Llegó a aquel local y una chica con el cuerpo atiborrado de tatuajes y piercings le da la bienvenida, aquella muchacha le pide que se alce la blusa y nota que su piel aún conserva algunos cortes en la zona del abdomen y ese tatuaje de paloma que se hizo en un arranque de locura. La dependiente le dice que sí puede hacerse el piercing, ella le enseña imágenes de algunas clientas y se decide por un modelo discreto y bonito.

Ella la hace pasar a una habitación y un hombretón con barba igualmente ataviado de tatuajes le dice que se acueste; se le nota nerviosa y él le hace bromas acerca de su piercing el cual le arranca algunas carcajadas. Le ordena alzar su blusa y el hombre increíblemente le da un peluche de ovejita para que pueda abrazar y así olvidarse del miedo.

Después de una hora, el tatuador por fin le dice que terminó de ponerle el piercing. Ella se pone de pie para mirar su vientre en el espejo el cual está adornado con el piercing en el ombligo. Sonríe complacida al verlo y luego de pagar y devolver el peluche se va.