Había pasado los últimos cuatro días sumergida en una búsqueda de respuestas. Su mente comenzaba a esclarecerse poco a poco gracias a los fragmentos de su vida anterior que emergían a la superficie. Sin embargo, el camino que debía seguir seguía siendo incierto, especialmente después de no encontrar las respuestas que buscaba en el pueblo de Leyndell.

Cuando llegó al pueblo, su presencia imponente no pasó desapercibida. Los habitantes, acostumbrados a una vida tranquila, retrocedieron con miedo al ver su armadura plateada y las dos enormes espadas que colgaban de sus caderas. Aunque decidió quitarse el casco para parecer menos amenazante, la intimidación en sus ojos azul intenso y la frialdad en su expresión mantenían a la mayoría a una distancia prudente.

Esa mañana, tras una noche de descanso en una posada modesta, se dirigió a la taberna del pueblo con un objetivo claro: trazar un plan. Pidió un plato de carne y una jarra de agua mientras desplegaba un mapa en la mesa. Sus ojos afilados recorrieron los contornos del mapa, buscando puntos estratégicos, lugares donde pudiera encontrar la información que necesitaba para entender su resurrección y su propósito.

Con el mapa extendido frente a ella, comenzó a marcar ubicaciones clave. Sus conocimientos de los territorios circundantes, junto con los recuerdos que habían comenzado a aflorar, le permitieron identificar varias zonas donde podría hallar las respuestas que ansiaba.
Había pasado los últimos cuatro días sumergida en una búsqueda de respuestas. Su mente comenzaba a esclarecerse poco a poco gracias a los fragmentos de su vida anterior que emergían a la superficie. Sin embargo, el camino que debía seguir seguía siendo incierto, especialmente después de no encontrar las respuestas que buscaba en el pueblo de Leyndell. Cuando llegó al pueblo, su presencia imponente no pasó desapercibida. Los habitantes, acostumbrados a una vida tranquila, retrocedieron con miedo al ver su armadura plateada y las dos enormes espadas que colgaban de sus caderas. Aunque decidió quitarse el casco para parecer menos amenazante, la intimidación en sus ojos azul intenso y la frialdad en su expresión mantenían a la mayoría a una distancia prudente. Esa mañana, tras una noche de descanso en una posada modesta, se dirigió a la taberna del pueblo con un objetivo claro: trazar un plan. Pidió un plato de carne y una jarra de agua mientras desplegaba un mapa en la mesa. Sus ojos afilados recorrieron los contornos del mapa, buscando puntos estratégicos, lugares donde pudiera encontrar la información que necesitaba para entender su resurrección y su propósito. Con el mapa extendido frente a ella, comenzó a marcar ubicaciones clave. Sus conocimientos de los territorios circundantes, junto con los recuerdos que habían comenzado a aflorar, le permitieron identificar varias zonas donde podría hallar las respuestas que ansiaba.
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