Todavía lo recuerda.
Su nombre.
El nombre con el que fue bautizado en su concepción.
Alessandro no es más que el nombre que se le fue dado en Italia, renaciendo cómo el chino iletrado que comía de la basura y peleaba entre los callejones contra todo aquél que quisiera pasarse de listo.

Todavía recuerda sus caras, esos patrones familiares que incluso llegaron a él. Un par de adultos más preocupados por tener birra y hierba que la comida de su hijo.

La manzana no cae tan lejos del manzano, de sólo pensarlo Alessandro ríe, pues se rehúsa a dos cosas; volver a ser llamado por su verdadero nombre y a dejar desamparados a sus padres.

Ocasionalmente él les envía dinero, algunos pensarían que entre su dolor él asiático encontró redención, sin embargo los quiere mantener en su miseria un poco más, les manda lo justo, y ellos siguen aguantando hambre, viviendo entre las calles, comiendo de la basura o vendiendo sus cuerpos porque todo el dinero que Alessandro envía termina siendo usado para las drogas.

Lo sabe, el dealer terminó siendo un buen informante suyo. Así él vive más feliz, sabiendo que los mismos bastardos que lo vendieron a la Tríada han terminado en una situación peor que la que él habría pasado.
Todavía lo recuerda. Su nombre. El nombre con el que fue bautizado en su concepción. Alessandro no es más que el nombre que se le fue dado en Italia, renaciendo cómo el chino iletrado que comía de la basura y peleaba entre los callejones contra todo aquél que quisiera pasarse de listo. Todavía recuerda sus caras, esos patrones familiares que incluso llegaron a él. Un par de adultos más preocupados por tener birra y hierba que la comida de su hijo. La manzana no cae tan lejos del manzano, de sólo pensarlo Alessandro ríe, pues se rehúsa a dos cosas; volver a ser llamado por su verdadero nombre y a dejar desamparados a sus padres. Ocasionalmente él les envía dinero, algunos pensarían que entre su dolor él asiático encontró redención, sin embargo los quiere mantener en su miseria un poco más, les manda lo justo, y ellos siguen aguantando hambre, viviendo entre las calles, comiendo de la basura o vendiendo sus cuerpos porque todo el dinero que Alessandro envía termina siendo usado para las drogas. Lo sabe, el dealer terminó siendo un buen informante suyo. Así él vive más feliz, sabiendo que los mismos bastardos que lo vendieron a la Tríada han terminado en una situación peor que la que él habría pasado.
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