El atardecer teñía el cielo de un tono carmesí, reflejándose en las placas de la armadura de Rian. El caballero se encontraba en el borde de un acantilado, observando el vasto territorio que se extendía más allá de la colina. Su mano derecha se aferraba al cuello de su capa, levantándola ligeramente para protegerse del viento gélido que soplaba desde el mar.
Sus ojos dorados brillaban con intensidad, como si estuvieran en sintonía con las brasas del sol moribundo. Había una determinación feroz en su mirada, mezclada con una tristeza silenciosa. Para tener una visión más clara, había quitado su yelmo, permitiendo que su vista afilada captara hasta el más mínimo movimiento en la distancia. El aire frío golpeaba su rostro, pero Rian no retrocedió; necesitaba estar completamente alerta para lo que estaba por venir.
Sin embargo, en ese momento, su mente estaba ocupada con pensamientos más inmediatos: un enemigo formidable lo esperaba, oculto entre las sombras del bosque al pie de la colina.
Los rumores habían llegado a sus oídos; un ser oscuro, envuelto en terror y misterio, había comenzado a sembrar el caos en las aldeas cercanas. Aquella criatura, con ojos tan oscuros como la noche, aguardaba por él, ansiosa por un enfrentamiento que definiría el destino de muchos.
Mientras el viento seguía arremolinándose a su alrededor, Rian respiró profundamente, dejando que el aire frío despejara sus pensamientos. Comenzó a descender por la colina. La noche caía rápidamente, y la silueta de su enemigo se hacía más clara con cada paso que daba. Pero para Rian, era en la oscuridad donde más brillaba.
Sus ojos dorados brillaban con intensidad, como si estuvieran en sintonía con las brasas del sol moribundo. Había una determinación feroz en su mirada, mezclada con una tristeza silenciosa. Para tener una visión más clara, había quitado su yelmo, permitiendo que su vista afilada captara hasta el más mínimo movimiento en la distancia. El aire frío golpeaba su rostro, pero Rian no retrocedió; necesitaba estar completamente alerta para lo que estaba por venir.
Sin embargo, en ese momento, su mente estaba ocupada con pensamientos más inmediatos: un enemigo formidable lo esperaba, oculto entre las sombras del bosque al pie de la colina.
Los rumores habían llegado a sus oídos; un ser oscuro, envuelto en terror y misterio, había comenzado a sembrar el caos en las aldeas cercanas. Aquella criatura, con ojos tan oscuros como la noche, aguardaba por él, ansiosa por un enfrentamiento que definiría el destino de muchos.
Mientras el viento seguía arremolinándose a su alrededor, Rian respiró profundamente, dejando que el aire frío despejara sus pensamientos. Comenzó a descender por la colina. La noche caía rápidamente, y la silueta de su enemigo se hacía más clara con cada paso que daba. Pero para Rian, era en la oscuridad donde más brillaba.
El atardecer teñía el cielo de un tono carmesí, reflejándose en las placas de la armadura de Rian. El caballero se encontraba en el borde de un acantilado, observando el vasto territorio que se extendía más allá de la colina. Su mano derecha se aferraba al cuello de su capa, levantándola ligeramente para protegerse del viento gélido que soplaba desde el mar.
Sus ojos dorados brillaban con intensidad, como si estuvieran en sintonía con las brasas del sol moribundo. Había una determinación feroz en su mirada, mezclada con una tristeza silenciosa. Para tener una visión más clara, había quitado su yelmo, permitiendo que su vista afilada captara hasta el más mínimo movimiento en la distancia. El aire frío golpeaba su rostro, pero Rian no retrocedió; necesitaba estar completamente alerta para lo que estaba por venir.
Sin embargo, en ese momento, su mente estaba ocupada con pensamientos más inmediatos: un enemigo formidable lo esperaba, oculto entre las sombras del bosque al pie de la colina.
Los rumores habían llegado a sus oídos; un ser oscuro, envuelto en terror y misterio, había comenzado a sembrar el caos en las aldeas cercanas. Aquella criatura, con ojos tan oscuros como la noche, aguardaba por él, ansiosa por un enfrentamiento que definiría el destino de muchos.
Mientras el viento seguía arremolinándose a su alrededor, Rian respiró profundamente, dejando que el aire frío despejara sus pensamientos. Comenzó a descender por la colina. La noche caía rápidamente, y la silueta de su enemigo se hacía más clara con cada paso que daba. Pero para Rian, era en la oscuridad donde más brillaba.