— ¡AREN! ¡Te dije que tengas cuidado cuando juegas con la pelota! — Un joven de cabello rubio, veinte y tantos, con el ceño fruncido y múltiples cicatrices a lo largo de su cuerpo observaba de brazos cruzados a un pequeño, bastante parecido a él, al que se le había escapado la pelota al patio de al lado en medio de sus juegos. Suspiró cuando vio que estaba lagrimeando y se agachó a su altura para abrazarlo. — Ya... Tranquilo, está bien. Yo me ocupo de recuperar tu pelota de futbol, ¿Si? Pero que no vuelva a pasar. —

El pequeño asintió, con una pequeña sonrisa, y se fue corriendo adentro. El rubio mayor regresó adentro para poder salir a la calle, encendió un cigarrillo y tocó la puerta de su vecino/a. Primer día y ya habían hecho problemas... Definitivamente no era el mejor modo de llegar a un barrio nuevo.