Vidrio Quebrado
Era ya las altas horas de la noche, no se encontraba ningún alma merodeando entre las calles y el único ruido que se podía percibir era el canto nocturno de los grillos. Las grandes y viejas lámparas titilaban cada segundo, amenazando con apagarse en cualquier momento y dejar indefensa a la pobre alma que se encuentre a esas horas en el parque más concurrido del barrio.
Era sentido común que en un barrio con actividad delictiva, nadie estaría a estar horas afuera de su fuerte protector llamado hogar. Quién le gustaría más estar a la merced de la oscuridad? Donde cualquiera podría acorralarte tal presa y hacer lo que quiera contigo.
Swan. A Swan le gusta estar más fuera de ese infierno llamado hogar o mejor dicho casa que dentro.
Dentro de esas limitantes cuatro paredes se encontraban los demonios que lo atormentaban cada día, cada tarde, cada noche con sus gritos ensordecedores y gratuitos golpes que alimentaba el rencor de Swan contra ellos.
Hoy fue una de esas noches en la cual como un cobarde, escapo de su hogar para estar sentado como idiota en una de las bancas del parque. Todo ahora es muy borroso para recordar cuál fue el detonante para tal pelea o lo que sucedió, todo fue tan rápido y agobiante, pero aún recordaba los sentimientos que aún le quemaban por dentro.
Con una de sus manos aún temblorosas se tocó la mejilla, sintiendo la aún caliente piel que lentamente se tornaba de un color violeta e inflamaba, bufando al sentir el dolor aun persistiendo vigorosamente. El humo del cigarro que sostenía entre sus delgados dedos volaba a la par con la brisa mientras él daba una calada a la relajante nicotina y la expulsaba por sus orificios nasales.
Aun así y con el cigarro, el gótico no pudo aguantar morderse el labio inferior. Él sabía que estaba solo, si quería llorar, él podía, nadie iba a presenciar su patético estado al fin y al cabo. Pero el hábito de guardar silencio no lo dejaba, restringiendo a las lágrimas de caer con todas sus fuerzas. La vergüenza era abrumadora y lo único que podía hacer ahora como consuelo, era esconderse...como siempre.
Derrotado, Swan dejo caer su cabeza hacia adelante, su pomposo y desordenado pelo negro cubriendo su cara por completo. Su cuerpo ahora inmóvil, su respiración ahogada y el cigarrillo ahora olvidado, lentamente consumiéndose y llenando el lugar con el aroma a tabaco.
Era sentido común que en un barrio con actividad delictiva, nadie estaría a estar horas afuera de su fuerte protector llamado hogar. Quién le gustaría más estar a la merced de la oscuridad? Donde cualquiera podría acorralarte tal presa y hacer lo que quiera contigo.
Swan. A Swan le gusta estar más fuera de ese infierno llamado hogar o mejor dicho casa que dentro.
Dentro de esas limitantes cuatro paredes se encontraban los demonios que lo atormentaban cada día, cada tarde, cada noche con sus gritos ensordecedores y gratuitos golpes que alimentaba el rencor de Swan contra ellos.
Hoy fue una de esas noches en la cual como un cobarde, escapo de su hogar para estar sentado como idiota en una de las bancas del parque. Todo ahora es muy borroso para recordar cuál fue el detonante para tal pelea o lo que sucedió, todo fue tan rápido y agobiante, pero aún recordaba los sentimientos que aún le quemaban por dentro.
Con una de sus manos aún temblorosas se tocó la mejilla, sintiendo la aún caliente piel que lentamente se tornaba de un color violeta e inflamaba, bufando al sentir el dolor aun persistiendo vigorosamente. El humo del cigarro que sostenía entre sus delgados dedos volaba a la par con la brisa mientras él daba una calada a la relajante nicotina y la expulsaba por sus orificios nasales.
Aun así y con el cigarro, el gótico no pudo aguantar morderse el labio inferior. Él sabía que estaba solo, si quería llorar, él podía, nadie iba a presenciar su patético estado al fin y al cabo. Pero el hábito de guardar silencio no lo dejaba, restringiendo a las lágrimas de caer con todas sus fuerzas. La vergüenza era abrumadora y lo único que podía hacer ahora como consuelo, era esconderse...como siempre.
Derrotado, Swan dejo caer su cabeza hacia adelante, su pomposo y desordenado pelo negro cubriendo su cara por completo. Su cuerpo ahora inmóvil, su respiración ahogada y el cigarrillo ahora olvidado, lentamente consumiéndose y llenando el lugar con el aroma a tabaco.
Era ya las altas horas de la noche, no se encontraba ningún alma merodeando entre las calles y el único ruido que se podía percibir era el canto nocturno de los grillos. Las grandes y viejas lámparas titilaban cada segundo, amenazando con apagarse en cualquier momento y dejar indefensa a la pobre alma que se encuentre a esas horas en el parque más concurrido del barrio.
Era sentido común que en un barrio con actividad delictiva, nadie estaría a estar horas afuera de su fuerte protector llamado hogar. Quién le gustaría más estar a la merced de la oscuridad? Donde cualquiera podría acorralarte tal presa y hacer lo que quiera contigo.
Swan. A Swan le gusta estar más fuera de ese infierno llamado hogar o mejor dicho casa que dentro.
Dentro de esas limitantes cuatro paredes se encontraban los demonios que lo atormentaban cada día, cada tarde, cada noche con sus gritos ensordecedores y gratuitos golpes que alimentaba el rencor de Swan contra ellos.
Hoy fue una de esas noches en la cual como un cobarde, escapo de su hogar para estar sentado como idiota en una de las bancas del parque. Todo ahora es muy borroso para recordar cuál fue el detonante para tal pelea o lo que sucedió, todo fue tan rápido y agobiante, pero aún recordaba los sentimientos que aún le quemaban por dentro.
Con una de sus manos aún temblorosas se tocó la mejilla, sintiendo la aún caliente piel que lentamente se tornaba de un color violeta e inflamaba, bufando al sentir el dolor aun persistiendo vigorosamente. El humo del cigarro que sostenía entre sus delgados dedos volaba a la par con la brisa mientras él daba una calada a la relajante nicotina y la expulsaba por sus orificios nasales.
Aun así y con el cigarro, el gótico no pudo aguantar morderse el labio inferior. Él sabía que estaba solo, si quería llorar, él podía, nadie iba a presenciar su patético estado al fin y al cabo. Pero el hábito de guardar silencio no lo dejaba, restringiendo a las lágrimas de caer con todas sus fuerzas. La vergüenza era abrumadora y lo único que podía hacer ahora como consuelo, era esconderse...como siempre.
Derrotado, Swan dejo caer su cabeza hacia adelante, su pomposo y desordenado pelo negro cubriendo su cara por completo. Su cuerpo ahora inmóvil, su respiración ahogada y el cigarrillo ahora olvidado, lentamente consumiéndose y llenando el lugar con el aroma a tabaco.
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Individual
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