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┈⨾ . . . 𝐓 𝐖 𝐎 — ㅤ۪ㅤㅤi͜𝗺pe͡𝗿fect fo̠r yo͠u ㅤওㅤ𓆗
❛ do you really think i'm going
to let you do alone? ❜
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┈⨾ . . . 𝐀𝐥𝐞𝐱𝐚𝐧𝐝𝐞𝐫 𝐄𝐯𝐚𝐧𝐬
┈⨾ . . . 𝟏𝟔 𝐲𝐞𝐚𝐫𝐬 𝐨𝐥𝐝.
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Toca tirar abajo todos los libros de la estantería y toca el desorden que implica proceso de verlos de nuevo en fila.
Toca bajar la guardia, dejar que entren y dejar que salgan.
Toca desarmar a los héroes y al verlos desnudos volverlos a armar.
Y nunca es tarde para preguntar, y nunca es tarde para volver a empezar.
Puede ser fácil y a veces no, pero es un día a la vez.
Puedo contarte hacia dónde voy, pero entro solo después, y no es que no te quiera acá, pero me toca crecer. Y no es que yo me fuera a olvidar, yo ya te llevo en la piel.
Tocan tiempos de guerra, tiempos para revolcarse en la mierda porque es la mierda lo que hace fértil a la tierra donde crece la flor. Sé que estás asustado, yo también.
Calma, que nunca es tarde para desarmar, que nunca es tarde, si algo tiene que cambiar. Soñé que un día cambiaba, pero la vida no es así, de nuevo me cuidaban, no es tan fácil. Toma tiempo, no es tan fácil. Toma tiempo.
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─ ¿Alexander? ─ La voz del psicólogo pareció buscar al dueño del nombre en la sala de espera. Rápidamente una madre levantó la mano mientras se acercaba con un adolescente casi a rastras hasta la puerta de la consulta. Alphonse sonrió a ambos y se apartó de la entrada para que ambos ingresaran. Esperó un poco, cerrando la puerta en cuanto estos estaban al interior de su oficina.
─ Adelante, tomen asiento...─ Les indicó con la voz tranquila mientras se posicionaba tras el escritorio donde el intercambio de palabras surgiría. Respiró con profundidad, escuchando algunos pensamientos reprimidos de ambas personas. La madre buscaba ayuda para la aparente depresión auto diagnosticada que a su juicio cursaba el menor, mientras que él se cuestionaba el qué tan útil sería perder el tiempo con alguien que vestía un suéter con cuello alto. Toda esta información cruzó la mente de los tres en dicha sala, causándole una sonrisa divertida ante el prejuicio juvenil por su gusto en la ropa.
─ Entonces...─ Rebuscó en sus notas el nombre de quien había solicitado la hora a la consulta. ─ ¿Erica? ─ Ante la confirmación apresurada de la madre continuó hablando con mayor seguridad. ─ Mi nombre es Alphonse, encantado de conocerlos. Cuénteme, ¿Cuál es el motivo por el que solicitó una consulta para Alexander? ─ La introducción era breve, escuchó las palabras de la madre preocupada, ordenó los pensamientos que daban conexión anticipada a todo lo que nombraba y observaba el lenguaje no verbal tanto de la madre como del adolescente. De vez en cuando sus ojos iban en búsqueda del menor para confirmar los hechos narrados por su madre.
Alexander parecía distante, a la defensiva pero no contradecía o increpaba a su madre, al menos no verbalmente. Sus notas comenzaron a tomar forma como en una lluvia de hechos y conductas que podían ser motivo de consultas más personales con el menor, pero así, en la tranquilidad de la escucha permitió a la adulta expresar sus preocupaciones ante las conductas de su hijo.
Tomó un poco de aire, como un suspiro que dio inicio a algunas observaciones, comenzando a explicar su método de trabajo. No objetó o agregó comentarios con respecto a la información que le habían entregado, solo se limitó a explicar el modo de atención que le parecía mejor implementar dado el caso.
─ Muy bien, Señora Erica, me gustaría que pudiéramos permitirnos un espacio seguro para ambos en esta consulta ¿De acuerdo? Y para eso, pienso que sería más cómodo para ustedes que tomaran un espacio por separado, sin la presencia del otro, conmigo. La idea de esto es que puedan expresarse sin miedos y compartir conmigo cosas que deseen sin afectar la imagen que puedan tener entre sí... ¿Me comprenden? ─ Tras la sugerencia la madre se mostró pensativa, mirando al adolescente quien parecía más cómodo con eso que ella. Asintió acatando y se levantó para abandonar la sala rumbo a la sala de espera.
─ De acuerdo, hablaré un poco con Alexander respecto a lo que usted me ha mencionado antes, luego, le indicaré que pase y que él salga para poder brindarles su espacio individual a cada quien y por último, les haré entrar en conjunto para que podamos conversar nuevamente... ─ La mujer asintió, saliendo entonces, pero Alphonse le hizo señas acercándose un poco a la máquina de café que poseía en el lobby de su consulta. ─ Siéntase cómoda y en confianza, puede tomar café o té si lo prefiere, en el sofá hay revistas muy interesantes y la contraseña del wifi está en esa plaquita en la pared, vendré en un momento por usted.
Tras dicho todo eso, volvió a ingresar en la sala de consultas, cerrando la puerta y retomando su lugar tras el escritorio, dedicándole una sonrisa cómplice al menor.
─ Muy bien, Alexander... Para comenzar, me gustaría decirte que si en algún momento de nuestra conversación hay algo que diga o haga que te incomode, puedes decirme con toda la confianza y que no estás obligado a responderme las preguntas que no quieras o no te agraden... ─ Tras ver que el adolescente parecía más calmado ahora, prosiguió a lo de rutina. ─ Entonces, cuéntame... ¿Cómo estás? ¿Hay algo en particular que quieras comentarme antes de preguntarte yo?
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❛ do you really think i'm going
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┈⨾ . . . 𝟏𝟔 𝐲𝐞𝐚𝐫𝐬 𝐨𝐥𝐝.
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Toca tirar abajo todos los libros de la estantería y toca el desorden que implica proceso de verlos de nuevo en fila.
Toca bajar la guardia, dejar que entren y dejar que salgan.
Toca desarmar a los héroes y al verlos desnudos volverlos a armar.
Y nunca es tarde para preguntar, y nunca es tarde para volver a empezar.
Puede ser fácil y a veces no, pero es un día a la vez.
Puedo contarte hacia dónde voy, pero entro solo después, y no es que no te quiera acá, pero me toca crecer. Y no es que yo me fuera a olvidar, yo ya te llevo en la piel.
Tocan tiempos de guerra, tiempos para revolcarse en la mierda porque es la mierda lo que hace fértil a la tierra donde crece la flor. Sé que estás asustado, yo también.
Calma, que nunca es tarde para desarmar, que nunca es tarde, si algo tiene que cambiar. Soñé que un día cambiaba, pero la vida no es así, de nuevo me cuidaban, no es tan fácil. Toma tiempo, no es tan fácil. Toma tiempo.
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─ ¿Alexander? ─ La voz del psicólogo pareció buscar al dueño del nombre en la sala de espera. Rápidamente una madre levantó la mano mientras se acercaba con un adolescente casi a rastras hasta la puerta de la consulta. Alphonse sonrió a ambos y se apartó de la entrada para que ambos ingresaran. Esperó un poco, cerrando la puerta en cuanto estos estaban al interior de su oficina.
─ Adelante, tomen asiento...─ Les indicó con la voz tranquila mientras se posicionaba tras el escritorio donde el intercambio de palabras surgiría. Respiró con profundidad, escuchando algunos pensamientos reprimidos de ambas personas. La madre buscaba ayuda para la aparente depresión auto diagnosticada que a su juicio cursaba el menor, mientras que él se cuestionaba el qué tan útil sería perder el tiempo con alguien que vestía un suéter con cuello alto. Toda esta información cruzó la mente de los tres en dicha sala, causándole una sonrisa divertida ante el prejuicio juvenil por su gusto en la ropa.
─ Entonces...─ Rebuscó en sus notas el nombre de quien había solicitado la hora a la consulta. ─ ¿Erica? ─ Ante la confirmación apresurada de la madre continuó hablando con mayor seguridad. ─ Mi nombre es Alphonse, encantado de conocerlos. Cuénteme, ¿Cuál es el motivo por el que solicitó una consulta para Alexander? ─ La introducción era breve, escuchó las palabras de la madre preocupada, ordenó los pensamientos que daban conexión anticipada a todo lo que nombraba y observaba el lenguaje no verbal tanto de la madre como del adolescente. De vez en cuando sus ojos iban en búsqueda del menor para confirmar los hechos narrados por su madre.
Alexander parecía distante, a la defensiva pero no contradecía o increpaba a su madre, al menos no verbalmente. Sus notas comenzaron a tomar forma como en una lluvia de hechos y conductas que podían ser motivo de consultas más personales con el menor, pero así, en la tranquilidad de la escucha permitió a la adulta expresar sus preocupaciones ante las conductas de su hijo.
Tomó un poco de aire, como un suspiro que dio inicio a algunas observaciones, comenzando a explicar su método de trabajo. No objetó o agregó comentarios con respecto a la información que le habían entregado, solo se limitó a explicar el modo de atención que le parecía mejor implementar dado el caso.
─ Muy bien, Señora Erica, me gustaría que pudiéramos permitirnos un espacio seguro para ambos en esta consulta ¿De acuerdo? Y para eso, pienso que sería más cómodo para ustedes que tomaran un espacio por separado, sin la presencia del otro, conmigo. La idea de esto es que puedan expresarse sin miedos y compartir conmigo cosas que deseen sin afectar la imagen que puedan tener entre sí... ¿Me comprenden? ─ Tras la sugerencia la madre se mostró pensativa, mirando al adolescente quien parecía más cómodo con eso que ella. Asintió acatando y se levantó para abandonar la sala rumbo a la sala de espera.
─ De acuerdo, hablaré un poco con Alexander respecto a lo que usted me ha mencionado antes, luego, le indicaré que pase y que él salga para poder brindarles su espacio individual a cada quien y por último, les haré entrar en conjunto para que podamos conversar nuevamente... ─ La mujer asintió, saliendo entonces, pero Alphonse le hizo señas acercándose un poco a la máquina de café que poseía en el lobby de su consulta. ─ Siéntase cómoda y en confianza, puede tomar café o té si lo prefiere, en el sofá hay revistas muy interesantes y la contraseña del wifi está en esa plaquita en la pared, vendré en un momento por usted.
Tras dicho todo eso, volvió a ingresar en la sala de consultas, cerrando la puerta y retomando su lugar tras el escritorio, dedicándole una sonrisa cómplice al menor.
─ Muy bien, Alexander... Para comenzar, me gustaría decirte que si en algún momento de nuestra conversación hay algo que diga o haga que te incomode, puedes decirme con toda la confianza y que no estás obligado a responderme las preguntas que no quieras o no te agraden... ─ Tras ver que el adolescente parecía más calmado ahora, prosiguió a lo de rutina. ─ Entonces, cuéntame... ¿Cómo estás? ¿Hay algo en particular que quieras comentarme antes de preguntarte yo?
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┈⨾ . . . 𝐓 𝐖 𝐎 — ㅤ۪ㅤㅤi͜𝗺pe͡𝗿fect fo̠r yo͠u ㅤওㅤ𓆗
❛ do you really think i'm going
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┈⨾ . . . 𝐀𝐥𝐞𝐱𝐚𝐧𝐝𝐞𝐫 𝐄𝐯𝐚𝐧𝐬
┈⨾ . . . 𝟏𝟔 𝐲𝐞𝐚𝐫𝐬 𝐨𝐥𝐝.
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Toca tirar abajo todos los libros de la estantería y toca el desorden que implica proceso de verlos de nuevo en fila.
Toca bajar la guardia, dejar que entren y dejar que salgan.
Toca desarmar a los héroes y al verlos desnudos volverlos a armar.
Y nunca es tarde para preguntar, y nunca es tarde para volver a empezar.
Puede ser fácil y a veces no, pero es un día a la vez.
Puedo contarte hacia dónde voy, pero entro solo después, y no es que no te quiera acá, pero me toca crecer. Y no es que yo me fuera a olvidar, yo ya te llevo en la piel.
Tocan tiempos de guerra, tiempos para revolcarse en la mierda porque es la mierda lo que hace fértil a la tierra donde crece la flor. Sé que estás asustado, yo también.
Calma, que nunca es tarde para desarmar, que nunca es tarde, si algo tiene que cambiar. Soñé que un día cambiaba, pero la vida no es así, de nuevo me cuidaban, no es tan fácil. Toma tiempo, no es tan fácil. Toma tiempo.
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─ ¿Alexander? ─ La voz del psicólogo pareció buscar al dueño del nombre en la sala de espera. Rápidamente una madre levantó la mano mientras se acercaba con un adolescente casi a rastras hasta la puerta de la consulta. Alphonse sonrió a ambos y se apartó de la entrada para que ambos ingresaran. Esperó un poco, cerrando la puerta en cuanto estos estaban al interior de su oficina.
─ Adelante, tomen asiento...─ Les indicó con la voz tranquila mientras se posicionaba tras el escritorio donde el intercambio de palabras surgiría. Respiró con profundidad, escuchando algunos pensamientos reprimidos de ambas personas. La madre buscaba ayuda para la aparente depresión auto diagnosticada que a su juicio cursaba el menor, mientras que él se cuestionaba el qué tan útil sería perder el tiempo con alguien que vestía un suéter con cuello alto. Toda esta información cruzó la mente de los tres en dicha sala, causándole una sonrisa divertida ante el prejuicio juvenil por su gusto en la ropa.
─ Entonces...─ Rebuscó en sus notas el nombre de quien había solicitado la hora a la consulta. ─ ¿Erica? ─ Ante la confirmación apresurada de la madre continuó hablando con mayor seguridad. ─ Mi nombre es Alphonse, encantado de conocerlos. Cuénteme, ¿Cuál es el motivo por el que solicitó una consulta para Alexander? ─ La introducción era breve, escuchó las palabras de la madre preocupada, ordenó los pensamientos que daban conexión anticipada a todo lo que nombraba y observaba el lenguaje no verbal tanto de la madre como del adolescente. De vez en cuando sus ojos iban en búsqueda del menor para confirmar los hechos narrados por su madre.
Alexander parecía distante, a la defensiva pero no contradecía o increpaba a su madre, al menos no verbalmente. Sus notas comenzaron a tomar forma como en una lluvia de hechos y conductas que podían ser motivo de consultas más personales con el menor, pero así, en la tranquilidad de la escucha permitió a la adulta expresar sus preocupaciones ante las conductas de su hijo.
Tomó un poco de aire, como un suspiro que dio inicio a algunas observaciones, comenzando a explicar su método de trabajo. No objetó o agregó comentarios con respecto a la información que le habían entregado, solo se limitó a explicar el modo de atención que le parecía mejor implementar dado el caso.
─ Muy bien, Señora Erica, me gustaría que pudiéramos permitirnos un espacio seguro para ambos en esta consulta ¿De acuerdo? Y para eso, pienso que sería más cómodo para ustedes que tomaran un espacio por separado, sin la presencia del otro, conmigo. La idea de esto es que puedan expresarse sin miedos y compartir conmigo cosas que deseen sin afectar la imagen que puedan tener entre sí... ¿Me comprenden? ─ Tras la sugerencia la madre se mostró pensativa, mirando al adolescente quien parecía más cómodo con eso que ella. Asintió acatando y se levantó para abandonar la sala rumbo a la sala de espera.
─ De acuerdo, hablaré un poco con Alexander respecto a lo que usted me ha mencionado antes, luego, le indicaré que pase y que él salga para poder brindarles su espacio individual a cada quien y por último, les haré entrar en conjunto para que podamos conversar nuevamente... ─ La mujer asintió, saliendo entonces, pero Alphonse le hizo señas acercándose un poco a la máquina de café que poseía en el lobby de su consulta. ─ Siéntase cómoda y en confianza, puede tomar café o té si lo prefiere, en el sofá hay revistas muy interesantes y la contraseña del wifi está en esa plaquita en la pared, vendré en un momento por usted.
Tras dicho todo eso, volvió a ingresar en la sala de consultas, cerrando la puerta y retomando su lugar tras el escritorio, dedicándole una sonrisa cómplice al menor.
─ Muy bien, Alexander... Para comenzar, me gustaría decirte que si en algún momento de nuestra conversación hay algo que diga o haga que te incomode, puedes decirme con toda la confianza y que no estás obligado a responderme las preguntas que no quieras o no te agraden... ─ Tras ver que el adolescente parecía más calmado ahora, prosiguió a lo de rutina. ─ Entonces, cuéntame... ¿Cómo estás? ¿Hay algo en particular que quieras comentarme antes de preguntarte yo?
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