Desde que había comenzado a trabajar como guardaespaldas debido a una lesión en mi brazo mis niveles de paciencia se ponían a flor de piel cada día, usualmente era tranquilo hacia mi trabajo y no me involucraba tanto en la vida de mi cliente pero me era imposible cuando su vida era un carrusel que subía y bajaba constantemente.

Estaba en la cocina afilando cuchillos con cuidado, sobre todo para no salir cortado en el proceso ,pero con suficiente paciencia para pasar el filo del cuchillo por la piedra una y otra vez hasta que quedara perfecto, perdido en el movimiento hasta que escuche un ruido venir de la habitación de mi cliente, por qué si ... Vivíamos juntos al ser vigilancia las 24 horas.

—Ahora que ...— susurré en un ligero suspiro dejando el cuchillo de lado para limpiar mis manos algo húmedas por el agua con la toalla para dirigirme a su habitación abriendo la puerta sin siquiera preguntar si podía pasar, mala costumbre mia de la milicia.

—¿Que estás haciendo?—