Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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Tenlo en cuenta al responder.
『 Road to my vengance I. 』
〔Monorol〕

—Por lo general soy una persona muy paciente, pero... no voy a permitir que me sigas humillando más por lo ocurrido en el pasado.—

Diría en presencia de aquella la cual demostraba mayor edad y sapiencia que el mismo Conde. Cualquiera se sentiría bendecido con el oponente si éste fuese un anciano como lo era aquella mujer frente a él, pero él sabía perfectamente que su longevidad la hacían alguien de temer. De hecho, aún con todo ese valor que sacaba a relucir, su interior se hallaba hundido en miedo por la poca fuerza que tenía junto a ella. A fin de cuentas era la legendaria "Bruja de Endor" un ser ancestral que ni reyes serían capaces de ofenderle o reclamarle.

El destello en su mano seguía acumilando partículas de maná mientras su aura se encargaba de concentrarlo en su mano. En su mente tan solo yacía la idea de continuar recolectando toda la información necesaria para lograr su objetivo de venganza.

Ella siempre le había tratado bastante mal desde que a uno de sus hijos le había arrebatado los secretos de la manipulación de la magia del fuego, ganandose su repudio y el poco interés en ayudarse mutuamente. Ahora, ya no estaría dispuesto a seguir sufriendo aquel desprecio por un simple capricho que su hijo no pudo manejar. Tenía algo que hacer y si eso implicaba levantarse en contra de los Antiguos Inmemoriales, entonces no dudaría en librar una batalla el solo.

—Necesito respuestas, porque no tengo tiempo que seguir perdiendo... ¡Habla!—

Tras aquella declaración aquel se hallaba totalmente enfocado, sus pupilas se habían contraído en desesperación y la bruja se hallaba firme e indiferente al sufrimiento de éste. Tan sólo una sonrisa ladina se percibió de ella, confiada en que éste no podía hacerle ni un rasguño. Mientras tanto, la acumulación de poder mágico en la palma del chico comenzaba a despedir descargas eléctricas en señal de que la concentración era bastante densa y realmente destructiva. Tanto, que incluso el suelo comenzaban a nacer nuevas grietas y cada vez más profundas.

Por otro lado, aquella aura carmesí que le rodeaba, era tan intensa que el aroma de de hojas a las brasas comenzó a inundar el lugar junto con un toque de canela que era despedido por parte de la anciana hechicera.

Era una charla en el que las palabras no iban a solucionar nada, sino sus actos. Ambos liberaron sus respectivas descargas de energía logrando que la cima de aquella montaña fuese tragada por un cegador resplandor que encendió aquel bosque por un instante, como juegos pirotécnicos que con sus variados colores iluminaban el cielo nocturno. Acompañado de un fuerte estruendo que resonó hasta dispersarse en un eco que moría con el pasar de los segundos.

Aquella pequeña vivienda en la que vivía aquella bruja, fue reducida a polvo, no quedó nada, ni una astilla. Sólo una meseta vacía y seca con aquellos individuos parados frente a frente, separados por lo que serían al menos dos autobuses a lo largo.

Ambos permanecieron en silencio, mirándose el uno al otro, como si realmente fuesen a continuar con aquel encuentro que recién iniciaba. No obstante, una corriente gélida cruzó el sitio meciendo ambas cabelleras: la platinada de la bruja y la dorada del "ladrón"; hasta que el cuerpo de éste último titubeó al estar de pie y cayó de frente de lleno contra el suelo. Había sido el perdedor de aquel breve encuentro, algo que él ya había contempado aún estando consciente de su evidente derrota.

Pesada fue su caída contra el suelo polvoriento, que incluso levantó una nube de partículas de polvo. No emitió quejido al caer, había sido un fuerte golpe, aunque quizás el golpe más fuerte había sido el que recibió al perder a sus seres amados, en este caso Jeanne y sus amigos Gilgamesh, William, Nicolás y Rayne. Quedó inconsciente mientras aquella bruja se acercó al rubio y le miró con indiferencia, reconociendo que para un "ladrón" había tenido bastante valor y descaro por encararla. Pero sin ánimo de cooperar o atender sus heridas, le abandonó en aquella meseta, no sin antes dibijar sobre el suelo cierta torre con un reloj.
『 Road to my vengance I. 』 〔Monorol〕 —Por lo general soy una persona muy paciente, pero... no voy a permitir que me sigas humillando más por lo ocurrido en el pasado.— Diría en presencia de aquella la cual demostraba mayor edad y sapiencia que el mismo Conde. Cualquiera se sentiría bendecido con el oponente si éste fuese un anciano como lo era aquella mujer frente a él, pero él sabía perfectamente que su longevidad la hacían alguien de temer. De hecho, aún con todo ese valor que sacaba a relucir, su interior se hallaba hundido en miedo por la poca fuerza que tenía junto a ella. A fin de cuentas era la legendaria "Bruja de Endor" un ser ancestral que ni reyes serían capaces de ofenderle o reclamarle. El destello en su mano seguía acumilando partículas de maná mientras su aura se encargaba de concentrarlo en su mano. En su mente tan solo yacía la idea de continuar recolectando toda la información necesaria para lograr su objetivo de venganza. Ella siempre le había tratado bastante mal desde que a uno de sus hijos le había arrebatado los secretos de la manipulación de la magia del fuego, ganandose su repudio y el poco interés en ayudarse mutuamente. Ahora, ya no estaría dispuesto a seguir sufriendo aquel desprecio por un simple capricho que su hijo no pudo manejar. Tenía algo que hacer y si eso implicaba levantarse en contra de los Antiguos Inmemoriales, entonces no dudaría en librar una batalla el solo. —Necesito respuestas, porque no tengo tiempo que seguir perdiendo... ¡Habla!— Tras aquella declaración aquel se hallaba totalmente enfocado, sus pupilas se habían contraído en desesperación y la bruja se hallaba firme e indiferente al sufrimiento de éste. Tan sólo una sonrisa ladina se percibió de ella, confiada en que éste no podía hacerle ni un rasguño. Mientras tanto, la acumulación de poder mágico en la palma del chico comenzaba a despedir descargas eléctricas en señal de que la concentración era bastante densa y realmente destructiva. Tanto, que incluso el suelo comenzaban a nacer nuevas grietas y cada vez más profundas. Por otro lado, aquella aura carmesí que le rodeaba, era tan intensa que el aroma de de hojas a las brasas comenzó a inundar el lugar junto con un toque de canela que era despedido por parte de la anciana hechicera. Era una charla en el que las palabras no iban a solucionar nada, sino sus actos. Ambos liberaron sus respectivas descargas de energía logrando que la cima de aquella montaña fuese tragada por un cegador resplandor que encendió aquel bosque por un instante, como juegos pirotécnicos que con sus variados colores iluminaban el cielo nocturno. Acompañado de un fuerte estruendo que resonó hasta dispersarse en un eco que moría con el pasar de los segundos. Aquella pequeña vivienda en la que vivía aquella bruja, fue reducida a polvo, no quedó nada, ni una astilla. Sólo una meseta vacía y seca con aquellos individuos parados frente a frente, separados por lo que serían al menos dos autobuses a lo largo. Ambos permanecieron en silencio, mirándose el uno al otro, como si realmente fuesen a continuar con aquel encuentro que recién iniciaba. No obstante, una corriente gélida cruzó el sitio meciendo ambas cabelleras: la platinada de la bruja y la dorada del "ladrón"; hasta que el cuerpo de éste último titubeó al estar de pie y cayó de frente de lleno contra el suelo. Había sido el perdedor de aquel breve encuentro, algo que él ya había contempado aún estando consciente de su evidente derrota. Pesada fue su caída contra el suelo polvoriento, que incluso levantó una nube de partículas de polvo. No emitió quejido al caer, había sido un fuerte golpe, aunque quizás el golpe más fuerte había sido el que recibió al perder a sus seres amados, en este caso Jeanne y sus amigos Gilgamesh, William, Nicolás y Rayne. Quedó inconsciente mientras aquella bruja se acercó al rubio y le miró con indiferencia, reconociendo que para un "ladrón" había tenido bastante valor y descaro por encararla. Pero sin ánimo de cooperar o atender sus heridas, le abandonó en aquella meseta, no sin antes dibijar sobre el suelo cierta torre con un reloj.
Me encocora
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