En la siniestra oscuridad de aquel Templo Oculto, Tiniebla majestuosa se engrandecía, señora de todos los rincones. Las velas, con su luz sutil, no lograban desafiar la oscuridad. Desde lo abisal del santuario, comenzaron a manifestarse siseos serpentinos, rompiendo el silencio opresivo, sembrando un terror siniestro en aquel frio lugar.
Gazú, se hallaba absorto en su meditación, sus manos intentaban recrear antiguos simbolismos ocultistas. Su meditación y enfoque se movía al compás del susurro tenebroso y el canto de las serpientes... El templo, poco a poco, se sumía en una oscuridad más intensa y un silencio más absoluto... Pero Gazú, inmóvil, seguía sumido en su profunda reflexión, ajeno al mundo, conectado con algo más allá de lo imagínable.
Gazú, se hallaba absorto en su meditación, sus manos intentaban recrear antiguos simbolismos ocultistas. Su meditación y enfoque se movía al compás del susurro tenebroso y el canto de las serpientes... El templo, poco a poco, se sumía en una oscuridad más intensa y un silencio más absoluto... Pero Gazú, inmóvil, seguía sumido en su profunda reflexión, ajeno al mundo, conectado con algo más allá de lo imagínable.
En la siniestra oscuridad de aquel Templo Oculto, Tiniebla majestuosa se engrandecía, señora de todos los rincones. Las velas, con su luz sutil, no lograban desafiar la oscuridad. Desde lo abisal del santuario, comenzaron a manifestarse siseos serpentinos, rompiendo el silencio opresivo, sembrando un terror siniestro en aquel frio lugar.
Gazú, se hallaba absorto en su meditación, sus manos intentaban recrear antiguos simbolismos ocultistas. Su meditación y enfoque se movía al compás del susurro tenebroso y el canto de las serpientes... El templo, poco a poco, se sumía en una oscuridad más intensa y un silencio más absoluto... Pero Gazú, inmóvil, seguía sumido en su profunda reflexión, ajeno al mundo, conectado con algo más allá de lo imagínable.
