𝘋𝘢𝘯𝘤𝘦 𝘸𝘪𝘵𝘩 𝘮𝘦.
Los nervios recorrían cada célula de su cuerpo mientras subía las escaleras hacia los aposentos de su tía, buscando hacer el menor ruido posible y evidentemente el no ser visto. Que el castillo pareciese tan tranquilo últimamente no lo relajaba, sino todo lo contrario.
Una vez frente a la puerta, tocó la puerta tres veces, después de una breve pausa, otras dos y finalmente, una vez más. No sabía de cuánto tiempo dispondría antes de recibir una respuesta, así que trató de arreglarse apresuradamente el cabello.
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
La ansiedad devoraba a Helaena con una tenacidad inexorable. Las dos copas de vino, previsoramente llenadas, reposaban en la mesita junto al diván, frente al hogar encendido. Entre los beneficios de pernoctar en aposentos distintos a los de su consorte, destacaba no solo la libertad de recibir visitas anheladas, sino también la preservación intacta de su propia reserva vinícola.
Al percibir el golpeteo en clave convenida, se irguió con celeridad, ajustando su vestimenta y arreglando su cabello mientras se reflejaba en el espejo durante su precipitado avance hacia la puerta.
Sin emitir palabra de bienvenida, sus manos se aferraron al príncipe, introduciéndolo bruscamente y cerrando la puerta de inmediato.
—— ¿Alguien os ha divisado de camino?
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
Tal vez en alguna otra circunstancia se hubiese permitido bromear por las ansias ajenas, pero en su situación era inevitable temer a ser descubierto.
— Nadie, está todo absolutamente vacío. ¿Acaso ocurría algo hoy que no se me haya comunicado?
Una pequeña sonrisa hizo mella en su expresión solemne, ya que su mirada instintivamente había divagado por un momento, perdiéndose en la belleza de su amada.
— ¿Cómo puede continuar tan hermosa y radiante a estas horas? —Gentilmente tomó la mano de la fémina y apoyó sus labios sobre el dorso de la misma durante unos instantes—. Le agradezco que haya decidido invitarme.
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
Estaba a punto de manifestar su desconocimiento sobre el asunto, mencionando que desde la aurora la Fortaleza se encontraba sumida en una agitación inusitada. No obstante, sus palabras fueron truncadas por la adulación y el beso que depositó sobre el dorso de su mano. Bendita penumbra que ocultaba su rubor; las escasas velas no bastaban para desvelar tal reacción fisiológica.
—— No merecéis menos que una apariencia presentable —— expresó, conteniendo el impulso de revelar que había dedicado al menos treinta minutos a su preparación, pues aquello disiparía el encanto del momento.
Con delicadeza, entrelazó aquella mano con la suya.
—— Estáis... tan apuesto como corresponde a un legítimo heredero al trono. Las cortesanas hablan frecuentemente de vos, mi príncipe. Incluso las ciervas no pueden evitar dirigir miradas anhelantes en vuestra dirección; las he sorprendido con esos ojillos que os observan de manera tan sugestiva.
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
La ligera timidez escondida en las palabras ajenas le hizo sonreír, aunque esta vez fue su turno de enrojecer ante la imagen de sus manos entrelazadas, sumada a las palabras que recibió en respuesta. Para cualquier otra persona y su persona amada, eso no significaría gran cosa, desde luego, pero para ellos lo era todo.
A duras penas logró contener la expresión de sorpresa que apareció en su rostro, pues él no era consciente de recibir tales miradas. No obstante, no solía prestar atención a otras damas que no fueran su madre o su amada, así que con motivo no se había percatado.
— Sin embargo, todo cuánto yo me pregunto es: ¿Recibo esa misma mirada de la mujer de mis anhelos?
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
—— No... mi mirada difiere completamente de eso. —— No era lascivia ni un ansia de poder lo que la impulsaba. Su sobrino evocaba en ella un torrente de emociones inefables que la dejaban muda en los momentos más cruciales. Explicarle esto resultaba una tarea ardua. Helaena no era tímida, sino más bien... reservada, quizás.
Avanzó un paso medido. Las yemas de sus dedos ascendieron para recorrer el rostro del príncipe, tratando de grabar el tacto en su memoria. Piel suave, facciones implacables, un mentón que primigeniamente anhelaba morder.
—— ¿Rememoráis la noche en que os visité? —— Estaba ebrio, golpeado, colérico. La cena familiar había resultado en desastre. El corazón de la princesa se había contraído aquel día, pero nada la había disuadido de cumplir su propósito. —— Sólo un par de horas antes habíamos bailado.
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
— Me alegra que no tengáis la menor duda de a quién me refiero con ese sobrenombre—. Comentó, aunque las acciones adversas no tardaron en acaparar toda su atención.
Inevitablemente su piel parecía tornarse rojiza allá donde la rubia lo tocaba, haciéndole perder por completo las nociones del tiempo y del espacio. Su cuerpo parecía inclinarse ligeramente hacia ella de manera instintiva, aunque se detuvo ante el recuerdo de la escena. En ocasiones su conciencia todavía lo torturaba por sus acciones de aquel día.
— Si le soy sincero, no creo que pudiese olvidarla bajo ninguna circunstancia.
Se permitió llevar una de sus manos a la cintura ajena, siempre actuando con delicadeza y dándole tiempo a apartarse o a comunicarle si sentía cualquier tipo de incomodidad.
— Sé que ahora no tenemos música, pero... ¿me concedería un baile?
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
En lo más recóndito de su ser, ella sabía que los cuidados excesivos de Jacaerys eran la fuerza motriz que la impulsaba a seguir adelante. Aguardaba con inquietud el momento en que su osadía pudiera estrellarse contra la fría realidad. ¿Podía considerarse delictivo el placer que sentía al tener su mano firme en la cintura? ¿Sería condenable el hecho de que sus propios brazos, en un gesto inconsciente, se enredaran alrededor de sus hombros para acercarse a su pecho?
En última instancia, aquello que permanece en la penumbra del conocimiento ajeno no puede infligir dolor a nadie: ni a Aegon, ni a Baela.
Halló una resolución tácita al aceptar la invitación iniciando los pasos por su propia cuenta. Como siempre que cruzaba el umbral de sus aposentos, se encontraba descalza, lo que le confería la licencia para posar sus pies delicadamente sobre las botas de su sobrino, sintiendo la sólida protección del cuero.
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
En lo más profundo de su ser, Jacaerys esperaba que su sobreprotección no resultase excesiva o cargante. Sin embargo, en aquel santuario privado de sus aposentos, donde las normas y deberes parecían desvanecerse, se permitían explorar la delicada línea entre el deber y el deseo sin pensar en nada más allá de eso.
Al ver aceptada su invitación, Jacaerys cruzó el umbral de lo correcto con la certeza silenciosa de que, entre susurros y gestos inadvertidos, podían ser ellos mismos. Helaena se encontraba descalza sobre sus botas, lo cual le confería una licencia implícita para acercarse más de lo que las formalidades permitían.
Con cada roce de manos y cada mirada cómplice, la tensión entre ellos se intensificaba. El joven príncipe se sentía embriagado por la cercanía física entre ambos, por la sensación de que podía ser vulnerable y auténtico con Hela de una manera que nunca había experimentado antes.
Solamente el ligero sonido de sus pasos unidos parecía romper el silencio de la sala, dejando que sus movimientos guiados por el corazón llenaran el espacio entre ellos. Sin palabras, encontraron un ritmo natural, como si sus almas estuvieran entrelazadas en una danza etérea que solo ellos podían comprender.
El tiempo parecía detenerse mientras giraban juntos en la penumbra, cada movimiento hablando más que cualquier conversación. No obstante, en medio de la serenidad compartida, se escucharon pasos apresurados acercándose a la puerta. Jacaerys se separó de la fémina con rapidez, buscando recomponer su compostura a pesar de la mirada de culpabilidad que le dedicó por un instante.
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
En un escenario desprovisto de sonoridad, se entrelazan en una coreografía silenciosa. Sus cuerpos, en perfecta sincronía rítmica, ejecutan movimientos previamente interiorizados y ensayados durante toda la niñez. Tienen suficientes bailes encima como para saber moverse sin una banda de fondo. Los arcos plantares descalzos se alinean con los empeines de cuero en un equilibrio meticuloso, casi geométrico. La ausencia de sonido magnifica la armonía de sus ademanes y la complicidad que los entrelaza.
—— Yo… —— hasta que es apartada abruptamente. No lo culpa; comprende y colabora en ejecutar un respingo que los mantiene a una distancia prudente de miradas extrañas.
Los pasos se acercan, suenan demasiado seguros de sí mismos para creer que pasarán de largo. Está próximos. Tocan la puerta.
—— A- Adelante. —— A los dioses ruega que no sea su madre, no tiene cómo justificar haber metido a un hombre a sus aposentos a esta hora. Pues no, es la criada número doscientos veinte (han pasado tantas que no recuerda los nombres).
"𝘗𝘳𝘪𝘯𝘤𝘦𝘴𝘢" no pasa desapercibido el príncipe, y seguro tiene la directiva de informar una visita semejante a la progenitora. Tenue reverencia les dedica. "𝘗𝘳𝘪́𝘯𝘤𝘪𝘱𝘦. 𝘉𝘶𝘦𝘯𝘢𝘴 𝘯𝘰𝘤𝘩𝘦𝘴. 𝘗𝘢𝘴𝘢𝘣𝘢 𝘢 𝘱𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵𝘢𝘳 𝘴𝘪 𝘥𝘦𝘴𝘦𝘢𝘣𝘢 𝘴𝘶... 𝒕𝒐́𝒏𝒊𝒄𝒐 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘥𝘰𝘳𝘮𝘪𝘳".
—— No. Estoy bien. Retírate, por favor…
Una vez frente a la puerta, tocó la puerta tres veces, después de una breve pausa, otras dos y finalmente, una vez más. No sabía de cuánto tiempo dispondría antes de recibir una respuesta, así que trató de arreglarse apresuradamente el cabello.
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
La ansiedad devoraba a Helaena con una tenacidad inexorable. Las dos copas de vino, previsoramente llenadas, reposaban en la mesita junto al diván, frente al hogar encendido. Entre los beneficios de pernoctar en aposentos distintos a los de su consorte, destacaba no solo la libertad de recibir visitas anheladas, sino también la preservación intacta de su propia reserva vinícola.
Al percibir el golpeteo en clave convenida, se irguió con celeridad, ajustando su vestimenta y arreglando su cabello mientras se reflejaba en el espejo durante su precipitado avance hacia la puerta.
Sin emitir palabra de bienvenida, sus manos se aferraron al príncipe, introduciéndolo bruscamente y cerrando la puerta de inmediato.
—— ¿Alguien os ha divisado de camino?
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Tal vez en alguna otra circunstancia se hubiese permitido bromear por las ansias ajenas, pero en su situación era inevitable temer a ser descubierto.
— Nadie, está todo absolutamente vacío. ¿Acaso ocurría algo hoy que no se me haya comunicado?
Una pequeña sonrisa hizo mella en su expresión solemne, ya que su mirada instintivamente había divagado por un momento, perdiéndose en la belleza de su amada.
— ¿Cómo puede continuar tan hermosa y radiante a estas horas? —Gentilmente tomó la mano de la fémina y apoyó sus labios sobre el dorso de la misma durante unos instantes—. Le agradezco que haya decidido invitarme.
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Estaba a punto de manifestar su desconocimiento sobre el asunto, mencionando que desde la aurora la Fortaleza se encontraba sumida en una agitación inusitada. No obstante, sus palabras fueron truncadas por la adulación y el beso que depositó sobre el dorso de su mano. Bendita penumbra que ocultaba su rubor; las escasas velas no bastaban para desvelar tal reacción fisiológica.
—— No merecéis menos que una apariencia presentable —— expresó, conteniendo el impulso de revelar que había dedicado al menos treinta minutos a su preparación, pues aquello disiparía el encanto del momento.
Con delicadeza, entrelazó aquella mano con la suya.
—— Estáis... tan apuesto como corresponde a un legítimo heredero al trono. Las cortesanas hablan frecuentemente de vos, mi príncipe. Incluso las ciervas no pueden evitar dirigir miradas anhelantes en vuestra dirección; las he sorprendido con esos ojillos que os observan de manera tan sugestiva.
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La ligera timidez escondida en las palabras ajenas le hizo sonreír, aunque esta vez fue su turno de enrojecer ante la imagen de sus manos entrelazadas, sumada a las palabras que recibió en respuesta. Para cualquier otra persona y su persona amada, eso no significaría gran cosa, desde luego, pero para ellos lo era todo.
A duras penas logró contener la expresión de sorpresa que apareció en su rostro, pues él no era consciente de recibir tales miradas. No obstante, no solía prestar atención a otras damas que no fueran su madre o su amada, así que con motivo no se había percatado.
— Sin embargo, todo cuánto yo me pregunto es: ¿Recibo esa misma mirada de la mujer de mis anhelos?
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—— No... mi mirada difiere completamente de eso. —— No era lascivia ni un ansia de poder lo que la impulsaba. Su sobrino evocaba en ella un torrente de emociones inefables que la dejaban muda en los momentos más cruciales. Explicarle esto resultaba una tarea ardua. Helaena no era tímida, sino más bien... reservada, quizás.
Avanzó un paso medido. Las yemas de sus dedos ascendieron para recorrer el rostro del príncipe, tratando de grabar el tacto en su memoria. Piel suave, facciones implacables, un mentón que primigeniamente anhelaba morder.
—— ¿Rememoráis la noche en que os visité? —— Estaba ebrio, golpeado, colérico. La cena familiar había resultado en desastre. El corazón de la princesa se había contraído aquel día, pero nada la había disuadido de cumplir su propósito. —— Sólo un par de horas antes habíamos bailado.
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— Me alegra que no tengáis la menor duda de a quién me refiero con ese sobrenombre—. Comentó, aunque las acciones adversas no tardaron en acaparar toda su atención.
Inevitablemente su piel parecía tornarse rojiza allá donde la rubia lo tocaba, haciéndole perder por completo las nociones del tiempo y del espacio. Su cuerpo parecía inclinarse ligeramente hacia ella de manera instintiva, aunque se detuvo ante el recuerdo de la escena. En ocasiones su conciencia todavía lo torturaba por sus acciones de aquel día.
— Si le soy sincero, no creo que pudiese olvidarla bajo ninguna circunstancia.
Se permitió llevar una de sus manos a la cintura ajena, siempre actuando con delicadeza y dándole tiempo a apartarse o a comunicarle si sentía cualquier tipo de incomodidad.
— Sé que ahora no tenemos música, pero... ¿me concedería un baile?
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En lo más recóndito de su ser, ella sabía que los cuidados excesivos de Jacaerys eran la fuerza motriz que la impulsaba a seguir adelante. Aguardaba con inquietud el momento en que su osadía pudiera estrellarse contra la fría realidad. ¿Podía considerarse delictivo el placer que sentía al tener su mano firme en la cintura? ¿Sería condenable el hecho de que sus propios brazos, en un gesto inconsciente, se enredaran alrededor de sus hombros para acercarse a su pecho?
En última instancia, aquello que permanece en la penumbra del conocimiento ajeno no puede infligir dolor a nadie: ni a Aegon, ni a Baela.
Halló una resolución tácita al aceptar la invitación iniciando los pasos por su propia cuenta. Como siempre que cruzaba el umbral de sus aposentos, se encontraba descalza, lo que le confería la licencia para posar sus pies delicadamente sobre las botas de su sobrino, sintiendo la sólida protección del cuero.
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
En lo más profundo de su ser, Jacaerys esperaba que su sobreprotección no resultase excesiva o cargante. Sin embargo, en aquel santuario privado de sus aposentos, donde las normas y deberes parecían desvanecerse, se permitían explorar la delicada línea entre el deber y el deseo sin pensar en nada más allá de eso.
Al ver aceptada su invitación, Jacaerys cruzó el umbral de lo correcto con la certeza silenciosa de que, entre susurros y gestos inadvertidos, podían ser ellos mismos. Helaena se encontraba descalza sobre sus botas, lo cual le confería una licencia implícita para acercarse más de lo que las formalidades permitían.
Con cada roce de manos y cada mirada cómplice, la tensión entre ellos se intensificaba. El joven príncipe se sentía embriagado por la cercanía física entre ambos, por la sensación de que podía ser vulnerable y auténtico con Hela de una manera que nunca había experimentado antes.
Solamente el ligero sonido de sus pasos unidos parecía romper el silencio de la sala, dejando que sus movimientos guiados por el corazón llenaran el espacio entre ellos. Sin palabras, encontraron un ritmo natural, como si sus almas estuvieran entrelazadas en una danza etérea que solo ellos podían comprender.
El tiempo parecía detenerse mientras giraban juntos en la penumbra, cada movimiento hablando más que cualquier conversación. No obstante, en medio de la serenidad compartida, se escucharon pasos apresurados acercándose a la puerta. Jacaerys se separó de la fémina con rapidez, buscando recomponer su compostura a pesar de la mirada de culpabilidad que le dedicó por un instante.
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
En un escenario desprovisto de sonoridad, se entrelazan en una coreografía silenciosa. Sus cuerpos, en perfecta sincronía rítmica, ejecutan movimientos previamente interiorizados y ensayados durante toda la niñez. Tienen suficientes bailes encima como para saber moverse sin una banda de fondo. Los arcos plantares descalzos se alinean con los empeines de cuero en un equilibrio meticuloso, casi geométrico. La ausencia de sonido magnifica la armonía de sus ademanes y la complicidad que los entrelaza.
—— Yo… —— hasta que es apartada abruptamente. No lo culpa; comprende y colabora en ejecutar un respingo que los mantiene a una distancia prudente de miradas extrañas.
Los pasos se acercan, suenan demasiado seguros de sí mismos para creer que pasarán de largo. Está próximos. Tocan la puerta.
—— A- Adelante. —— A los dioses ruega que no sea su madre, no tiene cómo justificar haber metido a un hombre a sus aposentos a esta hora. Pues no, es la criada número doscientos veinte (han pasado tantas que no recuerda los nombres).
"𝘗𝘳𝘪𝘯𝘤𝘦𝘴𝘢" no pasa desapercibido el príncipe, y seguro tiene la directiva de informar una visita semejante a la progenitora. Tenue reverencia les dedica. "𝘗𝘳𝘪́𝘯𝘤𝘪𝘱𝘦. 𝘉𝘶𝘦𝘯𝘢𝘴 𝘯𝘰𝘤𝘩𝘦𝘴. 𝘗𝘢𝘴𝘢𝘣𝘢 𝘢 𝘱𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵𝘢𝘳 𝘴𝘪 𝘥𝘦𝘴𝘦𝘢𝘣𝘢 𝘴𝘶... 𝒕𝒐́𝒏𝒊𝒄𝒐 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘥𝘰𝘳𝘮𝘪𝘳".
—— No. Estoy bien. Retírate, por favor…
Los nervios recorrían cada célula de su cuerpo mientras subía las escaleras hacia los aposentos de su tía, buscando hacer el menor ruido posible y evidentemente el no ser visto. Que el castillo pareciese tan tranquilo últimamente no lo relajaba, sino todo lo contrario.
Una vez frente a la puerta, tocó la puerta tres veces, después de una breve pausa, otras dos y finalmente, una vez más. No sabía de cuánto tiempo dispondría antes de recibir una respuesta, así que trató de arreglarse apresuradamente el cabello.
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
La ansiedad devoraba a Helaena con una tenacidad inexorable. Las dos copas de vino, previsoramente llenadas, reposaban en la mesita junto al diván, frente al hogar encendido. Entre los beneficios de pernoctar en aposentos distintos a los de su consorte, destacaba no solo la libertad de recibir visitas anheladas, sino también la preservación intacta de su propia reserva vinícola.
Al percibir el golpeteo en clave convenida, se irguió con celeridad, ajustando su vestimenta y arreglando su cabello mientras se reflejaba en el espejo durante su precipitado avance hacia la puerta.
Sin emitir palabra de bienvenida, sus manos se aferraron al príncipe, introduciéndolo bruscamente y cerrando la puerta de inmediato.
—— ¿Alguien os ha divisado de camino?
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
Tal vez en alguna otra circunstancia se hubiese permitido bromear por las ansias ajenas, pero en su situación era inevitable temer a ser descubierto.
— Nadie, está todo absolutamente vacío. ¿Acaso ocurría algo hoy que no se me haya comunicado?
Una pequeña sonrisa hizo mella en su expresión solemne, ya que su mirada instintivamente había divagado por un momento, perdiéndose en la belleza de su amada.
— ¿Cómo puede continuar tan hermosa y radiante a estas horas? —Gentilmente tomó la mano de la fémina y apoyó sus labios sobre el dorso de la misma durante unos instantes—. Le agradezco que haya decidido invitarme.
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
Estaba a punto de manifestar su desconocimiento sobre el asunto, mencionando que desde la aurora la Fortaleza se encontraba sumida en una agitación inusitada. No obstante, sus palabras fueron truncadas por la adulación y el beso que depositó sobre el dorso de su mano. Bendita penumbra que ocultaba su rubor; las escasas velas no bastaban para desvelar tal reacción fisiológica.
—— No merecéis menos que una apariencia presentable —— expresó, conteniendo el impulso de revelar que había dedicado al menos treinta minutos a su preparación, pues aquello disiparía el encanto del momento.
Con delicadeza, entrelazó aquella mano con la suya.
—— Estáis... tan apuesto como corresponde a un legítimo heredero al trono. Las cortesanas hablan frecuentemente de vos, mi príncipe. Incluso las ciervas no pueden evitar dirigir miradas anhelantes en vuestra dirección; las he sorprendido con esos ojillos que os observan de manera tan sugestiva.
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
La ligera timidez escondida en las palabras ajenas le hizo sonreír, aunque esta vez fue su turno de enrojecer ante la imagen de sus manos entrelazadas, sumada a las palabras que recibió en respuesta. Para cualquier otra persona y su persona amada, eso no significaría gran cosa, desde luego, pero para ellos lo era todo.
A duras penas logró contener la expresión de sorpresa que apareció en su rostro, pues él no era consciente de recibir tales miradas. No obstante, no solía prestar atención a otras damas que no fueran su madre o su amada, así que con motivo no se había percatado.
— Sin embargo, todo cuánto yo me pregunto es: ¿Recibo esa misma mirada de la mujer de mis anhelos?
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
—— No... mi mirada difiere completamente de eso. —— No era lascivia ni un ansia de poder lo que la impulsaba. Su sobrino evocaba en ella un torrente de emociones inefables que la dejaban muda en los momentos más cruciales. Explicarle esto resultaba una tarea ardua. Helaena no era tímida, sino más bien... reservada, quizás.
Avanzó un paso medido. Las yemas de sus dedos ascendieron para recorrer el rostro del príncipe, tratando de grabar el tacto en su memoria. Piel suave, facciones implacables, un mentón que primigeniamente anhelaba morder.
—— ¿Rememoráis la noche en que os visité? —— Estaba ebrio, golpeado, colérico. La cena familiar había resultado en desastre. El corazón de la princesa se había contraído aquel día, pero nada la había disuadido de cumplir su propósito. —— Sólo un par de horas antes habíamos bailado.
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
— Me alegra que no tengáis la menor duda de a quién me refiero con ese sobrenombre—. Comentó, aunque las acciones adversas no tardaron en acaparar toda su atención.
Inevitablemente su piel parecía tornarse rojiza allá donde la rubia lo tocaba, haciéndole perder por completo las nociones del tiempo y del espacio. Su cuerpo parecía inclinarse ligeramente hacia ella de manera instintiva, aunque se detuvo ante el recuerdo de la escena. En ocasiones su conciencia todavía lo torturaba por sus acciones de aquel día.
— Si le soy sincero, no creo que pudiese olvidarla bajo ninguna circunstancia.
Se permitió llevar una de sus manos a la cintura ajena, siempre actuando con delicadeza y dándole tiempo a apartarse o a comunicarle si sentía cualquier tipo de incomodidad.
— Sé que ahora no tenemos música, pero... ¿me concedería un baile?
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
En lo más recóndito de su ser, ella sabía que los cuidados excesivos de Jacaerys eran la fuerza motriz que la impulsaba a seguir adelante. Aguardaba con inquietud el momento en que su osadía pudiera estrellarse contra la fría realidad. ¿Podía considerarse delictivo el placer que sentía al tener su mano firme en la cintura? ¿Sería condenable el hecho de que sus propios brazos, en un gesto inconsciente, se enredaran alrededor de sus hombros para acercarse a su pecho?
En última instancia, aquello que permanece en la penumbra del conocimiento ajeno no puede infligir dolor a nadie: ni a Aegon, ni a Baela.
Halló una resolución tácita al aceptar la invitación iniciando los pasos por su propia cuenta. Como siempre que cruzaba el umbral de sus aposentos, se encontraba descalza, lo que le confería la licencia para posar sus pies delicadamente sobre las botas de su sobrino, sintiendo la sólida protección del cuero.
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
En lo más profundo de su ser, Jacaerys esperaba que su sobreprotección no resultase excesiva o cargante. Sin embargo, en aquel santuario privado de sus aposentos, donde las normas y deberes parecían desvanecerse, se permitían explorar la delicada línea entre el deber y el deseo sin pensar en nada más allá de eso.
Al ver aceptada su invitación, Jacaerys cruzó el umbral de lo correcto con la certeza silenciosa de que, entre susurros y gestos inadvertidos, podían ser ellos mismos. Helaena se encontraba descalza sobre sus botas, lo cual le confería una licencia implícita para acercarse más de lo que las formalidades permitían.
Con cada roce de manos y cada mirada cómplice, la tensión entre ellos se intensificaba. El joven príncipe se sentía embriagado por la cercanía física entre ambos, por la sensación de que podía ser vulnerable y auténtico con Hela de una manera que nunca había experimentado antes.
Solamente el ligero sonido de sus pasos unidos parecía romper el silencio de la sala, dejando que sus movimientos guiados por el corazón llenaran el espacio entre ellos. Sin palabras, encontraron un ritmo natural, como si sus almas estuvieran entrelazadas en una danza etérea que solo ellos podían comprender.
El tiempo parecía detenerse mientras giraban juntos en la penumbra, cada movimiento hablando más que cualquier conversación. No obstante, en medio de la serenidad compartida, se escucharon pasos apresurados acercándose a la puerta. Jacaerys se separó de la fémina con rapidez, buscando recomponer su compostura a pesar de la mirada de culpabilidad que le dedicó por un instante.
╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮╰⊱♥⊱╮
En un escenario desprovisto de sonoridad, se entrelazan en una coreografía silenciosa. Sus cuerpos, en perfecta sincronía rítmica, ejecutan movimientos previamente interiorizados y ensayados durante toda la niñez. Tienen suficientes bailes encima como para saber moverse sin una banda de fondo. Los arcos plantares descalzos se alinean con los empeines de cuero en un equilibrio meticuloso, casi geométrico. La ausencia de sonido magnifica la armonía de sus ademanes y la complicidad que los entrelaza.
—— Yo… —— hasta que es apartada abruptamente. No lo culpa; comprende y colabora en ejecutar un respingo que los mantiene a una distancia prudente de miradas extrañas.
Los pasos se acercan, suenan demasiado seguros de sí mismos para creer que pasarán de largo. Está próximos. Tocan la puerta.
—— A- Adelante. —— A los dioses ruega que no sea su madre, no tiene cómo justificar haber metido a un hombre a sus aposentos a esta hora. Pues no, es la criada número doscientos veinte (han pasado tantas que no recuerda los nombres).
"𝘗𝘳𝘪𝘯𝘤𝘦𝘴𝘢" no pasa desapercibido el príncipe, y seguro tiene la directiva de informar una visita semejante a la progenitora. Tenue reverencia les dedica. "𝘗𝘳𝘪́𝘯𝘤𝘪𝘱𝘦. 𝘉𝘶𝘦𝘯𝘢𝘴 𝘯𝘰𝘤𝘩𝘦𝘴. 𝘗𝘢𝘴𝘢𝘣𝘢 𝘢 𝘱𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵𝘢𝘳 𝘴𝘪 𝘥𝘦𝘴𝘦𝘢𝘣𝘢 𝘴𝘶... 𝒕𝒐́𝒏𝒊𝒄𝒐 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘥𝘰𝘳𝘮𝘪𝘳".
—— No. Estoy bien. Retírate, por favor…
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