—¿Puedes decirnos su nombre?

—Rafael D´Laurel.

—¿Qué parentesco tiene con el sujeto llamado Alessandro?

El albino chasqueó la lengua antes de responder.

—Es mi hermano adoptivo.

El policía entonces lo miró con mayor atención, poniendo en la fría mesa de metal unas fotos en dónde se veía a Alessandro, en algunas trataba de él moviendo cajas en un viejo almacén, en otras capturas de videos que debían ser cámaras de la ciudad, pues en ellas salía este golpeando a personas o comprando mercancía de dudosa procedencia.

—Díganos, Rafael —Continuó el oficial—, ¿Hay algo que tenga usted que decir al respecto?

—No sin un abogado —Respondió con la ceja arqueada y mirando con desdén.

—Y antes de que continúen: No sé nada de Alessandro desde hace diez años. Él y yo no volvimos a hablar desde la muerte de mi padre, no ha llamado y tampoco me ha buscado.

—¿Y por qué debería creerle?

En ese momento Rafael se levantó de la silla, tomó su camisa y cerca del pecho mostró una horrenda cicatriz.
El policía vaciló después de ver eso.
Rafael suspiró.

—No sé qué quieran que les diga, pero no sé qué está haciendo. Alessandro siempre fue alguien violento, tan siquiera entiendo por qué mi padre lo acogió.

—Y esta cicatriz me la hizo hace diez años. No recuerdo por qué discutíamos; mi padre, Giovanni fue asesinado por una banda criminal... Creo recordar que cuando me negué a tomar venganza fue que empezamos a pelear.

Dio una pausa, tenía un café que previamente había pedido y se dispuso a tomarlo. Mientras, el policía intercalaba su mirada en él y las fotos del asiático.

—Yo por la rabia del momento lo golpeé, y él tomó el cuchillo más grande y filoso de la casa; me lo encajó dejándome esta mierda. ¿Quiere un consejo? —Tomó una de las fotos, ahí podía verse el rostro desfigurado de Alessandro— Cuándo lo vea, dispare a matar. Puede que haya sido en su momento cómo un hermano para mí... Pero quién sea que sea ahora ya no es mi hermano, es un monstruo.
—¿Puedes decirnos su nombre? —Rafael D´Laurel. —¿Qué parentesco tiene con el sujeto llamado Alessandro? El albino chasqueó la lengua antes de responder. —Es mi hermano adoptivo. El policía entonces lo miró con mayor atención, poniendo en la fría mesa de metal unas fotos en dónde se veía a Alessandro, en algunas trataba de él moviendo cajas en un viejo almacén, en otras capturas de videos que debían ser cámaras de la ciudad, pues en ellas salía este golpeando a personas o comprando mercancía de dudosa procedencia. —Díganos, Rafael —Continuó el oficial—, ¿Hay algo que tenga usted que decir al respecto? —No sin un abogado —Respondió con la ceja arqueada y mirando con desdén. —Y antes de que continúen: No sé nada de Alessandro desde hace diez años. Él y yo no volvimos a hablar desde la muerte de mi padre, no ha llamado y tampoco me ha buscado. —¿Y por qué debería creerle? En ese momento Rafael se levantó de la silla, tomó su camisa y cerca del pecho mostró una horrenda cicatriz. El policía vaciló después de ver eso. Rafael suspiró. —No sé qué quieran que les diga, pero no sé qué está haciendo. Alessandro siempre fue alguien violento, tan siquiera entiendo por qué mi padre lo acogió. —Y esta cicatriz me la hizo hace diez años. No recuerdo por qué discutíamos; mi padre, Giovanni fue asesinado por una banda criminal... Creo recordar que cuando me negué a tomar venganza fue que empezamos a pelear. Dio una pausa, tenía un café que previamente había pedido y se dispuso a tomarlo. Mientras, el policía intercalaba su mirada en él y las fotos del asiático. —Yo por la rabia del momento lo golpeé, y él tomó el cuchillo más grande y filoso de la casa; me lo encajó dejándome esta mierda. ¿Quiere un consejo? —Tomó una de las fotos, ahí podía verse el rostro desfigurado de Alessandro— Cuándo lo vea, dispare a matar. Puede que haya sido en su momento cómo un hermano para mí... Pero quién sea que sea ahora ya no es mi hermano, es un monstruo.
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