𝙏𝙖𝙡𝙚 𝙖𝙨 𝙤𝙡𝙙 𝙖𝙨 𝙩𝙞𝙢𝙚.
A primera hora de la mañana, unos desagradables golpes en la puerta le sacaron de su plácido sueño.
—Alteza, sus padres requieren su presencia en el salón del trono para la visita de la princesa Mithrella Elentari.
Respondió al sirviente con un vago gruñido, pero se levantó igualmente apenas unos minutos después. No podría decirse que estuviera deseando conocer a la que sería su prometida, pero era su obligación, así que se dispuso a prepararse meticulosamente. El baño fue más largo de lo habitual; el agua tibia calmando su mente inquieta, pero sin borrar la tensión que sentía en el estómago. Mientras se ajustaba la camisa del traje negro, notó que las manos le temblaban ligeramente. A pesar de su juventud, comprendía perfectamente las expectativas que recaían sobre sus hombros. Como príncipe heredero, cada gesto y palabra suya tenían un peso significativo tanto para su familia como para el reino que un día gobernaría.
Con el traje perfectamente colocado, adornó su cabeza con su corona familiar, una reliquia que simbolizaba generaciones de gobierno sabio y estable. Una vez listo, se dirigió obedientemente a la sala del trono. Mientras sus pies lo guiaban a ella por inercia, reflexionaba sobre la incertidumbre del futuro matrimonio. No solo estaba en juego su propia felicidad, sino la estabilidad de los reinos que ambos representaban.
A esa hora matutina, no sabía si los invitados desayunarían con ellos, pero al llegar al salón principal, solo encontró a sus padres, cada uno en su majestuoso trono. Con una reverencia respetuosa, saludó a su madre y a su padre.
— Madre. Padre —pronunció con voz firme, aunque internamente sentía un nudo en el estómago.
— Hoy es un día muy importante, cariño. ¿Estás nervioso? —preguntó la reina con tono afectuoso.
— En absoluto, madre. Ahora mismo tengo más sueño que nervios —respondió con una sonrisa ensayada, ocultando hábilmente su verdadera ansiedad.
— Espero que no tengas ningún otro motivo para esa somnolencia más allá de las ansias por conocer a Lady Elentari—replicó el rey con una mirada penetrante, obteniendo un asentimiento inmediato de su hijo—. Vuestro matrimonio es fundamental para la prosperidad de ambos reinos.
William asintió en silencio, asimilando las palabras de su padre. Era consciente de la importancia estratégica de su unión con Mithrella, pero también ansiaba la posibilidad de que el matrimonio pudiera traer algo más que alianzas políticas.
De pronto, las puertas principales de la sala se abrieron con solemnidad y una pequeña comitiva entró, encabezada por la princesa Mithrella Elentari. El momento crucial había llegado, y William se preparó para enfrentar lo que el destino había dispuesto para él.
—Alteza, sus padres requieren su presencia en el salón del trono para la visita de la princesa Mithrella Elentari.
Respondió al sirviente con un vago gruñido, pero se levantó igualmente apenas unos minutos después. No podría decirse que estuviera deseando conocer a la que sería su prometida, pero era su obligación, así que se dispuso a prepararse meticulosamente. El baño fue más largo de lo habitual; el agua tibia calmando su mente inquieta, pero sin borrar la tensión que sentía en el estómago. Mientras se ajustaba la camisa del traje negro, notó que las manos le temblaban ligeramente. A pesar de su juventud, comprendía perfectamente las expectativas que recaían sobre sus hombros. Como príncipe heredero, cada gesto y palabra suya tenían un peso significativo tanto para su familia como para el reino que un día gobernaría.
Con el traje perfectamente colocado, adornó su cabeza con su corona familiar, una reliquia que simbolizaba generaciones de gobierno sabio y estable. Una vez listo, se dirigió obedientemente a la sala del trono. Mientras sus pies lo guiaban a ella por inercia, reflexionaba sobre la incertidumbre del futuro matrimonio. No solo estaba en juego su propia felicidad, sino la estabilidad de los reinos que ambos representaban.
A esa hora matutina, no sabía si los invitados desayunarían con ellos, pero al llegar al salón principal, solo encontró a sus padres, cada uno en su majestuoso trono. Con una reverencia respetuosa, saludó a su madre y a su padre.
— Madre. Padre —pronunció con voz firme, aunque internamente sentía un nudo en el estómago.
— Hoy es un día muy importante, cariño. ¿Estás nervioso? —preguntó la reina con tono afectuoso.
— En absoluto, madre. Ahora mismo tengo más sueño que nervios —respondió con una sonrisa ensayada, ocultando hábilmente su verdadera ansiedad.
— Espero que no tengas ningún otro motivo para esa somnolencia más allá de las ansias por conocer a Lady Elentari—replicó el rey con una mirada penetrante, obteniendo un asentimiento inmediato de su hijo—. Vuestro matrimonio es fundamental para la prosperidad de ambos reinos.
William asintió en silencio, asimilando las palabras de su padre. Era consciente de la importancia estratégica de su unión con Mithrella, pero también ansiaba la posibilidad de que el matrimonio pudiera traer algo más que alianzas políticas.
De pronto, las puertas principales de la sala se abrieron con solemnidad y una pequeña comitiva entró, encabezada por la princesa Mithrella Elentari. El momento crucial había llegado, y William se preparó para enfrentar lo que el destino había dispuesto para él.
A primera hora de la mañana, unos desagradables golpes en la puerta le sacaron de su plácido sueño.
—Alteza, sus padres requieren su presencia en el salón del trono para la visita de la princesa Mithrella Elentari.
Respondió al sirviente con un vago gruñido, pero se levantó igualmente apenas unos minutos después. No podría decirse que estuviera deseando conocer a la que sería su prometida, pero era su obligación, así que se dispuso a prepararse meticulosamente. El baño fue más largo de lo habitual; el agua tibia calmando su mente inquieta, pero sin borrar la tensión que sentía en el estómago. Mientras se ajustaba la camisa del traje negro, notó que las manos le temblaban ligeramente. A pesar de su juventud, comprendía perfectamente las expectativas que recaían sobre sus hombros. Como príncipe heredero, cada gesto y palabra suya tenían un peso significativo tanto para su familia como para el reino que un día gobernaría.
Con el traje perfectamente colocado, adornó su cabeza con su corona familiar, una reliquia que simbolizaba generaciones de gobierno sabio y estable. Una vez listo, se dirigió obedientemente a la sala del trono. Mientras sus pies lo guiaban a ella por inercia, reflexionaba sobre la incertidumbre del futuro matrimonio. No solo estaba en juego su propia felicidad, sino la estabilidad de los reinos que ambos representaban.
A esa hora matutina, no sabía si los invitados desayunarían con ellos, pero al llegar al salón principal, solo encontró a sus padres, cada uno en su majestuoso trono. Con una reverencia respetuosa, saludó a su madre y a su padre.
— Madre. Padre —pronunció con voz firme, aunque internamente sentía un nudo en el estómago.
— Hoy es un día muy importante, cariño. ¿Estás nervioso? —preguntó la reina con tono afectuoso.
— En absoluto, madre. Ahora mismo tengo más sueño que nervios —respondió con una sonrisa ensayada, ocultando hábilmente su verdadera ansiedad.
— Espero que no tengas ningún otro motivo para esa somnolencia más allá de las ansias por conocer a Lady Elentari—replicó el rey con una mirada penetrante, obteniendo un asentimiento inmediato de su hijo—. Vuestro matrimonio es fundamental para la prosperidad de ambos reinos.
William asintió en silencio, asimilando las palabras de su padre. Era consciente de la importancia estratégica de su unión con Mithrella, pero también ansiaba la posibilidad de que el matrimonio pudiera traer algo más que alianzas políticas.
De pronto, las puertas principales de la sala se abrieron con solemnidad y una pequeña comitiva entró, encabezada por la princesa Mithrella Elentari. El momento crucial había llegado, y William se preparó para enfrentar lo que el destino había dispuesto para él.
Tipo
Grupal
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible