Don't you dare to leave me all alone.
— ¡Jina, Jina! ¡¡¡JINA!!!
La voz de Harin, alta y cargada de terror, irrumpió el silencio del salón en la residencia de los Chi. Jina llevaba horas sin levantarse de la mesa que decoraba el centro de la instancia, al igual que tampoco había levantado la cabeza, prácticamente sumergida en todos los documentos sobre el caso. Ni siquiera el sonido de su teléfono para alertaría de que tenía un nuevo SMS consiguió captar su atención. Sin embargo, por más que lo leyera y releyera, redactara hipótesis y comparase con crímenes similares… sentía que había algo que se escapaba de su control. Y eso no le gustaba nada. Ni siquiera hizo nada por celebrar por su cumpleaños, más allá que soplar las velas del pastel que le trajeron Jaehyun y Haerin, aunque a Jina esa fecha dejó de importarle en cuanto perdió a sus padres.
Ahora, lo único que le importaba era el caso y devolverle al pueblo la tranquilidad que merecía.
Sin embargo, todos esos pensamientos se esfumaron tan rápido como Harin acabó con la poca concentración que le quedaba y sus antiguas preocupaciones fueron sustituidas por otras cuando vio a su subordinada asustada, temblorosa y con su mirada yendo de un lado a otro. La criminóloga se levantó de inmediato -más bien, tan rápido como se lo permitieron sus piernas entumecidas- para aproximarse hacia ella y atenderla.
— ¿Haerin? ¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado?
Jina comenzó a examinar a su compañera de arriba a abajo, asegurándose de que no estuviera herida. Ya se había encargado de advertirles: “No salgáis solos por la noche, ahora el pueblo no es un lugar seguro”. Pero, por suerte, no veía ningún rasguño ni nada por lo que preocuparse a nivel físico. ¿Entonces…?
— Es Minho, Jina. ¡Es Minho! Le he escuchado gritar mientras volvía y… y…
No esperó a que su compañera terminara de hablar. La preocupación y el nerviosismo en su voz fueron suficientes para que Jina olvidase su rencor hacia Minho y las propias advertencias que ella misma dio y saliera corriendo en dirección a la casa de quien una vez fue su mejor amigo. Y sí, salió descalza, con uno de sus pijamas ridículos, las gafas y los cristales que sobresalían su montura y cada mechón de su pelo en una dirección diferente.
Ni su apariencia, ni el dolor de sus pies desnudos pisando las piedras del suelo, ni la humedad del ambiente que le dificultaba respirar, ni su teléfono resonando en el bolsillo. Nada de eso importaba ahora. Menos aún cuando, durante todo el trayecto de dos minutos que se le hizo una eternidad, su mente imaginó múltiples escenarios.
¿Cómo no iba a esperar lo peor, tras todo lo que estaba sucediendo en el pueblo? Además, siendo las horas que eran… Aquel era el momento perfecto de la noche para infiltrarse en las casas y…
No le dio tiempo a seguir recreándose en el miedo, puesto que cuando llegó se encontró la casa de Minho apagada, pero con la puerta del salón abierta. Por un momento, se le olvidó razonar que aquella era una costumbre de su familia, dado que hasta ese entonces nunca había existido problema alguno con dejar la casa desprotegida, pero ahora… Jina esperó lo peor al encontrarse frente a esa imagen.
— ¿Minho? ¡Minho! ¿¡Dónde te has metido!?
Tampoco fue capaz de razonar que, a lo mejor, gritar de esa manera a esas horas de la madrugada tan solo conseguiría alarmar a los vecinos… Además de llamar la atención del supuesto asesino, claro está. No obstante, eso no le importaba demasiado, porque Jina volvió a sentirse, por un momento, como su yo adolescente que acababa de perder a sus padres en un accidente, dejando a Minho y Ryeowook como la única familia que le quedaba.
— ¡¡Minho!! 𝘗𝘢𝘳𝘬 𝘔𝘪𝘯𝘩𝘰
La voz de Harin, alta y cargada de terror, irrumpió el silencio del salón en la residencia de los Chi. Jina llevaba horas sin levantarse de la mesa que decoraba el centro de la instancia, al igual que tampoco había levantado la cabeza, prácticamente sumergida en todos los documentos sobre el caso. Ni siquiera el sonido de su teléfono para alertaría de que tenía un nuevo SMS consiguió captar su atención. Sin embargo, por más que lo leyera y releyera, redactara hipótesis y comparase con crímenes similares… sentía que había algo que se escapaba de su control. Y eso no le gustaba nada. Ni siquiera hizo nada por celebrar por su cumpleaños, más allá que soplar las velas del pastel que le trajeron Jaehyun y Haerin, aunque a Jina esa fecha dejó de importarle en cuanto perdió a sus padres.
Ahora, lo único que le importaba era el caso y devolverle al pueblo la tranquilidad que merecía.
Sin embargo, todos esos pensamientos se esfumaron tan rápido como Harin acabó con la poca concentración que le quedaba y sus antiguas preocupaciones fueron sustituidas por otras cuando vio a su subordinada asustada, temblorosa y con su mirada yendo de un lado a otro. La criminóloga se levantó de inmediato -más bien, tan rápido como se lo permitieron sus piernas entumecidas- para aproximarse hacia ella y atenderla.
— ¿Haerin? ¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado?
Jina comenzó a examinar a su compañera de arriba a abajo, asegurándose de que no estuviera herida. Ya se había encargado de advertirles: “No salgáis solos por la noche, ahora el pueblo no es un lugar seguro”. Pero, por suerte, no veía ningún rasguño ni nada por lo que preocuparse a nivel físico. ¿Entonces…?
— Es Minho, Jina. ¡Es Minho! Le he escuchado gritar mientras volvía y… y…
No esperó a que su compañera terminara de hablar. La preocupación y el nerviosismo en su voz fueron suficientes para que Jina olvidase su rencor hacia Minho y las propias advertencias que ella misma dio y saliera corriendo en dirección a la casa de quien una vez fue su mejor amigo. Y sí, salió descalza, con uno de sus pijamas ridículos, las gafas y los cristales que sobresalían su montura y cada mechón de su pelo en una dirección diferente.
Ni su apariencia, ni el dolor de sus pies desnudos pisando las piedras del suelo, ni la humedad del ambiente que le dificultaba respirar, ni su teléfono resonando en el bolsillo. Nada de eso importaba ahora. Menos aún cuando, durante todo el trayecto de dos minutos que se le hizo una eternidad, su mente imaginó múltiples escenarios.
¿Cómo no iba a esperar lo peor, tras todo lo que estaba sucediendo en el pueblo? Además, siendo las horas que eran… Aquel era el momento perfecto de la noche para infiltrarse en las casas y…
No le dio tiempo a seguir recreándose en el miedo, puesto que cuando llegó se encontró la casa de Minho apagada, pero con la puerta del salón abierta. Por un momento, se le olvidó razonar que aquella era una costumbre de su familia, dado que hasta ese entonces nunca había existido problema alguno con dejar la casa desprotegida, pero ahora… Jina esperó lo peor al encontrarse frente a esa imagen.
— ¿Minho? ¡Minho! ¿¡Dónde te has metido!?
Tampoco fue capaz de razonar que, a lo mejor, gritar de esa manera a esas horas de la madrugada tan solo conseguiría alarmar a los vecinos… Además de llamar la atención del supuesto asesino, claro está. No obstante, eso no le importaba demasiado, porque Jina volvió a sentirse, por un momento, como su yo adolescente que acababa de perder a sus padres en un accidente, dejando a Minho y Ryeowook como la única familia que le quedaba.
— ¡¡Minho!! 𝘗𝘢𝘳𝘬 𝘔𝘪𝘯𝘩𝘰
— ¡Jina, Jina! ¡¡¡JINA!!!
La voz de Harin, alta y cargada de terror, irrumpió el silencio del salón en la residencia de los Chi. Jina llevaba horas sin levantarse de la mesa que decoraba el centro de la instancia, al igual que tampoco había levantado la cabeza, prácticamente sumergida en todos los documentos sobre el caso. Ni siquiera el sonido de su teléfono para alertaría de que tenía un nuevo SMS consiguió captar su atención. Sin embargo, por más que lo leyera y releyera, redactara hipótesis y comparase con crímenes similares… sentía que había algo que se escapaba de su control. Y eso no le gustaba nada. Ni siquiera hizo nada por celebrar por su cumpleaños, más allá que soplar las velas del pastel que le trajeron Jaehyun y Haerin, aunque a Jina esa fecha dejó de importarle en cuanto perdió a sus padres.
Ahora, lo único que le importaba era el caso y devolverle al pueblo la tranquilidad que merecía.
Sin embargo, todos esos pensamientos se esfumaron tan rápido como Harin acabó con la poca concentración que le quedaba y sus antiguas preocupaciones fueron sustituidas por otras cuando vio a su subordinada asustada, temblorosa y con su mirada yendo de un lado a otro. La criminóloga se levantó de inmediato -más bien, tan rápido como se lo permitieron sus piernas entumecidas- para aproximarse hacia ella y atenderla.
— ¿Haerin? ¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado?
Jina comenzó a examinar a su compañera de arriba a abajo, asegurándose de que no estuviera herida. Ya se había encargado de advertirles: “No salgáis solos por la noche, ahora el pueblo no es un lugar seguro”. Pero, por suerte, no veía ningún rasguño ni nada por lo que preocuparse a nivel físico. ¿Entonces…?
— Es Minho, Jina. ¡Es Minho! Le he escuchado gritar mientras volvía y… y…
No esperó a que su compañera terminara de hablar. La preocupación y el nerviosismo en su voz fueron suficientes para que Jina olvidase su rencor hacia Minho y las propias advertencias que ella misma dio y saliera corriendo en dirección a la casa de quien una vez fue su mejor amigo. Y sí, salió descalza, con uno de sus pijamas ridículos, las gafas y los cristales que sobresalían su montura y cada mechón de su pelo en una dirección diferente.
Ni su apariencia, ni el dolor de sus pies desnudos pisando las piedras del suelo, ni la humedad del ambiente que le dificultaba respirar, ni su teléfono resonando en el bolsillo. Nada de eso importaba ahora. Menos aún cuando, durante todo el trayecto de dos minutos que se le hizo una eternidad, su mente imaginó múltiples escenarios.
¿Cómo no iba a esperar lo peor, tras todo lo que estaba sucediendo en el pueblo? Además, siendo las horas que eran… Aquel era el momento perfecto de la noche para infiltrarse en las casas y…
No le dio tiempo a seguir recreándose en el miedo, puesto que cuando llegó se encontró la casa de Minho apagada, pero con la puerta del salón abierta. Por un momento, se le olvidó razonar que aquella era una costumbre de su familia, dado que hasta ese entonces nunca había existido problema alguno con dejar la casa desprotegida, pero ahora… Jina esperó lo peor al encontrarse frente a esa imagen.
— ¿Minho? ¡Minho! ¿¡Dónde te has metido!?
Tampoco fue capaz de razonar que, a lo mejor, gritar de esa manera a esas horas de la madrugada tan solo conseguiría alarmar a los vecinos… Además de llamar la atención del supuesto asesino, claro está. No obstante, eso no le importaba demasiado, porque Jina volvió a sentirse, por un momento, como su yo adolescente que acababa de perder a sus padres en un accidente, dejando a Minho y Ryeowook como la única familia que le quedaba.
— ¡¡Minho!! [thisdarkurg3]
Tipo
Individual
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible