempos muy lejanos.
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