Destinos entrelazados
Rol con: [Al0lanSun]
──── ๑ ♚ ๑ ────
En la oscuridad de la noche, bajo un cielo tachonado de estrellas, una figura ágil y sigilosa se movía entre las sombras de los edificios. Su nombre era Lina, y aunque a primera vista podría parecer una chica joven, había algo en ella que la distinguía: sus orejas puntiagudas, su rabo y sus ojos felinos delataban su verdadera naturaleza: mitad humana, mitad gato, seres a los que en Edenia, su mundo de origen, se les conocía como Nekomara.
Lina se encontraba en un mundo extraño, un mundo donde los humanos dominaban y donde todo le resultaba ajeno y peligroso: La Tierra.
El hambre rugía en su estómago, y cada músculo de su cuerpo le pedía que buscara algo para comer.
Tan sigilosa como solo un felino puede serlo, Lina se escabulló entre las sombras, observando con atención.
Las luces de la ciudad la deslumbraban, y los ruidos eran ensordecedores. Había aprendido a moverse sin ser vista, un arte necesario tanto en su mundo de origen y aún más crucial en este desconocido.
De pronto, sus ojos se fijaron en un pequeño puesto de comida callejera que ya cerraba. El vendedor guardaba los últimos restos de comida, y Lina vio su oportunidad.
Deslizó su cuerpo entre las sombras, acercándose al puesto con una rapidez y gracia inigualables. Con un movimiento ágil, tomó un par de panes.
Pero su suerte no duró mucho. Un grito del vendedor alertó a los transeúntes, y pronto una alarma resonó en la noche. Lina tiró los panes, adoptó su forma cuadrúpeda y corrió con todas sus fuerzas.
Sus pies y manos apenas tocaban el suelo mientras los sonidos de las sirenas comenzaban a llenar el aire. La policía la había visto, y ahora la perseguían.
Saltando sobre cercas y trepando muros, Lina intentaba perderse en el laberinto urbano.
Su corazón latía con fuerza, impulsado tanto por el miedo como por la adrenalina. Cada callejón parecía cerrarse a su paso, y las luces de los coches patrulla iluminaban su camino, acorralándola.
Finalmente, Lina divisó un parque al final de la calle, un oasis de vegetación en medio del paisaje urbano. Sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia allí con sus sentidos agudizados buscando un lugar seguro entre los árboles y arbustos.
El parque estaba casi desierto a esa hora de la noche, lo que le daba una pequeña ventaja.
Se adentró en la espesura, su respiración aún agitada. Encontró un grupo de robles altos y gruesos, con densas copas y ramas resistentes.
Sin dudarlo trepó con facilidad por uno de esos robles y se ocultó allí, esperando que las copas frondosas la protegieran.
Manteniéndose en absoluto silencio, escuchaba los sonidos a su alrededor, alerta a cualquier señal de peligro.
El crujir de ramas bajo botas pesadas y las luces de las linternas indicaron que la policía se acercaba.
Lina se hizo más pequeña, pegándose a la rama que la sostenía.
Sus agudos sentidos felinos captaron el movimiento antes de que ocurriera, pero fue demasiado tarde para reaccionar. Un pequeño dardo silbó en el aire y se clavó en su hombro.
Sintió un dolor punzante y luego una sensación de entumecimiento que se extendió rápidamente por su cuerpo. Intentó moverse, pero sus extremidades se volvieron pesadas. La visión se le nubló mientras luchaba por mantenerse consciente, pero la potente sustancia del dardo tranquilizador era implacable.
Con un último esfuerzo, Lina intentó ocultarse en ramas más altas del roble, sin embargo, cuando intentó moverse sus músculos no respondieron y cayó contra el suelo al pie del roble.
En ese momento, los policías que la perseguían llegaron al lugar. Con linternas en mano, empezaron a buscar entre la vegetación. Habían visto el dardo acertar, pero en la confusión y oscuridad del parque no lograban encontrarla.
"Debe estar aquí cerca," dijo uno de los oficiales. "Sigamos buscando, pero con cuidado."
Sin poder moverse, sin posibilidad de pedirle ayuda a nadie y con la vista cada vez más nublada, a Lina solo le quedaba esperar a que los policías la encontraran.
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En la oscuridad de la noche, bajo un cielo tachonado de estrellas, una figura ágil y sigilosa se movía entre las sombras de los edificios. Su nombre era Lina, y aunque a primera vista podría parecer una chica joven, había algo en ella que la distinguía: sus orejas puntiagudas, su rabo y sus ojos felinos delataban su verdadera naturaleza: mitad humana, mitad gato, seres a los que en Edenia, su mundo de origen, se les conocía como Nekomara.
Lina se encontraba en un mundo extraño, un mundo donde los humanos dominaban y donde todo le resultaba ajeno y peligroso: La Tierra.
El hambre rugía en su estómago, y cada músculo de su cuerpo le pedía que buscara algo para comer.
Tan sigilosa como solo un felino puede serlo, Lina se escabulló entre las sombras, observando con atención.
Las luces de la ciudad la deslumbraban, y los ruidos eran ensordecedores. Había aprendido a moverse sin ser vista, un arte necesario tanto en su mundo de origen y aún más crucial en este desconocido.
De pronto, sus ojos se fijaron en un pequeño puesto de comida callejera que ya cerraba. El vendedor guardaba los últimos restos de comida, y Lina vio su oportunidad.
Deslizó su cuerpo entre las sombras, acercándose al puesto con una rapidez y gracia inigualables. Con un movimiento ágil, tomó un par de panes.
Pero su suerte no duró mucho. Un grito del vendedor alertó a los transeúntes, y pronto una alarma resonó en la noche. Lina tiró los panes, adoptó su forma cuadrúpeda y corrió con todas sus fuerzas.
Sus pies y manos apenas tocaban el suelo mientras los sonidos de las sirenas comenzaban a llenar el aire. La policía la había visto, y ahora la perseguían.
Saltando sobre cercas y trepando muros, Lina intentaba perderse en el laberinto urbano.
Su corazón latía con fuerza, impulsado tanto por el miedo como por la adrenalina. Cada callejón parecía cerrarse a su paso, y las luces de los coches patrulla iluminaban su camino, acorralándola.
Finalmente, Lina divisó un parque al final de la calle, un oasis de vegetación en medio del paisaje urbano. Sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia allí con sus sentidos agudizados buscando un lugar seguro entre los árboles y arbustos.
El parque estaba casi desierto a esa hora de la noche, lo que le daba una pequeña ventaja.
Se adentró en la espesura, su respiración aún agitada. Encontró un grupo de robles altos y gruesos, con densas copas y ramas resistentes.
Sin dudarlo trepó con facilidad por uno de esos robles y se ocultó allí, esperando que las copas frondosas la protegieran.
Manteniéndose en absoluto silencio, escuchaba los sonidos a su alrededor, alerta a cualquier señal de peligro.
El crujir de ramas bajo botas pesadas y las luces de las linternas indicaron que la policía se acercaba.
Lina se hizo más pequeña, pegándose a la rama que la sostenía.
Sus agudos sentidos felinos captaron el movimiento antes de que ocurriera, pero fue demasiado tarde para reaccionar. Un pequeño dardo silbó en el aire y se clavó en su hombro.
Sintió un dolor punzante y luego una sensación de entumecimiento que se extendió rápidamente por su cuerpo. Intentó moverse, pero sus extremidades se volvieron pesadas. La visión se le nubló mientras luchaba por mantenerse consciente, pero la potente sustancia del dardo tranquilizador era implacable.
Con un último esfuerzo, Lina intentó ocultarse en ramas más altas del roble, sin embargo, cuando intentó moverse sus músculos no respondieron y cayó contra el suelo al pie del roble.
En ese momento, los policías que la perseguían llegaron al lugar. Con linternas en mano, empezaron a buscar entre la vegetación. Habían visto el dardo acertar, pero en la confusión y oscuridad del parque no lograban encontrarla.
"Debe estar aquí cerca," dijo uno de los oficiales. "Sigamos buscando, pero con cuidado."
Sin poder moverse, sin posibilidad de pedirle ayuda a nadie y con la vista cada vez más nublada, a Lina solo le quedaba esperar a que los policías la encontraran.
Rol con: [Al0lanSun]
──── ๑ ♚ ๑ ────
En la oscuridad de la noche, bajo un cielo tachonado de estrellas, una figura ágil y sigilosa se movía entre las sombras de los edificios. Su nombre era Lina, y aunque a primera vista podría parecer una chica joven, había algo en ella que la distinguía: sus orejas puntiagudas, su rabo y sus ojos felinos delataban su verdadera naturaleza: mitad humana, mitad gato, seres a los que en Edenia, su mundo de origen, se les conocía como Nekomara.
Lina se encontraba en un mundo extraño, un mundo donde los humanos dominaban y donde todo le resultaba ajeno y peligroso: La Tierra.
El hambre rugía en su estómago, y cada músculo de su cuerpo le pedía que buscara algo para comer.
Tan sigilosa como solo un felino puede serlo, Lina se escabulló entre las sombras, observando con atención.
Las luces de la ciudad la deslumbraban, y los ruidos eran ensordecedores. Había aprendido a moverse sin ser vista, un arte necesario tanto en su mundo de origen y aún más crucial en este desconocido.
De pronto, sus ojos se fijaron en un pequeño puesto de comida callejera que ya cerraba. El vendedor guardaba los últimos restos de comida, y Lina vio su oportunidad.
Deslizó su cuerpo entre las sombras, acercándose al puesto con una rapidez y gracia inigualables. Con un movimiento ágil, tomó un par de panes.
Pero su suerte no duró mucho. Un grito del vendedor alertó a los transeúntes, y pronto una alarma resonó en la noche. Lina tiró los panes, adoptó su forma cuadrúpeda y corrió con todas sus fuerzas.
Sus pies y manos apenas tocaban el suelo mientras los sonidos de las sirenas comenzaban a llenar el aire. La policía la había visto, y ahora la perseguían.
Saltando sobre cercas y trepando muros, Lina intentaba perderse en el laberinto urbano.
Su corazón latía con fuerza, impulsado tanto por el miedo como por la adrenalina. Cada callejón parecía cerrarse a su paso, y las luces de los coches patrulla iluminaban su camino, acorralándola.
Finalmente, Lina divisó un parque al final de la calle, un oasis de vegetación en medio del paisaje urbano. Sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia allí con sus sentidos agudizados buscando un lugar seguro entre los árboles y arbustos.
El parque estaba casi desierto a esa hora de la noche, lo que le daba una pequeña ventaja.
Se adentró en la espesura, su respiración aún agitada. Encontró un grupo de robles altos y gruesos, con densas copas y ramas resistentes.
Sin dudarlo trepó con facilidad por uno de esos robles y se ocultó allí, esperando que las copas frondosas la protegieran.
Manteniéndose en absoluto silencio, escuchaba los sonidos a su alrededor, alerta a cualquier señal de peligro.
El crujir de ramas bajo botas pesadas y las luces de las linternas indicaron que la policía se acercaba.
Lina se hizo más pequeña, pegándose a la rama que la sostenía.
Sus agudos sentidos felinos captaron el movimiento antes de que ocurriera, pero fue demasiado tarde para reaccionar. Un pequeño dardo silbó en el aire y se clavó en su hombro.
Sintió un dolor punzante y luego una sensación de entumecimiento que se extendió rápidamente por su cuerpo. Intentó moverse, pero sus extremidades se volvieron pesadas. La visión se le nubló mientras luchaba por mantenerse consciente, pero la potente sustancia del dardo tranquilizador era implacable.
Con un último esfuerzo, Lina intentó ocultarse en ramas más altas del roble, sin embargo, cuando intentó moverse sus músculos no respondieron y cayó contra el suelo al pie del roble.
En ese momento, los policías que la perseguían llegaron al lugar. Con linternas en mano, empezaron a buscar entre la vegetación. Habían visto el dardo acertar, pero en la confusión y oscuridad del parque no lograban encontrarla.
"Debe estar aquí cerca," dijo uno de los oficiales. "Sigamos buscando, pero con cuidado."
Sin poder moverse, sin posibilidad de pedirle ayuda a nadie y con la vista cada vez más nublada, a Lina solo le quedaba esperar a que los policías la encontraran.
Tipo
Individual
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible