"Templo Aihara"

En lo profundo de un bosque arropado por la bruma matinal, se encontraba un pequeño santuario, apenas conocido más allá de las colinas cercanas y localizable solo para aquellos que lo necesiten en ontrar. El sol se asomaba tímidamente, pintando con delicadeza las copas de los cerezos en flor y creando destellos dorados en las gotas de rocío que adornaban la hierba.

En medio de este paisaje de ensueño, una figura caminaba despacio, cada uno de sus pasos resonando con una serena calma. A simple vista, parecía un joven normal, vestido un elegante yukata, su rostro sereno y ojos de un profundo color zafito. Pero aquel que se acercara lo suficiente, notaría un brillo inusual en su mirada, una chispa de sabiduría ancestral oculta tras una capa de humanidad.

Disfrutaba de las cosas sencillas de la vida humana: el susurro del viento entre las hojas, el murmullo del arroyo cercano, el crujido de las ramas bajo sus pies.

El aroma de incienso llenaba el aire, mezclándose con el dulce perfume de los cerezos en flor. Cada rincón del santuario era un refugio de paz, un mundo aparte del bullicio y la agitación de los mortales. Aquí, el "Joven" encontraba su equilibrio, entre su naturaleza espiritual y su apariencia humana, disfrutando de un instante de eternidad en cada momento fugaz.

Koi Shikutee
"Templo Aihara" En lo profundo de un bosque arropado por la bruma matinal, se encontraba un pequeño santuario, apenas conocido más allá de las colinas cercanas y localizable solo para aquellos que lo necesiten en ontrar. El sol se asomaba tímidamente, pintando con delicadeza las copas de los cerezos en flor y creando destellos dorados en las gotas de rocío que adornaban la hierba. En medio de este paisaje de ensueño, una figura caminaba despacio, cada uno de sus pasos resonando con una serena calma. A simple vista, parecía un joven normal, vestido un elegante yukata, su rostro sereno y ojos de un profundo color zafito. Pero aquel que se acercara lo suficiente, notaría un brillo inusual en su mirada, una chispa de sabiduría ancestral oculta tras una capa de humanidad. Disfrutaba de las cosas sencillas de la vida humana: el susurro del viento entre las hojas, el murmullo del arroyo cercano, el crujido de las ramas bajo sus pies. El aroma de incienso llenaba el aire, mezclándose con el dulce perfume de los cerezos en flor. Cada rincón del santuario era un refugio de paz, un mundo aparte del bullicio y la agitación de los mortales. Aquí, el "Joven" encontraba su equilibrio, entre su naturaleza espiritual y su apariencia humana, disfrutando de un instante de eternidad en cada momento fugaz. [Noche_deKoi]
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