Otra vez aquel juego de querer ser mayor. O tal vez era un juego de crecer de golpe, poder irse, poder huir.
Se había colado en el cuarto de su hermana Daphne, y había cogido aquel pintalabios rojo que tanto le gustaba. Astoria casi no se maquillaba. Porque tampoco quería que se la viese. No quería llamar la atención. O tal vez simplemente le daba miedo escuchar las reacciones al verla así.
Pero tenía que ser más valiente. Eso se había propuesto. Y esa noche, la mayoría de gente estaba en la sala común celebrando la reciente victoria de Slytherin en el partido de Quidditch. Tal vez tampoco la miraban demasiado.
Sus labios adornados con aquel rojo, mostraron una sonrisa al espejo. Y tras comprobar que su jersey estaba libre de pelusas, se encaminó hacia la sala común.
Su estatura no la hacía destacar, al igual que muchas otras de sus características, pero le servía para pasar entre la gente. Los ruidos y los gritos conseguían amortiguar las voces en su cabeza, y lo solía agradecer.
Mientras escudriñaba la sala en busca de su hermana, puesto que al fin y al cabo, quería ver qué decía al verle los labios, unas voces se colaron en su cabeza.
Risas. Y podía sentir como esas risas apuntaban hacia ella. No quería mirar directamente. No quería que se supiese que lo sabía.
Hizo como que se acomodaba el cabello, para ver a unas chicas más mayores señalarla entre risas. “Vaya cuadro”. “¿Se cree que el rojo le queda bien?”
No podía cambiar su cara. No debían saberlo. Intentó mantener una sonrisa temblorosa, antes de girarse. Nuevamente, no quería escuchar nada a su alrededor.
Otra vez aquel juego de querer ser mayor. O tal vez era un juego de crecer de golpe, poder irse, poder huir. Se había colado en el cuarto de su hermana Daphne, y había cogido aquel pintalabios rojo que tanto le gustaba. Astoria casi no se maquillaba. Porque tampoco quería que se la viese. No quería llamar la atención. O tal vez simplemente le daba miedo escuchar las reacciones al verla así. Pero tenía que ser más valiente. Eso se había propuesto. Y esa noche, la mayoría de gente estaba en la sala común celebrando la reciente victoria de Slytherin en el partido de Quidditch. Tal vez tampoco la miraban demasiado. Sus labios adornados con aquel rojo, mostraron una sonrisa al espejo. Y tras comprobar que su jersey estaba libre de pelusas, se encaminó hacia la sala común. Su estatura no la hacía destacar, al igual que muchas otras de sus características, pero le servía para pasar entre la gente. Los ruidos y los gritos conseguían amortiguar las voces en su cabeza, y lo solía agradecer. Mientras escudriñaba la sala en busca de su hermana, puesto que al fin y al cabo, quería ver qué decía al verle los labios, unas voces se colaron en su cabeza. Risas. Y podía sentir como esas risas apuntaban hacia ella. No quería mirar directamente. No quería que se supiese que lo sabía. Hizo como que se acomodaba el cabello, para ver a unas chicas más mayores señalarla entre risas. “Vaya cuadro”. “¿Se cree que el rojo le queda bien?” No podía cambiar su cara. No debían saberlo. Intentó mantener una sonrisa temblorosa, antes de girarse. Nuevamente, no quería escuchar nada a su alrededor.
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