—Oh mierda...
Finalmente volvió al palacio y apenas si podía seguir de pie.
Tras su presentación al infierno y forzarse más de lo que debería, terminó cayendo de rodillas al pido, respirando agitado, sujetándose el vientre.
De nuevo pudo ver la mancha de sangre corriendo por sus piernas y empapando el traje blanco, maldiciendo no poder curar rápido hasta no recuperar del todo su energía por al menos un par de días más.
—No quiero que nadie... NADIE entre en mi alcoba.
Ordenó a sus sirvientes, poniéndose de pie a duras penas para volver a la habitación, cambiarse, limpiar la sangre y envolverse entre las mantas.
Rebuscó en su cajón aquellas pastillas de nuevo, tomando un par además de pedir a otro diablillo un té con la poción que su suegro le había llevado antes, esperaba aquello ayudara.
Finalmente volvió al palacio y apenas si podía seguir de pie.
Tras su presentación al infierno y forzarse más de lo que debería, terminó cayendo de rodillas al pido, respirando agitado, sujetándose el vientre.
De nuevo pudo ver la mancha de sangre corriendo por sus piernas y empapando el traje blanco, maldiciendo no poder curar rápido hasta no recuperar del todo su energía por al menos un par de días más.
—No quiero que nadie... NADIE entre en mi alcoba.
Ordenó a sus sirvientes, poniéndose de pie a duras penas para volver a la habitación, cambiarse, limpiar la sangre y envolverse entre las mantas.
Rebuscó en su cajón aquellas pastillas de nuevo, tomando un par además de pedir a otro diablillo un té con la poción que su suegro le había llevado antes, esperaba aquello ayudara.
—Oh mierda...
Finalmente volvió al palacio y apenas si podía seguir de pie.
Tras su presentación al infierno y forzarse más de lo que debería, terminó cayendo de rodillas al pido, respirando agitado, sujetándose el vientre.
De nuevo pudo ver la mancha de sangre corriendo por sus piernas y empapando el traje blanco, maldiciendo no poder curar rápido hasta no recuperar del todo su energía por al menos un par de días más.
—No quiero que nadie... NADIE entre en mi alcoba.
Ordenó a sus sirvientes, poniéndose de pie a duras penas para volver a la habitación, cambiarse, limpiar la sangre y envolverse entre las mantas.
Rebuscó en su cajón aquellas pastillas de nuevo, tomando un par además de pedir a otro diablillo un té con la poción que su suegro le había llevado antes, esperaba aquello ayudara.
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