EL DESCONOCIDO
Gritó de frustración. Soltó el maletín donde llevaba sus cosas de trabajo y se dejó caer en la cama, siendo seguida por un preocupado Baxter que reclamaba mimos para espantar los demonios interiores de Tahara. Sus pequeños gruñidos obligaron a la chica de ojos verdes a abrir los ojos y acariciarlo, olvidándose por unos minutos de sus problemas laborales.
Pocas veces se había visto en una situación similar. También era cierto que fue la última incorporación bajo el ala de García, pero munca había fallado en sus objetivos. Este se le escapaba como la arena entre los dedos.
Tahara no era muy propensa a pedir ayuda, pero ya era la tercera vez que ese maldito cabrón se libraba de una bala en la cabeza. Necesitaba ayuda urgentemente, así que buscó entre los pocos contactos que tenía en su móvil forrado por completo de negro y marcó un número que hacía mucho tiempo que no conversaba.
Cuando oyó un suspiro al otro lado de la línea, murmuró:
—A las cinco en el Astoria. Un vaso de leche y al rincón de siempre.
Pocas veces se había visto en una situación similar. También era cierto que fue la última incorporación bajo el ala de García, pero munca había fallado en sus objetivos. Este se le escapaba como la arena entre los dedos.
Tahara no era muy propensa a pedir ayuda, pero ya era la tercera vez que ese maldito cabrón se libraba de una bala en la cabeza. Necesitaba ayuda urgentemente, así que buscó entre los pocos contactos que tenía en su móvil forrado por completo de negro y marcó un número que hacía mucho tiempo que no conversaba.
Cuando oyó un suspiro al otro lado de la línea, murmuró:
—A las cinco en el Astoria. Un vaso de leche y al rincón de siempre.
Gritó de frustración. Soltó el maletín donde llevaba sus cosas de trabajo y se dejó caer en la cama, siendo seguida por un preocupado Baxter que reclamaba mimos para espantar los demonios interiores de Tahara. Sus pequeños gruñidos obligaron a la chica de ojos verdes a abrir los ojos y acariciarlo, olvidándose por unos minutos de sus problemas laborales.
Pocas veces se había visto en una situación similar. También era cierto que fue la última incorporación bajo el ala de García, pero munca había fallado en sus objetivos. Este se le escapaba como la arena entre los dedos.
Tahara no era muy propensa a pedir ayuda, pero ya era la tercera vez que ese maldito cabrón se libraba de una bala en la cabeza. Necesitaba ayuda urgentemente, así que buscó entre los pocos contactos que tenía en su móvil forrado por completo de negro y marcó un número que hacía mucho tiempo que no conversaba.
Cuando oyó un suspiro al otro lado de la línea, murmuró:
—A las cinco en el Astoria. Un vaso de leche y al rincón de siempre.
Tipo
Individual
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible