Lu Guang, el maestro de Ayla, le regaló un par de vestidos de su difunta mujer cuando aún era pequeña, pero hasta que no terminó de crecer no pudo usarlos porque le quedaban grandes. Ahora que sí le están le apena estropearlos, y como tampoco encuentra una buena ocasión para ponérselos simplemente los guarda como oro en paño. Eso no quita que a veces, cuando no tiene nada que hacer, se vista con ellos y observe frente al espejo lo hermosos que son.
Lu Guang, el maestro de Ayla, le regaló un par de vestidos de su difunta mujer cuando aún era pequeña, pero hasta que no terminó de crecer no pudo usarlos porque le quedaban grandes. Ahora que sí le están le apena estropearlos, y como tampoco encuentra una buena ocasión para ponérselos simplemente los guarda como oro en paño. Eso no quita que a veces, cuando no tiene nada que hacer, se vista con ellos y observe frente al espejo lo hermosos que son.