Cicatrices del Crepúsculo
Categoría Fantasía
El reino de Astora, al borde de la aniquilación, ha reclutado a todos los que pueden empuñar una espada, sin importar su edad. Rian, de solo 15 años, ha sido enviado a su primera misión junto a sus amigos de infancia, con quienes compartió juegos y sueños antes de que la guerra los arrebatara. Aunque su escuadra incluye a algunos soldados mayores, el peso de la desesperación recae sobre estos jóvenes, obligados a enfrentar horrores más allá de su comprensión.

La escuadra de Rian, formada por chicos apenas en su adolescencia, marcha por un campo de batalla arrasado. El cielo está cubierto por nubes oscuras, y el aire es denso, cargado con el olor a muerte y desesperación. Los jóvenes intentan mantenerse valientes, aunque el miedo se refleja en sus ojos.

Rian: "Estamos juntos en esto. No importa lo que pase, no nos separaremos."

Pero en sus corazones saben que están marchando hacia un destino del que quizás no regresen. De repente, el suelo tiembla bajo sus pies, y la niebla que los rodea comienza a arremolinarse. De la oscuridad emergen las criaturas del Rey Oscuro, formas indescriptibles que parecen haber salido de las pesadillas más profundas.

Elara: "¡Rian, mantente cerca!"

Elara, siempre la optimista, es la primera en ser atacada. Una de las bestias la alcanza, y aunque lucha con todas sus fuerzas, su cuerpo joven es superado. Rian corre hacia ella, pero llega demasiado tarde. Con una última mirada, Elara sonríe débilmente antes de ser arrastrada por la oscuridad.

Rian: "¡No, Elara!"

El dolor de perder a su amiga de infancia lo deja paralizado, pero la batalla continúa. Tomas, que ha estado protegiendo a los demás, es el siguiente. Intenta mantener a raya a las criaturas con su fuerza, pero su valentía no es suficiente contra el poder de estos seres. Tomas lucha con todas sus fuerzas, pero estas abominaciones son implacables. Con un alarido que sacude el alma, Tomas es despedazado ante los ojos de Rian, su cuerpo destrozado por las garras de los monstruos. Sin poder despedirse su vida había sido extinguida.

Ya no queda nadie más a quien cuidar. Edwin, aterrado y sin saber cómo luchar, es atrapado por una de las bestias. Sus gritos se mezclan con el viento, y sus sueños de una vida más allá de la guerra se desvanecen mientras es devorado por la oscuridad.

Eadric: "¡Rian, corre! ¡No podemos hacer nada más!"

El capitán Eadric, herido y agotado, sabe que no pueden ganar. Con la última de sus fuerzas, se lanza contra la mayor de las criaturas, dándole a Rian una oportunidad de escapar. Pero el sacrificio de Eadric solo subraya la impotencia del joven caballero.

Las lágrimas caen por su rostro, y por primera vez, el peso de la soledad lo aplasta. En esa batalla, donde Rian perdió a sus amigos de infancia y a su capitán, también fue donde ganó sus primeras cicatrices. Marcas que no solo atravesaron su piel, sino que se incrustaron en lo más profundo de su alma, recordándole para siempre el precio de la guerra y el dolor de la pérdida. Cada cicatriz era un recordatorio de las vidas que no pudo salvar, un peso que llevaría consigo mientras continuaba su camino en un mundo que había cambiado para siempre.
El reino de Astora, al borde de la aniquilación, ha reclutado a todos los que pueden empuñar una espada, sin importar su edad. Rian, de solo 15 años, ha sido enviado a su primera misión junto a sus amigos de infancia, con quienes compartió juegos y sueños antes de que la guerra los arrebatara. Aunque su escuadra incluye a algunos soldados mayores, el peso de la desesperación recae sobre estos jóvenes, obligados a enfrentar horrores más allá de su comprensión. La escuadra de Rian, formada por chicos apenas en su adolescencia, marcha por un campo de batalla arrasado. El cielo está cubierto por nubes oscuras, y el aire es denso, cargado con el olor a muerte y desesperación. Los jóvenes intentan mantenerse valientes, aunque el miedo se refleja en sus ojos. Rian: "Estamos juntos en esto. No importa lo que pase, no nos separaremos." Pero en sus corazones saben que están marchando hacia un destino del que quizás no regresen. De repente, el suelo tiembla bajo sus pies, y la niebla que los rodea comienza a arremolinarse. De la oscuridad emergen las criaturas del Rey Oscuro, formas indescriptibles que parecen haber salido de las pesadillas más profundas. Elara: "¡Rian, mantente cerca!" Elara, siempre la optimista, es la primera en ser atacada. Una de las bestias la alcanza, y aunque lucha con todas sus fuerzas, su cuerpo joven es superado. Rian corre hacia ella, pero llega demasiado tarde. Con una última mirada, Elara sonríe débilmente antes de ser arrastrada por la oscuridad. Rian: "¡No, Elara!" El dolor de perder a su amiga de infancia lo deja paralizado, pero la batalla continúa. Tomas, que ha estado protegiendo a los demás, es el siguiente. Intenta mantener a raya a las criaturas con su fuerza, pero su valentía no es suficiente contra el poder de estos seres. Tomas lucha con todas sus fuerzas, pero estas abominaciones son implacables. Con un alarido que sacude el alma, Tomas es despedazado ante los ojos de Rian, su cuerpo destrozado por las garras de los monstruos. Sin poder despedirse su vida había sido extinguida. Ya no queda nadie más a quien cuidar. Edwin, aterrado y sin saber cómo luchar, es atrapado por una de las bestias. Sus gritos se mezclan con el viento, y sus sueños de una vida más allá de la guerra se desvanecen mientras es devorado por la oscuridad. Eadric: "¡Rian, corre! ¡No podemos hacer nada más!" El capitán Eadric, herido y agotado, sabe que no pueden ganar. Con la última de sus fuerzas, se lanza contra la mayor de las criaturas, dándole a Rian una oportunidad de escapar. Pero el sacrificio de Eadric solo subraya la impotencia del joven caballero. Las lágrimas caen por su rostro, y por primera vez, el peso de la soledad lo aplasta. En esa batalla, donde Rian perdió a sus amigos de infancia y a su capitán, también fue donde ganó sus primeras cicatrices. Marcas que no solo atravesaron su piel, sino que se incrustaron en lo más profundo de su alma, recordándole para siempre el precio de la guerra y el dolor de la pérdida. Cada cicatriz era un recordatorio de las vidas que no pudo salvar, un peso que llevaría consigo mientras continuaba su camino en un mundo que había cambiado para siempre.
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