𝕯‍𝒐𝒎𝒊𝒏𝒖𝒔 𝖙𝒆𝒄𝒖𝒎.
Fandom HOUSE OF THE DRAGON.
Categoría Drama

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‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍‍ 𝕯‍𝒐𝒎𝒊𝒏𝒖𝒔 𝖙𝒆𝒄𝒖𝒎.
‍ ‍ ‍𝒷enedicta tu in mulieribus,
‍ ‍ ‍et 𝒷enedictus fructus ventris 𝓉ui.
‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍‍ 𝒮ancta 𝓂ater 𝔇ei,
‍ ‍ ‍ora pro nobis 𝖕𝖊𝖈𝖈𝖆𝖙𝖔𝖗𝖎𝖇𝖚𝖘,
‍ ‍ ‍𝓃unc et in hora mortis nostrae.

No, Alicent no olvidaría su llegada a King's Landing, la riqueza de la campiña en las afueras de la ciudad, ni el contorno delicioso a lo largo del mar o bajo la sombra bienhechora de los grandes árboles. Una vida mejor esperándola dentro de esos muros rojizos, ¡tan rojizos como las mejillas de una dama sonrojada!
Despectivos epítetos salían de la boca de su buen padre, que personalmente la había ido a buscar a Antigua, remarcando la pobreza de las calles, su suciedad y abundante número de analfabetos. Pero el aire fresco endulzó poco a poco su corazón ulcerado. En sus menudos labios, como el borde de una cortadura, nació una sonrisa prepotente.
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ㅤㅤㅤㅤ ❝𝘌𝘴𝘵𝘦 𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘪𝘤𝘪𝘰 𝘥𝘦 𝘵𝘶 𝘯𝘶𝘦𝘷𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢. 𝘚𝘦𝘳𝘢́𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘥𝘢𝘮𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘤𝘰𝘳𝘵𝘦. 𝘕𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘷𝘢𝘭𝘦𝘤𝘦𝘳𝘢́ 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘩𝘪𝘴𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢❞ informó al bajar del carruaje.ㅤㅤㅤㅤ

¿Esta era entonces su vida? La corona pesaba, la tristeza había consumido con los años a aquella niña risueña y jovial, llena de ilusiones, de sueños. La soledad de su habitación era el fiel reflejo de sí misma. Un hemiciclo de libros descansaban en su escritorio formando un cementerio de portadas que no había tocado en largo tiempo. El escape a las historias de fantasía o a sus estudios geopolíticos habían perdido ya toda la atención de la reina.

La mano hallábase armada de pluma y tinta, los numerosos eslabones de cadenas y sortijas tintineaban sobre su cuello, vientre y manos. Era sin disputa una de esas personas siempre agitadas, en movimiento, y para las cuales la existencia sólo es normal cuando se halla salpicada de emociones nerviosas, de dificultades inextricables. Escribió con la tinta manchando el costado de la mano. No se detuvo hasta que la sed de valor la obligó a mirar sobre su mesa de noche bien predispuesta.

Se precipitó sobre sus huellas comprimiendo su estómago alterado por la cosecha de Antigua, especialmente traída para ella en añoranza a su hogar y los días felices en este.
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ㅤㅤㅤㅤ ❝𝒀a sé❞ dijo a la doncella sin mirarla, misma que debían haber enviado para informar que Aegon estaba listo para partir al Septo. La muchacha no había tenido ocasión de decir palabra. Se reverenció y retiró.ㅤㅤㅤㅤ

El viaje en carruaje no fue placentero. Ella, intentando explicar a su primogénito los deseos de Viserys era comparable a estar discutiendo con la pared. Se preguntó si Aegon cambiaría de parecer una vez que los súbditos se arrodillasen ante su nuevo rey, pues el sabor del poder nublaba los miedos.

Fueron escoltados por los Capas Doradas sirviéndoles de abrigo contra la muchedumbre. La procesión llegaba, desplegando sus magnificencias. Hacia lo alto de la calle, en el ancho espacio que los guardias despejaban ante el cortejo, banderas de seda y oro con el símbolo Targaryen en un fondo oliva avanzaban entre el humo aromático del incienso. Los uniformes brillaban al sol. Alzábanse las voces, sostenidas por una orquesta, elevando hacia el cielo las súplicas y oraciones de los habitantes bajo el broncíneo clamor de las campanas.

Todo sucedió con rapidez. La corona que adornaba los cobrizos cabellos de Alicent paso así a su hija, desde las propias manos.
ㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤ ❝𝑴i reina❞ clamó orgullosa, pasando por alto la angustia de su amada Helaena.ㅤㅤㅤㅤ

El Septón así mismo coronó al primer heredero varón, que pasó a ser rey Aegon Targaryen, segundo con el nombre. El espectáculo era solemne. Su hijo por fin parecía disfrutarlo con la espada en alto tras oír las aclamaciones.
Y entonces…

Una sacudida pasó entre la muchedumbre, un mismo grito salió de entre todos los labios. El suelo tembló. De un súbito movimiento insólito pareció turbar la procesión en las inmediaciones del Septón. Sin saber de qué se trataba, emergió la bestia con Rhaenys a lomos de la misma. Meleys se había levantado de las profundidades sin mucho esfuerzo. Un remolino colosal de polvo y escombros cayó. Gritos, gemidos mas bien, todo un pueblo trastornado, huyendo; la brigada de guardias situados a la cabeza del complejo y en las puertas exteriores esforzábanse en vano por controlar la situación rompiendo el cordón inicial, convirtiéndose en parte de la delirante muchedumbre. Viéronse arrastrados como briznas de paja en aquel formidable torrente.

Las fauces del reptil se abrieron en dirección al rey deteniendo el corazón de la, ahora, reina madre. Miró hacia el costado, Helaena era custodiada por la inútil protección de Aemond y Ser Criston. Inútil no por inválida, pero con la mayor honestidad, ¿qué podrían ellos hacer si Rhaenys decidía volverlos el aperitivo de su dragona? E igualmente inútil, Alicent se autodenominó el escudo de Aegon con su cuerpo precipitado delante de este.
Una vida entera pasó frente a sus ojos: el amor, el odio, tristezas, alegrías, angustias, el deber, el honor, la infancia, la adultez, la devoción, el pecado. Pidió perdón a los Siete mientras las lágrimas salían en hileras contínuas y su mano cortaba la circulación del brazo de su hijo escondido detrás de su espalda. Miró a la reina que no fue, quizás viera la súplica y ahondara en un recoveco de piedad en el corazón de la misma. El rugido de Meleys hizo flamear su velo. Cerró los ojos esperando lo peor.

El calor nunca llegó. Jamás sintio la boca monstruosa cerrarse sobre su cuerpo. En cambio, jinete y dragón salieron con la advertencia de su inconformidad con la coronación después del aullido ensordecedor.
Alicent podía sentir la presión de la sangre bajar rápidamente. Lo único que impidió dejarse desvanecer fue la alerta en que la adrenalina la dejó. ¿Y si cambiaban de opinión y volvían para encender la ciudad en llamas? No podía darse el lujo humano de dejar a sus hijos bajo la intemperie. Con sus últimas fuerzas y ayudada por la guardia, y Otto, guió a los tres Targaryen al carruaje más cercano. De vuelta un camino hacia la Fortaleza Roja que antes le parecía el color de las mejillas sonrosadas, ahora era sólo comparable a su cárcel teñida de 𝕱𝐔𝐄𝐆𝐎 Y 𝕾𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄.
ㅤ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍‍ 𝕯‍𝒐𝒎𝒊𝒏𝒖𝒔 𝖙𝒆𝒄𝒖𝒎. ‍ ‍ ‍𝒷enedicta tu in mulieribus, ‍ ‍ ‍et 𝒷enedictus fructus ventris 𝓉ui. ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍ ‍‍ 𝒮ancta 𝓂ater 𝔇ei, ‍ ‍ ‍ora pro nobis 𝖕𝖊𝖈𝖈𝖆𝖙𝖔𝖗𝖎𝖇𝖚𝖘, ‍ ‍ ‍𝓃unc et in hora mortis nostrae. No, Alicent no olvidaría su llegada a King's Landing, la riqueza de la campiña en las afueras de la ciudad, ni el contorno delicioso a lo largo del mar o bajo la sombra bienhechora de los grandes árboles. Una vida mejor esperándola dentro de esos muros rojizos, ¡tan rojizos como las mejillas de una dama sonrojada! Despectivos epítetos salían de la boca de su buen padre, que personalmente la había ido a buscar a Antigua, remarcando la pobreza de las calles, su suciedad y abundante número de analfabetos. Pero el aire fresco endulzó poco a poco su corazón ulcerado. En sus menudos labios, como el borde de una cortadura, nació una sonrisa prepotente. ㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ ❝𝘌𝘴𝘵𝘦 𝘦𝘴 𝘦𝘭 𝘪𝘯𝘪𝘤𝘪𝘰 𝘥𝘦 𝘵𝘶 𝘯𝘶𝘦𝘷𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢. 𝘚𝘦𝘳𝘢́𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘥𝘢𝘮𝘢 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘤𝘰𝘳𝘵𝘦. 𝘕𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘰 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘷𝘢𝘭𝘦𝘤𝘦𝘳𝘢́ 𝘦𝘯 𝘭𝘢 𝘩𝘪𝘴𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢❞ informó al bajar del carruaje.ㅤㅤㅤㅤ ¿Esta era entonces su vida? La corona pesaba, la tristeza había consumido con los años a aquella niña risueña y jovial, llena de ilusiones, de sueños. La soledad de su habitación era el fiel reflejo de sí misma. Un hemiciclo de libros descansaban en su escritorio formando un cementerio de portadas que no había tocado en largo tiempo. El escape a las historias de fantasía o a sus estudios geopolíticos habían perdido ya toda la atención de la reina. La mano hallábase armada de pluma y tinta, los numerosos eslabones de cadenas y sortijas tintineaban sobre su cuello, vientre y manos. Era sin disputa una de esas personas siempre agitadas, en movimiento, y para las cuales la existencia sólo es normal cuando se halla salpicada de emociones nerviosas, de dificultades inextricables. Escribió con la tinta manchando el costado de la mano. No se detuvo hasta que la sed de valor la obligó a mirar sobre su mesa de noche bien predispuesta. Se precipitó sobre sus huellas comprimiendo su estómago alterado por la cosecha de Antigua, especialmente traída para ella en añoranza a su hogar y los días felices en este. ㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ ❝𝒀a sé❞ dijo a la doncella sin mirarla, misma que debían haber enviado para informar que Aegon estaba listo para partir al Septo. La muchacha no había tenido ocasión de decir palabra. Se reverenció y retiró.ㅤㅤㅤㅤ El viaje en carruaje no fue placentero. Ella, intentando explicar a su primogénito los deseos de Viserys era comparable a estar discutiendo con la pared. Se preguntó si Aegon cambiaría de parecer una vez que los súbditos se arrodillasen ante su nuevo rey, pues el sabor del poder nublaba los miedos. Fueron escoltados por los Capas Doradas sirviéndoles de abrigo contra la muchedumbre. La procesión llegaba, desplegando sus magnificencias. Hacia lo alto de la calle, en el ancho espacio que los guardias despejaban ante el cortejo, banderas de seda y oro con el símbolo Targaryen en un fondo oliva avanzaban entre el humo aromático del incienso. Los uniformes brillaban al sol. Alzábanse las voces, sostenidas por una orquesta, elevando hacia el cielo las súplicas y oraciones de los habitantes bajo el broncíneo clamor de las campanas. Todo sucedió con rapidez. La corona que adornaba los cobrizos cabellos de Alicent paso así a su hija, desde las propias manos. ㅤㅤㅤㅤ ㅤㅤㅤㅤ ❝𝑴i reina❞ clamó orgullosa, pasando por alto la angustia de su amada Helaena.ㅤㅤㅤㅤ El Septón así mismo coronó al primer heredero varón, que pasó a ser rey Aegon Targaryen, segundo con el nombre. El espectáculo era solemne. Su hijo por fin parecía disfrutarlo con la espada en alto tras oír las aclamaciones. Y entonces… Una sacudida pasó entre la muchedumbre, un mismo grito salió de entre todos los labios. El suelo tembló. De un súbito movimiento insólito pareció turbar la procesión en las inmediaciones del Septón. Sin saber de qué se trataba, emergió la bestia con Rhaenys a lomos de la misma. Meleys se había levantado de las profundidades sin mucho esfuerzo. Un remolino colosal de polvo y escombros cayó. Gritos, gemidos mas bien, todo un pueblo trastornado, huyendo; la brigada de guardias situados a la cabeza del complejo y en las puertas exteriores esforzábanse en vano por controlar la situación rompiendo el cordón inicial, convirtiéndose en parte de la delirante muchedumbre. Viéronse arrastrados como briznas de paja en aquel formidable torrente. Las fauces del reptil se abrieron en dirección al rey deteniendo el corazón de la, ahora, reina madre. Miró hacia el costado, Helaena era custodiada por la inútil protección de Aemond y Ser Criston. Inútil no por inválida, pero con la mayor honestidad, ¿qué podrían ellos hacer si Rhaenys decidía volverlos el aperitivo de su dragona? E igualmente inútil, Alicent se autodenominó el escudo de Aegon con su cuerpo precipitado delante de este. Una vida entera pasó frente a sus ojos: el amor, el odio, tristezas, alegrías, angustias, el deber, el honor, la infancia, la adultez, la devoción, el pecado. Pidió perdón a los Siete mientras las lágrimas salían en hileras contínuas y su mano cortaba la circulación del brazo de su hijo escondido detrás de su espalda. Miró a la reina que no fue, quizás viera la súplica y ahondara en un recoveco de piedad en el corazón de la misma. El rugido de Meleys hizo flamear su velo. Cerró los ojos esperando lo peor. El calor nunca llegó. Jamás sintio la boca monstruosa cerrarse sobre su cuerpo. En cambio, jinete y dragón salieron con la advertencia de su inconformidad con la coronación después del aullido ensordecedor. Alicent podía sentir la presión de la sangre bajar rápidamente. Lo único que impidió dejarse desvanecer fue la alerta en que la adrenalina la dejó. ¿Y si cambiaban de opinión y volvían para encender la ciudad en llamas? No podía darse el lujo humano de dejar a sus hijos bajo la intemperie. Con sus últimas fuerzas y ayudada por la guardia, y Otto, guió a los tres Targaryen al carruaje más cercano. De vuelta un camino hacia la Fortaleza Roja que antes le parecía el color de las mejillas sonrosadas, ahora era sólo comparable a su cárcel teñida de 𝕱𝐔𝐄𝐆𝐎 Y 𝕾𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄.
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