— Desde el fin de la segunda guerra mundial hemos estado pasando por un proceso lento de degradación. Económica, social, política. El período de prosperidad que vivimos desde los 60's hasta los 80's fue una especie de lucidez terminal japonesa.

‎ ‎ ‎ ‎ Después de ello el influjo cultural de occidente comenzó a devorar poco a poco nuestras entrañas, hasta arrebatarnos lo que como sociedad nos caracterizaba: aferrarnos a la tradición mientras innovábamos en tecnología.

‎ ‎ ‎ ‎ La sintomatología es clara y ha enfermado las leyes. Ahora el peso de estas nuevas leyes cae sin piedad, por ejemplo, sobre la mafia japonesa; el "mal necesario" como (nos) los llamaban. Pero favoreciendo a las mafias extranjeras.

‎ ‎ ‎ ‎ Pronto desaparecerá y el enemigo conocido que heredaba el código de honor 『武士道』será reemplazado por el enemigo desconocido『他国人』.

‎ ‎ ‎ ‎ Esta ciudad posiblemente caerá. No en el sentido más literal - ¿o quizás sí? - ; caerá desde sus cimientos culturales y no nos daremos cuenta hasta ser el patio trasero de...

‎ ‎ ‎ ‎ No hace falta decir de quién. —
— Desde el fin de la segunda guerra mundial hemos estado pasando por un proceso lento de degradación. Económica, social, política. El período de prosperidad que vivimos desde los 60's hasta los 80's fue una especie de lucidez terminal japonesa. ‎ ‎ ‎ ‎ Después de ello el influjo cultural de occidente comenzó a devorar poco a poco nuestras entrañas, hasta arrebatarnos lo que como sociedad nos caracterizaba: aferrarnos a la tradición mientras innovábamos en tecnología. ‎ ‎ ‎ ‎ La sintomatología es clara y ha enfermado las leyes. Ahora el peso de estas nuevas leyes cae sin piedad, por ejemplo, sobre la mafia japonesa; el "mal necesario" como (nos) los llamaban. Pero favoreciendo a las mafias extranjeras. ‎ ‎ ‎ ‎ Pronto desaparecerá y el enemigo conocido que heredaba el código de honor 『武士道』será reemplazado por el enemigo desconocido『他国人』. ‎ ‎ ‎ ‎ Esta ciudad posiblemente caerá. No en el sentido más literal - ¿o quizás sí? - ; caerá desde sus cimientos culturales y no nos daremos cuenta hasta ser el patio trasero de... ‎ ‎ ‎ ‎ No hace falta decir de quién. —
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