Ya la noche comenzaba a caer y con ella la luna menguante se podía ver en el cielo. Alexa caminaba escoltada por los guardias, como si de un criminal se tratara. Los cargos en su contra eran amplios, siendo el más grave la traición, basado en el hecho de que había abandonado a su pueblo y costumbres para vivir una vida fuera de las creencias y normas del reino Fae.

Sin embargo, nada era más lejano a la realidad. El juzgado estaba lleno de rostros conocidos; sus padres, su hermano y algunos amigos se encontraban entre los asistentes. Se molestó al ver a Daniel, pues le había pedido que no fuera. Le apenaba que su pequeño hermano escuchara las cosas que había tenido que hacer para sobrevivir. Miró el tragaluz que estaba justo arriba de donde ella sería juzgada. La luna entraría por el cristal iluminándola como parte de las pruebas de inocencia que se le harían.

Como colmo de su mala suerte, Cesare Moonlight sería parte del juicio, quien estaba segura haría todo por volverla a comprometer a su hijo o deslindarlo de toda la responsabilidad del desastre con los corrompidos.

Alexa se encontraba en la vasta sala del consejo de los sabios del reino Fae. Los muros estaban adornados con símbolos antiguos y runas sagradas, y la luz de la luna menguante se filtraba por las ventanas altas, iluminando el rostro de la joven mujer. Su cabello platinado caía en cascada sobre sus hombros, y sus ojos azules reflejaban una mezcla de determinación, miedo y enojo. Vestía aquel vestido que había sido elegido por la mañana por su nana y otras mujeres, simbolizando tanto su pureza como su aceptación del juicio que estaba a punto de enfrentar.

Los sabios, todos descendientes de los dioses, se sentaban en un semicírculo frente a ella. Sus rostros eran serios y sus miradas penetrantes, algunos mirándola con desprecio, otros con lastima. En el centro, el Gran Sabio Luthien, un hombre de edad avanzada con una larga barba plateada, levantó una mano para silenciar el murmullo de la audiencia. A su lado, Cesare Moonlight, patriarca de una de las familias más poderosas del reino Fae y padre de Ian, observaba con una expresión severa.

— Alexandra Selene —comenzó Luthien con una voz profunda y resonante—, te encuentras aquí para enfrentar el juicio de los sabios por tus acciones pasadas y por abandonar tus deberes como hija de la luna y guardiana del conocimiento.

Alexa se mantuvo firme, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho. Sabía que este momento llegaría, y había pasado años preparándose mentalmente para ello.

—Acepto mi juicio, Gran Sabio —respondió con voz clara—. Estoy aquí para enfrentar mis responsabilidades y para rectificar mis errores, si es que el consejo así lo considera.

Luthien asintió solemnemente y continuó.

—Alexandra Selene, se te acusa de los siguientes crímenes: primero, traición a tu comunidad y a tus juramentos; segundo, ser cómplice de Ian en el desequilibrio de los espíritus; tercero, romper tu juramento de castidad; cuarto, vivir fuera de las normas establecidas por nuestra sociedad; quinto incumplir la orden de este mismo consejo de contraer nupcias con Ian Moonlight y finalmente, bloquear tu magia, lo cual se toma como una grave ofensa a tu madre la diosa Selene.

Sabia que la lista era corta pues no se menciono las vidas que había arrebatado en sus intentos por huir de los cazadores que la persiguieron durante años. Los murmullos crecieron entre la audiencia. Alexa sintió las miradas de los aldeanos sobre ella algunos llenos de reproche, otros de curiosidad y unos pocos de compasión. Sabía que muchos no comprendían la magnitud de su sacrificio. Pues no conocían la verdad del porque lo había hecho.

Miro de reojo a su familia, le dolía hacerlos pasar por todo esto.

—Lo que hice —dijo Alexa, con voz temblorosa pero firme—, lo hice para protegerme a mí misma y a aquellos que amo. Ian, el hombre con el que estaba destinada a unirme, no era el ser honorable que todos creíamos. Descubrí sus atrocidades y su deseo de usarme como una herramienta para obtener más poder. En un acto desesperado, sellé mi magia y mis dones para evitar que él pudiera usarlos para el mal. Me envolvió en sus trucos y engaños, enamorándome usando el vinculo de nuestra madre como herramienta para que me entregara a el uniendo nuestras almas.

Levantó su brazo, mostrando la marca en su muñeca donde antes se encontraba el brazalete que sellaba sus dones.

—Rompí aquel sello y volví tras el ataque de los corrompidos para curar a mis padres sin miedo a enfrentar las consecuencias de mis decisiones.

Un murmullo más fuerte recorrió la sala cuando Cesare Moonlight, uno de los sabios, se levantó de su asiento. Con su porte imponente y su rostro severo, se acercó al centro de la sala, pidiendo la palabra.

—Gran Sabio, solicito hablar —dijo Cesare con voz autoritaria.

Luthien asintió, permitiéndole continuar. Cesare se volvió hacia Alexa, sus ojos verde grisáceos destellando con una mezcla de ira y desdén.

—Alexa, tus acusaciones contra mi hijo son graves y carecen de fundamento. Ian es un legítimo hijo de la luna, bendecido por la diosa Selene. ¿Cómo te atreves a implicar que él sería capaz de tales atrocidades?

Alexa lo miró directamente, sin amedrentarse. Sabia que seria momento de sacar a la luz su única carta, la que había mantenido oculta durante años, aunque su corazón dio una ligera punzada al pensar que iba a traicionar de alguna manera la confianza que el Ian que juraba amarla le había dado hace algunos años, alejo aquel pensamiento de su mente y hablo con decisión.

—Hablamos del mismo Ian... ¿Verdad?... El que es tu hijo bastardo producto de uno de tus muchos amoríos extramaritales...

Una exclamación colectiva lleno la sala, aquello era un secreto a voces, sin embargo nadie había podido confirmar que fuera cierto aunque era mas que sabido lo libertino que era el patriarca de la familia Moonlight. Alexa continuo hablando.

—Ian es hijo de la luna, sí, pero también es mestizo de oscuridad. Nació una noche sin luna en el cielo, y esa ausencia de luz ha marcado su corazón. Su madre, una hechicera oscura, dejó su esencia en él. Él es víctima de una maldición por no haber nacido bajo la luz de la luna.

Cesare apretó los puños, sus ojos brillando de furia.

—¡Mentiras! —rugió—. Ian ha sido criado como un Moonlight, un hijo legítimo y digno de su linaje. Es un heredero bendecido, y tus palabras solo buscan deshonrar a nuestra familia.

—La verdad no deshonra, Cesare —replicó Alexa con firmeza—. La verdad libera. Ian utilizó sus dones para el mal, aun cundo es producto de aquella locura oscura que he podido presenciar con mis propios ojos cuando la luna se ausenta en el cielo.

Su voz se quebró al recordar las múltiples veces que vio con sus propios ojos como la oscuridad se apoderaba de aquel hombre y se trasformaba en un monstro sin escrúpulos dotado de los dones de la luna, una mezcla muy peligrosa.

—El manipuló y traicionó. La maldición que lleva en su sangre no es culpa suya, pero las decisiones que tomó, sí lo son.

Luthien levantó una mano para calmar la situación.

—Basta —ordenó con voz firme—. La verdad será revelada bajo la luz de la luna menguante. Alexandra Selene, ¿Estás dispuesta a someterte a la prueba de la luna menguante para demostrar la veracidad de tus palabras?

Alexa asintió sin dudar.

—Sí, Gran Sabio. Estoy lista para enfrentar la verdad y las consecuencias que ella traiga.

Luthien la observó con una expresión inescrutable. Vio como la luz ilumino a la joven mujer dejando ver el azul brillante de sus ojos y las runas iluminar el cuerpo femenino para después iluminarse las del salón dejando ver la luz azul brillante, Alexa sabia que decía la verdad, pues jamás mintió sobre amar a Ian o sobre no haber estado junto pues en mas de una ocasión callo en la tentación de estar entre los brazos de aquel hombre que la hacia arden solo con mirarla, después de un momento de silencio, habló de nuevo.

—Tus palabras son sinceras, Alexandra. Ahora que sabemos del poder y la maldad de Ian, y comprendemos las razones detrás de tu huida. Sin embargo, el consejo debe decidir si tu sacrificio y tus acciones pueden ser perdonados.

Se giró hacia los otros sabios, que empezaron a murmurar entre ellos. La tensión en la sala era palpable. La luna menguante, símbolo de la diosa Selene, funcionaba como un detector de mentiras, asegurando que la verdad prevaleciera en este juicio. Después de lo que pareció una eternidad, Luthien levantó una mano para silenciar el murmullo.

—Hemos deliberado —anunció—. Alexandra Selene, en reconocimiento a tu sacrificio y al peligro que enfrentaste, el consejo ha decidido que tu castigo será exorcizar y capturar a todos los espíritus corrompidos por Ian. Además, deberás restaurar la confianza de nuestra comunidad y cumplir con tus responsabilidades como dama de noble cuna e hija de la luna. Solo entonces podrás ser perdonada y liberada de tu unión a Ian.

Alexa asintió, sintiendo una mezcla de alivio y determinación. Sabía que la tarea que le esperaba sería ardua, pero estaba lista para enfrentarla. No solo por su libertad, sino también por la justicia y la protección de su comunidad.

—Acepto mi castigo, Gran Sabio —dijo con firmeza—. Haré todo lo posible para corregir mis errores y proteger a nuestro pueblo.

Con esas palabras, Alexa dio un paso adelante, lista para enfrentar los desafíos que le aguardaban y para redimir su nombre y su linaje. La sala de los sabios observó en silencio mientras la hija de la luna, la noble heredera de los Selene, se preparaba para una nueva batalla, una que definiría su destino y el de toda su comunidad.
Ya la noche comenzaba a caer y con ella la luna menguante se podía ver en el cielo. Alexa caminaba escoltada por los guardias, como si de un criminal se tratara. Los cargos en su contra eran amplios, siendo el más grave la traición, basado en el hecho de que había abandonado a su pueblo y costumbres para vivir una vida fuera de las creencias y normas del reino Fae. Sin embargo, nada era más lejano a la realidad. El juzgado estaba lleno de rostros conocidos; sus padres, su hermano y algunos amigos se encontraban entre los asistentes. Se molestó al ver a Daniel, pues le había pedido que no fuera. Le apenaba que su pequeño hermano escuchara las cosas que había tenido que hacer para sobrevivir. Miró el tragaluz que estaba justo arriba de donde ella sería juzgada. La luna entraría por el cristal iluminándola como parte de las pruebas de inocencia que se le harían. Como colmo de su mala suerte, Cesare Moonlight sería parte del juicio, quien estaba segura haría todo por volverla a comprometer a su hijo o deslindarlo de toda la responsabilidad del desastre con los corrompidos. Alexa se encontraba en la vasta sala del consejo de los sabios del reino Fae. Los muros estaban adornados con símbolos antiguos y runas sagradas, y la luz de la luna menguante se filtraba por las ventanas altas, iluminando el rostro de la joven mujer. Su cabello platinado caía en cascada sobre sus hombros, y sus ojos azules reflejaban una mezcla de determinación, miedo y enojo. Vestía aquel vestido que había sido elegido por la mañana por su nana y otras mujeres, simbolizando tanto su pureza como su aceptación del juicio que estaba a punto de enfrentar. Los sabios, todos descendientes de los dioses, se sentaban en un semicírculo frente a ella. Sus rostros eran serios y sus miradas penetrantes, algunos mirándola con desprecio, otros con lastima. En el centro, el Gran Sabio Luthien, un hombre de edad avanzada con una larga barba plateada, levantó una mano para silenciar el murmullo de la audiencia. A su lado, Cesare Moonlight, patriarca de una de las familias más poderosas del reino Fae y padre de Ian, observaba con una expresión severa. — Alexandra Selene —comenzó Luthien con una voz profunda y resonante—, te encuentras aquí para enfrentar el juicio de los sabios por tus acciones pasadas y por abandonar tus deberes como hija de la luna y guardiana del conocimiento. Alexa se mantuvo firme, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho. Sabía que este momento llegaría, y había pasado años preparándose mentalmente para ello. —Acepto mi juicio, Gran Sabio —respondió con voz clara—. Estoy aquí para enfrentar mis responsabilidades y para rectificar mis errores, si es que el consejo así lo considera. Luthien asintió solemnemente y continuó. —Alexandra Selene, se te acusa de los siguientes crímenes: primero, traición a tu comunidad y a tus juramentos; segundo, ser cómplice de Ian en el desequilibrio de los espíritus; tercero, romper tu juramento de castidad; cuarto, vivir fuera de las normas establecidas por nuestra sociedad; quinto incumplir la orden de este mismo consejo de contraer nupcias con Ian Moonlight y finalmente, bloquear tu magia, lo cual se toma como una grave ofensa a tu madre la diosa Selene. Sabia que la lista era corta pues no se menciono las vidas que había arrebatado en sus intentos por huir de los cazadores que la persiguieron durante años. Los murmullos crecieron entre la audiencia. Alexa sintió las miradas de los aldeanos sobre ella algunos llenos de reproche, otros de curiosidad y unos pocos de compasión. Sabía que muchos no comprendían la magnitud de su sacrificio. Pues no conocían la verdad del porque lo había hecho. Miro de reojo a su familia, le dolía hacerlos pasar por todo esto. —Lo que hice —dijo Alexa, con voz temblorosa pero firme—, lo hice para protegerme a mí misma y a aquellos que amo. Ian, el hombre con el que estaba destinada a unirme, no era el ser honorable que todos creíamos. Descubrí sus atrocidades y su deseo de usarme como una herramienta para obtener más poder. En un acto desesperado, sellé mi magia y mis dones para evitar que él pudiera usarlos para el mal. Me envolvió en sus trucos y engaños, enamorándome usando el vinculo de nuestra madre como herramienta para que me entregara a el uniendo nuestras almas. Levantó su brazo, mostrando la marca en su muñeca donde antes se encontraba el brazalete que sellaba sus dones. —Rompí aquel sello y volví tras el ataque de los corrompidos para curar a mis padres sin miedo a enfrentar las consecuencias de mis decisiones. Un murmullo más fuerte recorrió la sala cuando Cesare Moonlight, uno de los sabios, se levantó de su asiento. Con su porte imponente y su rostro severo, se acercó al centro de la sala, pidiendo la palabra. —Gran Sabio, solicito hablar —dijo Cesare con voz autoritaria. Luthien asintió, permitiéndole continuar. Cesare se volvió hacia Alexa, sus ojos verde grisáceos destellando con una mezcla de ira y desdén. —Alexa, tus acusaciones contra mi hijo son graves y carecen de fundamento. Ian es un legítimo hijo de la luna, bendecido por la diosa Selene. ¿Cómo te atreves a implicar que él sería capaz de tales atrocidades? Alexa lo miró directamente, sin amedrentarse. Sabia que seria momento de sacar a la luz su única carta, la que había mantenido oculta durante años, aunque su corazón dio una ligera punzada al pensar que iba a traicionar de alguna manera la confianza que el Ian que juraba amarla le había dado hace algunos años, alejo aquel pensamiento de su mente y hablo con decisión. —Hablamos del mismo Ian... ¿Verdad?... El que es tu hijo bastardo producto de uno de tus muchos amoríos extramaritales... Una exclamación colectiva lleno la sala, aquello era un secreto a voces, sin embargo nadie había podido confirmar que fuera cierto aunque era mas que sabido lo libertino que era el patriarca de la familia Moonlight. Alexa continuo hablando. —Ian es hijo de la luna, sí, pero también es mestizo de oscuridad. Nació una noche sin luna en el cielo, y esa ausencia de luz ha marcado su corazón. Su madre, una hechicera oscura, dejó su esencia en él. Él es víctima de una maldición por no haber nacido bajo la luz de la luna. Cesare apretó los puños, sus ojos brillando de furia. —¡Mentiras! —rugió—. Ian ha sido criado como un Moonlight, un hijo legítimo y digno de su linaje. Es un heredero bendecido, y tus palabras solo buscan deshonrar a nuestra familia. —La verdad no deshonra, Cesare —replicó Alexa con firmeza—. La verdad libera. Ian utilizó sus dones para el mal, aun cundo es producto de aquella locura oscura que he podido presenciar con mis propios ojos cuando la luna se ausenta en el cielo. Su voz se quebró al recordar las múltiples veces que vio con sus propios ojos como la oscuridad se apoderaba de aquel hombre y se trasformaba en un monstro sin escrúpulos dotado de los dones de la luna, una mezcla muy peligrosa. —El manipuló y traicionó. La maldición que lleva en su sangre no es culpa suya, pero las decisiones que tomó, sí lo son. Luthien levantó una mano para calmar la situación. —Basta —ordenó con voz firme—. La verdad será revelada bajo la luz de la luna menguante. Alexandra Selene, ¿Estás dispuesta a someterte a la prueba de la luna menguante para demostrar la veracidad de tus palabras? Alexa asintió sin dudar. —Sí, Gran Sabio. Estoy lista para enfrentar la verdad y las consecuencias que ella traiga. Luthien la observó con una expresión inescrutable. Vio como la luz ilumino a la joven mujer dejando ver el azul brillante de sus ojos y las runas iluminar el cuerpo femenino para después iluminarse las del salón dejando ver la luz azul brillante, Alexa sabia que decía la verdad, pues jamás mintió sobre amar a Ian o sobre no haber estado junto pues en mas de una ocasión callo en la tentación de estar entre los brazos de aquel hombre que la hacia arden solo con mirarla, después de un momento de silencio, habló de nuevo. —Tus palabras son sinceras, Alexandra. Ahora que sabemos del poder y la maldad de Ian, y comprendemos las razones detrás de tu huida. Sin embargo, el consejo debe decidir si tu sacrificio y tus acciones pueden ser perdonados. Se giró hacia los otros sabios, que empezaron a murmurar entre ellos. La tensión en la sala era palpable. La luna menguante, símbolo de la diosa Selene, funcionaba como un detector de mentiras, asegurando que la verdad prevaleciera en este juicio. Después de lo que pareció una eternidad, Luthien levantó una mano para silenciar el murmullo. —Hemos deliberado —anunció—. Alexandra Selene, en reconocimiento a tu sacrificio y al peligro que enfrentaste, el consejo ha decidido que tu castigo será exorcizar y capturar a todos los espíritus corrompidos por Ian. Además, deberás restaurar la confianza de nuestra comunidad y cumplir con tus responsabilidades como dama de noble cuna e hija de la luna. Solo entonces podrás ser perdonada y liberada de tu unión a Ian. Alexa asintió, sintiendo una mezcla de alivio y determinación. Sabía que la tarea que le esperaba sería ardua, pero estaba lista para enfrentarla. No solo por su libertad, sino también por la justicia y la protección de su comunidad. —Acepto mi castigo, Gran Sabio —dijo con firmeza—. Haré todo lo posible para corregir mis errores y proteger a nuestro pueblo. Con esas palabras, Alexa dio un paso adelante, lista para enfrentar los desafíos que le aguardaban y para redimir su nombre y su linaje. La sala de los sabios observó en silencio mientras la hija de la luna, la noble heredera de los Selene, se preparaba para una nueva batalla, una que definiría su destino y el de toda su comunidad.
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