La lluvia azotaba las calles de Nueva York, acompañada por truenos retumbantes que resonaban en la oscuridad de la noche. James Blackwood, envuelto en su abrigo empapado, avanzaba con a través de las calles vacías, su mirada fija en el puente que se alzaba en la distancia. Bajo ese puente, oculto a los ojos humanos, se encontraba el mercado troll, un lugar de intercambio entre criaturas sobrenaturales.

Al llegar al pie del puente, James se detuvo ante la imponente puerta de piedra disimulada en la estructura, susurros de magia antigua danzando en el aire. Solo se abriría con sangre sobrenatural, una barrera que separaba el mundo humano del submundo místico que yacía más allá.

Antes de abrir la puerta que conducía al mercado, James se detuvo, su instinto de supervivencia agudizado por la oscuridad que lo rodeaba. Con una mirada cautelosa a su alrededor, se aseguró que no hubiera testigos en la noche tormentosa. Con un suspiro, presionó la palma de su mano contra la superficie áspera de la puerta, sintiendo un pinchazo agudo cuando un pequeño corte se abrió en su piel, entonces lo escuchó, pasos cercanos. Apartó la mano dejando una huella roja en su lugar, girando para encarar al imprevisto visitante que logró burlar su mirada.

Tras de si, la puerta se estremeció, temblando con la anticipación de lo que estaba por venir, y lentamente comenzó a ceder. Con un crujido ominoso, se abrió una rendija en la piedra, revelando una oscuridad impenetrable más allá.