—Desde qué se tragó por accidente la poción de Velvette que, no fue al trabajo. Y es qué, le pidió a su ayudante qué informase a todos y pasase todos sus compromisos a otro día a causa de estar “indispuesto”. A fin de cuentas, debían reflejar la perfección y en esa definición no entraba el ser víctima de una broma pesada de su novia. Por qué no, no sé creía qué sabiendo qué estaba de los nervios, hubiera dejado la poción tan a la vista por accidente. Pero ese era un tema aparte.
A fin de cuentas, en un principio, pensó qué sería cosa de un par de días y una de dos; o Velvette crearía una poción para regresarlo a la normalidad o bien, los efectos de la misma remitirían por sí solos. Sin embargo, eso último no sucedió ni se esperaba qué sucediera a estas alturas. En cuanto a la poción qué contrarrestase aquel desastre… pues no pudo ser, ya qué la propia Vel acabó siendo víctima de una de las meteduras de pata de sus asistentas.
Suspiró, y se vistió, al no irle ninguno de sus trajes, pues estos le apretaban el pecho pero luego del resto del cuerpo le iban muy, pero qué muy anchos, decidió ponerse un vestido, elegante pero aún así el aspecto no la convencía como para trabajar. Sin embargo, era eso o ir con pinta de presidiaria recién liberada con toda la ropa ancha. Antes de irse le dejó el desayuno hecho a Velvette y le envío un mensaje de buenos días a Valentino, quien no se encontraba en la torre. Para ponerlo un poco al día de como se encontraba Velvette, omitiendo sin querer y como de costumbre su propio estado al encontrarlo irrelevante al lado de Vel, además de desearle suerte en lo qué fuera qué estaba llevando a cabo. Pues era evidente qué algo estaba tramando cuando a penas se pasaba por la torre y más con Velvette en aquellas condiciones.
Suspiró con resignación. Conociendo a las almas con las qué iba a reunirse hoy, su aspecto femenino, sería un problema. Siendo la única explicación a esto qué simplemente eran idiotas, ya qué si bueno era una mujer ¿Y qué? Tampoco era tan diferente. Una vez lista, se marchó a las oficinas y como era de esperar enseguida atrajo miradas extrañadas incluso de reojo, vio como alguien escupia el cafe sobre otro alguien de la impresión. Obvio algunas miradas eran descaradas pero no iba a darles importancia. Entró primero en su oficina, donde comenzó a poner en orden una montaña de documentos qué luego su ayudante debería entregar al departamento correspondiente a toda prisa, delegó algunos contratos son verdaderas importancia y se puso a negociar los términos de otros, era sorprendente como ya no debía buscar almas descarriadas, si no qué desde qué era overlord, estás los buscaban a ella y sus parejas ¡Qué cómodo era no tener qué esforzarse más en ese aspecto!
A media mañana, le pidió un café a Erik, su ayudante, de quien no se le pasó por alto qué cada vez qué ahora le dirigía la palabra este temblaba pero ya no de miedo, o al menos no solo de eso, si no qué incluso se ponía rojo como un tomate. Chasqueó la lengua, era sumamente molesto. Si hasta el muy miserable acompañó su café con un lamentable ramo de margaritas. Vox no comentó nada al respecto, simplemente se tomó el café, y siguió revisando estadísticas, además de dar visto bueno o malo a los guiones de las siguientes obras qué se presentarían en voxflix. Canceló un par de series qué ya no rentaban, revisó los guiones y reportajes de las noticias de aquel día y en resumen, toda la burocracia ya qué a la tarde, después de comer comenzaba con las reuniones, la auténtica pesadilla.
Para colmo, cuando salió a tomar el aire, una de las personas con las qué debía de reunirse, tras mirarlo descaradamente de arriba a abajo y esbozar una boba sonrisa, le hizo un gesto para qué se acercase. Así lo hizo.
—¿Si?—preguntó con fastidio. Y el hombre respondió:
—Eh, guapa. Traemos un café a mí y a mi colega, pero con leche de soja, descafeinado y terrones de azúcar. Nada de sobres. —ordenó, de nuevo mirándolo de aquel modo tan irritante.
—No. —respondió Vox rotundamente, casi echando chispas. Los dos hombres intercambiaron miradas de extrañeza y volvieron a posar sus ojos de besugo en ella.
—¿Como qué no?—preguntó uno contrariado. Ella se cruzó de brazos, abultando los labios en una mueca de desagrado—. ¿Es que no sabes quién soy?¡Vengo a reunirme con el puto jefe de este sitio!—y cometió el garrafal error de tomarla por la cintura, cosa qué aumento su exacerbación—.Asi qué si no quieres quedarte sin curro, pequeña secretaria, será mejor que muevas ese bonito culo ahora mismo. —exigió, acercando su feo rostro a ella, qué tan solo parpadeó con aburrimiento, mientras el compañero de aquel tipo, le reía la gracia como si fuera un babuino en celo.
—Se muy bien quien eres. Y no soy una secretaria. De hecho, tenemos una reunión en una hora como bien hasta dicho. —respondió rodando los ojos con un tono de evidente hastío. Y al hombre prácticamente se le detuvo el corazón al escucharla, en su cara pudo ver cómo le dieron al menos diez mini infartos.
—V…vo…v…¿¡Vox?!—exclamó. La mencionada enarcó una ceja imperterrite.
—L..la..la…la misma—le hizo burla, luego lo observó con desdén haciendo una pequeña pausa y habló de nuevo—. Y de ahora en adelante, te agradecería qué no vuelvas a tocarme. Lo odio y no te conviene hacer nada qué pueda llegar a enfadarme.—gruñó con engañosa calma. Y por supuesto el hombre la soltó completamente abochornado y comenzaron ambos a disculparse torpemente, mientras qué la demonio televisiva, se alisaba las arrugas de su vestido con las manos, ignorando por completo, no solo las palabras si no la presencia de aquellos hombres.
—Suficiente. —los interrumpió aburrida—. Te aconsejo qué guardes esa charlatanería para la reunión. Te va a ser difícil borrar esta primera impresión.—dejó en claro, afilando la mirada como si estuviera observando una presa. Los hombres tragaron saliva. Y el qué se mantuvo más callado trató de hablar.
—Qui…quizá con una bonita cena…—insinuó, y Vox afiló aún más la mirada
—Siéntete afortunado, porque pienso fingir qué no he escuchado eso. —advirtió y las luces del pasillo comenzaron a parpadear, claro signo de qué a la CEO de la empresa se le estaba agotando la paciencia. Dicho esto se marchó, aunque no sin remarcar les qué si se les ocurría llegar medio minuto tarde, disolvería cualquier acuerdo previo y posterior con su empresa y los afiliados a la misma, cosa qué dejaría a aquella empresa sin apoyo ninguno y caería en bancarrota, por que era obvio a qué empresa se unirían los afiliados a la hora de escoger.
Finalmente, llegó la hora de la reunión, y al parecer sus amenazas fueron efectivas, pues aquellos miserables llegaron media hora antes. Al menos, algo bueno qué pudo sacar de tan desagradable primer encuentro.
La reunión dio comienzo, y los participantes expusieron uno a uno sus ofertas para con la empresa Voxtek, además de sus presupuestos para sus futuros planes. Todo esto entre preguntas y escuchas y debates se alargó varias horas antes de qué a la propia Vox le tocase hablar. Cuando esto, ocurrió se puso en pie y camino hacia la pantalla donde se había proyectado y seguían proyectados los diferentes asuntos a tratar con sus posibles resoluciones. Ella comenzó a exponer todo lo qué había tenido tiempo a reflexionar con la nueva información cuando una mano se alzó de la nada.
—¿Si?—preguntó, pensando qué se trataría de alguna incógnita qué le quedaría a alguien qué en un momento dado se habría despistado. Pero ¿Cual fue su sorpresa al escuchar la pregunta?
—¿Usted no era un hombre?— ella pestañeó un par de veces, estupefacta.
—Si. Pero, me temo qué he sido víctima de una pequeña broma por parte de uno de mis compañeros. —resumió, dándose la vuelta para seguir hablando
—Entonces… ¿Sigue en condiciones de hacerse cargo de la empresa?— insistió el mismo, ella quien estaba de espaldas apretó la mandíbula con tanta fuerza qué se le desprendieron algunos de sus pequeños pero afilados dientes. Lentamente se dio la vuelta
—¿Insinúa qué no estoy en pleno uso de mis facultades únicamente por un pequeño e irrisorio cambio en mi apariencia?—siseó como advertencia.
—No, no… es solo qué si sea lo qué sea ha podido hacer semejante…—hizo una pausa, pensando bien en lo qué decia—.Transformación… quizá a alterado otras cosas. —
—Pues no lo ha hecho. —contestó, obligándose a sonreír, pese a qué como volvía a ir y venir la corriente eléctrica, delataba qué no estaba tan tranquila como podía aparentar—.Gracias por su preocupación ¿A alguien más le apetece cuestionar mis capacidades en base a un simple cambio físico? ¿O podemos centrarnos ya en lo importante?—preguntó de forma retorica, juntando sus manos y de nuevo forzando una sonrisa, pero en esta ocasión dejaba clara su molestia, pues incluso unas pequeñas chispas correteaban por su cuerpo. En vista del sepulcral silencio qué se formó en la sala, pues al parecer todo el mundo acababa de comprender qué, efectivamente nada más que su aspecto físico había cambiado en ella y qué, por lo tanto era mejor no enfurecerla, Vox se dio la vuelta y siguió hablando, centrándose en los negocios. Ingenua ella qué creyó qué todas las incómodas preguntas terminaron, y qué ya podía seguir tranquila con su trabajo, se detuvo una vez más al escuchar unas pequeñas risas de otro tipo. Sus pupilas se afiliaron, y poco a poco se volteó, haciendo un gesto elegante con su mano mientras decía:
—Por favor, señor Nirn…Cuente el chiste a la sala para qué todos podamos reírnos. —invitó en una clara amenaza. Aunque por algún motivo, aquello hizo qué él mencionado, quien posiblemente era el asistente mas estúpido de la sala, riera con más fuerza.
—No es ningún chiste—comentó entre risas —Es qué… es qué no puedo…—continuó carcajeándose, mientras Vox, quien ya se olía por donde iban las cosas, tan solo pestañeó lentamente, abultando los labios en expresión indolente—.¡No puedo tomarte en serio!—confesó sin dejar de reír.
—¿Ah, no?— cuestionó en un frío siseo, empezando a caminar despacio hacia el desgraciado
—¡No!¡Es qué ahora eres tan delgadita!—ella sonrió al oirle—. ¡Tus dientes son tan chiquititos!¡Y esas garritas tan finas!¡Seguro qué no podrías arañar ni un trocito de papel con ellas!—
—Si. Es para descojonarse…—asintió ella, ya peligrosamente cerca del tipo
—¡Es qué ni si quiera das miedo!—
—No, no lo doy. —le dio la razón una vez más, incluso riendo falsamente junto a él, aunque el resto de los presentes quienes sí eran más listos, habían alejado cuanto pudieron sus sillas de él y estaban prácticamente pegados a las paredes, pues ya mascaban la tragedia. Y así fue, pues mientras ambos reían como lunáticos, sin avisar Vox clavó sus garras por debajo de la mandíbula inferior a aquel alma tan corta de entendederas, haciendo qué estás se alargasen hasta atravesarlo por completo y tirando con fuerza le arrancó la mandíbula inferior dejándolo en una mueca perpetuamente boquiabierta y con la lengua colgando
—¿¡AHORA YA TE DOY MIEDO?!¡¿O QUIERES QUÉ TAMBIEN TE SAQUE LOS PUTOS INTESTINOS Y ME HAGA UN JODIDO CINTURÓN CON ELLOS?!—rugió, lanzando aquel hueso sangrante sobre la mesa, mientras Nirn gritaba y trataba de sujetarse la lengua con las manos, tiñendo la mesa, parte del suelo y a si mismo de carmín. Entretanto Vox, para evitar más incidentes, tomó un pañuelo perfumado y se lo llevó allá donde supuestamente debía de haber una nariz, engañando así a su olfato para anular el hedor de la sangre—. Lo suponía. —volvió a darse la vuelta—.Y date prisa a regeberarte, estás dejando toda la sala hecha una auténtica mierda. —las luces y la corriente eléctrica seguirían yendo y viniendo unas largas horas, ya qué Vox tardaría en calmarse, aún así pudo seguir la reunión con normalidad. Y desde luego, nadie más se atrevió a hacer comentario alguno, risa, susurro ni mirada qué pudiera malinterpretarse.
Las reuniones se alargaron toda la tarde hasta bien entrada la noche y aún así, tubo qué llevarse trabajo a casa. Sin dudas, fue un día horrible. Por lo qué fue directa a su habitación donde se desvistió y agotada se dejó caer de morros contra la cama. Cerró los ojos varios minutos para calmarse y cuando los abrió suspiró tomando el móvil y mirando la pantalla para ver dónde estaba Vel. Como no, fuera de la torre, se había escapado. Dejó el teléfono a un lado, se sentó al borde de la cama y se quedó mirando a la nada en silencio, mientras varios rayos recorriendo su cuerpo y la tensión eléctrica subía hasta qué las luces fallaban de nuevo. Sin decir nada respiró hondo, tomó un cojín, se lo puso en la cara y comenzó a gritar con todas sus fuerzas y a patalear de la ira, mientras los cables eléctricos se quemaban dejando el camino marcado en las paredes como las venas en un cuerpo humano.
Cuando se quedó sin aire de tanto gritar en el almohadón, se dejó caer de espaldas, apartando dicho objeto qué voló por los aires y mirando el techo suspiró:
—La mato. —con resignación, y es qué no había sido lo bastante cansado y espantoso el día qué, ahora debía de volverse a vestir, en lugar de ponerse su pijama de tiburón, para irla a buscar—
A fin de cuentas, en un principio, pensó qué sería cosa de un par de días y una de dos; o Velvette crearía una poción para regresarlo a la normalidad o bien, los efectos de la misma remitirían por sí solos. Sin embargo, eso último no sucedió ni se esperaba qué sucediera a estas alturas. En cuanto a la poción qué contrarrestase aquel desastre… pues no pudo ser, ya qué la propia Vel acabó siendo víctima de una de las meteduras de pata de sus asistentas.
Suspiró, y se vistió, al no irle ninguno de sus trajes, pues estos le apretaban el pecho pero luego del resto del cuerpo le iban muy, pero qué muy anchos, decidió ponerse un vestido, elegante pero aún así el aspecto no la convencía como para trabajar. Sin embargo, era eso o ir con pinta de presidiaria recién liberada con toda la ropa ancha. Antes de irse le dejó el desayuno hecho a Velvette y le envío un mensaje de buenos días a Valentino, quien no se encontraba en la torre. Para ponerlo un poco al día de como se encontraba Velvette, omitiendo sin querer y como de costumbre su propio estado al encontrarlo irrelevante al lado de Vel, además de desearle suerte en lo qué fuera qué estaba llevando a cabo. Pues era evidente qué algo estaba tramando cuando a penas se pasaba por la torre y más con Velvette en aquellas condiciones.
Suspiró con resignación. Conociendo a las almas con las qué iba a reunirse hoy, su aspecto femenino, sería un problema. Siendo la única explicación a esto qué simplemente eran idiotas, ya qué si bueno era una mujer ¿Y qué? Tampoco era tan diferente. Una vez lista, se marchó a las oficinas y como era de esperar enseguida atrajo miradas extrañadas incluso de reojo, vio como alguien escupia el cafe sobre otro alguien de la impresión. Obvio algunas miradas eran descaradas pero no iba a darles importancia. Entró primero en su oficina, donde comenzó a poner en orden una montaña de documentos qué luego su ayudante debería entregar al departamento correspondiente a toda prisa, delegó algunos contratos son verdaderas importancia y se puso a negociar los términos de otros, era sorprendente como ya no debía buscar almas descarriadas, si no qué desde qué era overlord, estás los buscaban a ella y sus parejas ¡Qué cómodo era no tener qué esforzarse más en ese aspecto!
A media mañana, le pidió un café a Erik, su ayudante, de quien no se le pasó por alto qué cada vez qué ahora le dirigía la palabra este temblaba pero ya no de miedo, o al menos no solo de eso, si no qué incluso se ponía rojo como un tomate. Chasqueó la lengua, era sumamente molesto. Si hasta el muy miserable acompañó su café con un lamentable ramo de margaritas. Vox no comentó nada al respecto, simplemente se tomó el café, y siguió revisando estadísticas, además de dar visto bueno o malo a los guiones de las siguientes obras qué se presentarían en voxflix. Canceló un par de series qué ya no rentaban, revisó los guiones y reportajes de las noticias de aquel día y en resumen, toda la burocracia ya qué a la tarde, después de comer comenzaba con las reuniones, la auténtica pesadilla.
Para colmo, cuando salió a tomar el aire, una de las personas con las qué debía de reunirse, tras mirarlo descaradamente de arriba a abajo y esbozar una boba sonrisa, le hizo un gesto para qué se acercase. Así lo hizo.
—¿Si?—preguntó con fastidio. Y el hombre respondió:
—Eh, guapa. Traemos un café a mí y a mi colega, pero con leche de soja, descafeinado y terrones de azúcar. Nada de sobres. —ordenó, de nuevo mirándolo de aquel modo tan irritante.
—No. —respondió Vox rotundamente, casi echando chispas. Los dos hombres intercambiaron miradas de extrañeza y volvieron a posar sus ojos de besugo en ella.
—¿Como qué no?—preguntó uno contrariado. Ella se cruzó de brazos, abultando los labios en una mueca de desagrado—. ¿Es que no sabes quién soy?¡Vengo a reunirme con el puto jefe de este sitio!—y cometió el garrafal error de tomarla por la cintura, cosa qué aumento su exacerbación—.Asi qué si no quieres quedarte sin curro, pequeña secretaria, será mejor que muevas ese bonito culo ahora mismo. —exigió, acercando su feo rostro a ella, qué tan solo parpadeó con aburrimiento, mientras el compañero de aquel tipo, le reía la gracia como si fuera un babuino en celo.
—Se muy bien quien eres. Y no soy una secretaria. De hecho, tenemos una reunión en una hora como bien hasta dicho. —respondió rodando los ojos con un tono de evidente hastío. Y al hombre prácticamente se le detuvo el corazón al escucharla, en su cara pudo ver cómo le dieron al menos diez mini infartos.
—V…vo…v…¿¡Vox?!—exclamó. La mencionada enarcó una ceja imperterrite.
—L..la..la…la misma—le hizo burla, luego lo observó con desdén haciendo una pequeña pausa y habló de nuevo—. Y de ahora en adelante, te agradecería qué no vuelvas a tocarme. Lo odio y no te conviene hacer nada qué pueda llegar a enfadarme.—gruñó con engañosa calma. Y por supuesto el hombre la soltó completamente abochornado y comenzaron ambos a disculparse torpemente, mientras qué la demonio televisiva, se alisaba las arrugas de su vestido con las manos, ignorando por completo, no solo las palabras si no la presencia de aquellos hombres.
—Suficiente. —los interrumpió aburrida—. Te aconsejo qué guardes esa charlatanería para la reunión. Te va a ser difícil borrar esta primera impresión.—dejó en claro, afilando la mirada como si estuviera observando una presa. Los hombres tragaron saliva. Y el qué se mantuvo más callado trató de hablar.
—Qui…quizá con una bonita cena…—insinuó, y Vox afiló aún más la mirada
—Siéntete afortunado, porque pienso fingir qué no he escuchado eso. —advirtió y las luces del pasillo comenzaron a parpadear, claro signo de qué a la CEO de la empresa se le estaba agotando la paciencia. Dicho esto se marchó, aunque no sin remarcar les qué si se les ocurría llegar medio minuto tarde, disolvería cualquier acuerdo previo y posterior con su empresa y los afiliados a la misma, cosa qué dejaría a aquella empresa sin apoyo ninguno y caería en bancarrota, por que era obvio a qué empresa se unirían los afiliados a la hora de escoger.
Finalmente, llegó la hora de la reunión, y al parecer sus amenazas fueron efectivas, pues aquellos miserables llegaron media hora antes. Al menos, algo bueno qué pudo sacar de tan desagradable primer encuentro.
La reunión dio comienzo, y los participantes expusieron uno a uno sus ofertas para con la empresa Voxtek, además de sus presupuestos para sus futuros planes. Todo esto entre preguntas y escuchas y debates se alargó varias horas antes de qué a la propia Vox le tocase hablar. Cuando esto, ocurrió se puso en pie y camino hacia la pantalla donde se había proyectado y seguían proyectados los diferentes asuntos a tratar con sus posibles resoluciones. Ella comenzó a exponer todo lo qué había tenido tiempo a reflexionar con la nueva información cuando una mano se alzó de la nada.
—¿Si?—preguntó, pensando qué se trataría de alguna incógnita qué le quedaría a alguien qué en un momento dado se habría despistado. Pero ¿Cual fue su sorpresa al escuchar la pregunta?
—¿Usted no era un hombre?— ella pestañeó un par de veces, estupefacta.
—Si. Pero, me temo qué he sido víctima de una pequeña broma por parte de uno de mis compañeros. —resumió, dándose la vuelta para seguir hablando
—Entonces… ¿Sigue en condiciones de hacerse cargo de la empresa?— insistió el mismo, ella quien estaba de espaldas apretó la mandíbula con tanta fuerza qué se le desprendieron algunos de sus pequeños pero afilados dientes. Lentamente se dio la vuelta
—¿Insinúa qué no estoy en pleno uso de mis facultades únicamente por un pequeño e irrisorio cambio en mi apariencia?—siseó como advertencia.
—No, no… es solo qué si sea lo qué sea ha podido hacer semejante…—hizo una pausa, pensando bien en lo qué decia—.Transformación… quizá a alterado otras cosas. —
—Pues no lo ha hecho. —contestó, obligándose a sonreír, pese a qué como volvía a ir y venir la corriente eléctrica, delataba qué no estaba tan tranquila como podía aparentar—.Gracias por su preocupación ¿A alguien más le apetece cuestionar mis capacidades en base a un simple cambio físico? ¿O podemos centrarnos ya en lo importante?—preguntó de forma retorica, juntando sus manos y de nuevo forzando una sonrisa, pero en esta ocasión dejaba clara su molestia, pues incluso unas pequeñas chispas correteaban por su cuerpo. En vista del sepulcral silencio qué se formó en la sala, pues al parecer todo el mundo acababa de comprender qué, efectivamente nada más que su aspecto físico había cambiado en ella y qué, por lo tanto era mejor no enfurecerla, Vox se dio la vuelta y siguió hablando, centrándose en los negocios. Ingenua ella qué creyó qué todas las incómodas preguntas terminaron, y qué ya podía seguir tranquila con su trabajo, se detuvo una vez más al escuchar unas pequeñas risas de otro tipo. Sus pupilas se afiliaron, y poco a poco se volteó, haciendo un gesto elegante con su mano mientras decía:
—Por favor, señor Nirn…Cuente el chiste a la sala para qué todos podamos reírnos. —invitó en una clara amenaza. Aunque por algún motivo, aquello hizo qué él mencionado, quien posiblemente era el asistente mas estúpido de la sala, riera con más fuerza.
—No es ningún chiste—comentó entre risas —Es qué… es qué no puedo…—continuó carcajeándose, mientras Vox, quien ya se olía por donde iban las cosas, tan solo pestañeó lentamente, abultando los labios en expresión indolente—.¡No puedo tomarte en serio!—confesó sin dejar de reír.
—¿Ah, no?— cuestionó en un frío siseo, empezando a caminar despacio hacia el desgraciado
—¡No!¡Es qué ahora eres tan delgadita!—ella sonrió al oirle—. ¡Tus dientes son tan chiquititos!¡Y esas garritas tan finas!¡Seguro qué no podrías arañar ni un trocito de papel con ellas!—
—Si. Es para descojonarse…—asintió ella, ya peligrosamente cerca del tipo
—¡Es qué ni si quiera das miedo!—
—No, no lo doy. —le dio la razón una vez más, incluso riendo falsamente junto a él, aunque el resto de los presentes quienes sí eran más listos, habían alejado cuanto pudieron sus sillas de él y estaban prácticamente pegados a las paredes, pues ya mascaban la tragedia. Y así fue, pues mientras ambos reían como lunáticos, sin avisar Vox clavó sus garras por debajo de la mandíbula inferior a aquel alma tan corta de entendederas, haciendo qué estás se alargasen hasta atravesarlo por completo y tirando con fuerza le arrancó la mandíbula inferior dejándolo en una mueca perpetuamente boquiabierta y con la lengua colgando
—¿¡AHORA YA TE DOY MIEDO?!¡¿O QUIERES QUÉ TAMBIEN TE SAQUE LOS PUTOS INTESTINOS Y ME HAGA UN JODIDO CINTURÓN CON ELLOS?!—rugió, lanzando aquel hueso sangrante sobre la mesa, mientras Nirn gritaba y trataba de sujetarse la lengua con las manos, tiñendo la mesa, parte del suelo y a si mismo de carmín. Entretanto Vox, para evitar más incidentes, tomó un pañuelo perfumado y se lo llevó allá donde supuestamente debía de haber una nariz, engañando así a su olfato para anular el hedor de la sangre—. Lo suponía. —volvió a darse la vuelta—.Y date prisa a regeberarte, estás dejando toda la sala hecha una auténtica mierda. —las luces y la corriente eléctrica seguirían yendo y viniendo unas largas horas, ya qué Vox tardaría en calmarse, aún así pudo seguir la reunión con normalidad. Y desde luego, nadie más se atrevió a hacer comentario alguno, risa, susurro ni mirada qué pudiera malinterpretarse.
Las reuniones se alargaron toda la tarde hasta bien entrada la noche y aún así, tubo qué llevarse trabajo a casa. Sin dudas, fue un día horrible. Por lo qué fue directa a su habitación donde se desvistió y agotada se dejó caer de morros contra la cama. Cerró los ojos varios minutos para calmarse y cuando los abrió suspiró tomando el móvil y mirando la pantalla para ver dónde estaba Vel. Como no, fuera de la torre, se había escapado. Dejó el teléfono a un lado, se sentó al borde de la cama y se quedó mirando a la nada en silencio, mientras varios rayos recorriendo su cuerpo y la tensión eléctrica subía hasta qué las luces fallaban de nuevo. Sin decir nada respiró hondo, tomó un cojín, se lo puso en la cara y comenzó a gritar con todas sus fuerzas y a patalear de la ira, mientras los cables eléctricos se quemaban dejando el camino marcado en las paredes como las venas en un cuerpo humano.
Cuando se quedó sin aire de tanto gritar en el almohadón, se dejó caer de espaldas, apartando dicho objeto qué voló por los aires y mirando el techo suspiró:
—La mato. —con resignación, y es qué no había sido lo bastante cansado y espantoso el día qué, ahora debía de volverse a vestir, en lugar de ponerse su pijama de tiburón, para irla a buscar—
—Desde qué se tragó por accidente la poción de Velvette que, no fue al trabajo. Y es qué, le pidió a su ayudante qué informase a todos y pasase todos sus compromisos a otro día a causa de estar “indispuesto”. A fin de cuentas, debían reflejar la perfección y en esa definición no entraba el ser víctima de una broma pesada de su novia. Por qué no, no sé creía qué sabiendo qué estaba de los nervios, hubiera dejado la poción tan a la vista por accidente. Pero ese era un tema aparte.
A fin de cuentas, en un principio, pensó qué sería cosa de un par de días y una de dos; o Velvette crearía una poción para regresarlo a la normalidad o bien, los efectos de la misma remitirían por sí solos. Sin embargo, eso último no sucedió ni se esperaba qué sucediera a estas alturas. En cuanto a la poción qué contrarrestase aquel desastre… pues no pudo ser, ya qué la propia Vel acabó siendo víctima de una de las meteduras de pata de sus asistentas.
Suspiró, y se vistió, al no irle ninguno de sus trajes, pues estos le apretaban el pecho pero luego del resto del cuerpo le iban muy, pero qué muy anchos, decidió ponerse un vestido, elegante pero aún así el aspecto no la convencía como para trabajar. Sin embargo, era eso o ir con pinta de presidiaria recién liberada con toda la ropa ancha. Antes de irse le dejó el desayuno hecho a Velvette y le envío un mensaje de buenos días a Valentino, quien no se encontraba en la torre. Para ponerlo un poco al día de como se encontraba Velvette, omitiendo sin querer y como de costumbre su propio estado al encontrarlo irrelevante al lado de Vel, además de desearle suerte en lo qué fuera qué estaba llevando a cabo. Pues era evidente qué algo estaba tramando cuando a penas se pasaba por la torre y más con Velvette en aquellas condiciones.
Suspiró con resignación. Conociendo a las almas con las qué iba a reunirse hoy, su aspecto femenino, sería un problema. Siendo la única explicación a esto qué simplemente eran idiotas, ya qué si bueno era una mujer ¿Y qué? Tampoco era tan diferente. Una vez lista, se marchó a las oficinas y como era de esperar enseguida atrajo miradas extrañadas incluso de reojo, vio como alguien escupia el cafe sobre otro alguien de la impresión. Obvio algunas miradas eran descaradas pero no iba a darles importancia. Entró primero en su oficina, donde comenzó a poner en orden una montaña de documentos qué luego su ayudante debería entregar al departamento correspondiente a toda prisa, delegó algunos contratos son verdaderas importancia y se puso a negociar los términos de otros, era sorprendente como ya no debía buscar almas descarriadas, si no qué desde qué era overlord, estás los buscaban a ella y sus parejas ¡Qué cómodo era no tener qué esforzarse más en ese aspecto!
A media mañana, le pidió un café a Erik, su ayudante, de quien no se le pasó por alto qué cada vez qué ahora le dirigía la palabra este temblaba pero ya no de miedo, o al menos no solo de eso, si no qué incluso se ponía rojo como un tomate. Chasqueó la lengua, era sumamente molesto. Si hasta el muy miserable acompañó su café con un lamentable ramo de margaritas. Vox no comentó nada al respecto, simplemente se tomó el café, y siguió revisando estadísticas, además de dar visto bueno o malo a los guiones de las siguientes obras qué se presentarían en voxflix. Canceló un par de series qué ya no rentaban, revisó los guiones y reportajes de las noticias de aquel día y en resumen, toda la burocracia ya qué a la tarde, después de comer comenzaba con las reuniones, la auténtica pesadilla.
Para colmo, cuando salió a tomar el aire, una de las personas con las qué debía de reunirse, tras mirarlo descaradamente de arriba a abajo y esbozar una boba sonrisa, le hizo un gesto para qué se acercase. Así lo hizo.
—¿Si?—preguntó con fastidio. Y el hombre respondió:
—Eh, guapa. Traemos un café a mí y a mi colega, pero con leche de soja, descafeinado y terrones de azúcar. Nada de sobres. —ordenó, de nuevo mirándolo de aquel modo tan irritante.
—No. —respondió Vox rotundamente, casi echando chispas. Los dos hombres intercambiaron miradas de extrañeza y volvieron a posar sus ojos de besugo en ella.
—¿Como qué no?—preguntó uno contrariado. Ella se cruzó de brazos, abultando los labios en una mueca de desagrado—. ¿Es que no sabes quién soy?¡Vengo a reunirme con el puto jefe de este sitio!—y cometió el garrafal error de tomarla por la cintura, cosa qué aumento su exacerbación—.Asi qué si no quieres quedarte sin curro, pequeña secretaria, será mejor que muevas ese bonito culo ahora mismo. —exigió, acercando su feo rostro a ella, qué tan solo parpadeó con aburrimiento, mientras el compañero de aquel tipo, le reía la gracia como si fuera un babuino en celo.
—Se muy bien quien eres. Y no soy una secretaria. De hecho, tenemos una reunión en una hora como bien hasta dicho. —respondió rodando los ojos con un tono de evidente hastío. Y al hombre prácticamente se le detuvo el corazón al escucharla, en su cara pudo ver cómo le dieron al menos diez mini infartos.
—V…vo…v…¿¡Vox?!—exclamó. La mencionada enarcó una ceja imperterrite.
—L..la..la…la misma—le hizo burla, luego lo observó con desdén haciendo una pequeña pausa y habló de nuevo—. Y de ahora en adelante, te agradecería qué no vuelvas a tocarme. Lo odio y no te conviene hacer nada qué pueda llegar a enfadarme.—gruñó con engañosa calma. Y por supuesto el hombre la soltó completamente abochornado y comenzaron ambos a disculparse torpemente, mientras qué la demonio televisiva, se alisaba las arrugas de su vestido con las manos, ignorando por completo, no solo las palabras si no la presencia de aquellos hombres.
—Suficiente. —los interrumpió aburrida—. Te aconsejo qué guardes esa charlatanería para la reunión. Te va a ser difícil borrar esta primera impresión.—dejó en claro, afilando la mirada como si estuviera observando una presa. Los hombres tragaron saliva. Y el qué se mantuvo más callado trató de hablar.
—Qui…quizá con una bonita cena…—insinuó, y Vox afiló aún más la mirada
—Siéntete afortunado, porque pienso fingir qué no he escuchado eso. —advirtió y las luces del pasillo comenzaron a parpadear, claro signo de qué a la CEO de la empresa se le estaba agotando la paciencia. Dicho esto se marchó, aunque no sin remarcar les qué si se les ocurría llegar medio minuto tarde, disolvería cualquier acuerdo previo y posterior con su empresa y los afiliados a la misma, cosa qué dejaría a aquella empresa sin apoyo ninguno y caería en bancarrota, por que era obvio a qué empresa se unirían los afiliados a la hora de escoger.
Finalmente, llegó la hora de la reunión, y al parecer sus amenazas fueron efectivas, pues aquellos miserables llegaron media hora antes. Al menos, algo bueno qué pudo sacar de tan desagradable primer encuentro.
La reunión dio comienzo, y los participantes expusieron uno a uno sus ofertas para con la empresa Voxtek, además de sus presupuestos para sus futuros planes. Todo esto entre preguntas y escuchas y debates se alargó varias horas antes de qué a la propia Vox le tocase hablar. Cuando esto, ocurrió se puso en pie y camino hacia la pantalla donde se había proyectado y seguían proyectados los diferentes asuntos a tratar con sus posibles resoluciones. Ella comenzó a exponer todo lo qué había tenido tiempo a reflexionar con la nueva información cuando una mano se alzó de la nada.
—¿Si?—preguntó, pensando qué se trataría de alguna incógnita qué le quedaría a alguien qué en un momento dado se habría despistado. Pero ¿Cual fue su sorpresa al escuchar la pregunta?
—¿Usted no era un hombre?— ella pestañeó un par de veces, estupefacta.
—Si. Pero, me temo qué he sido víctima de una pequeña broma por parte de uno de mis compañeros. —resumió, dándose la vuelta para seguir hablando
—Entonces… ¿Sigue en condiciones de hacerse cargo de la empresa?— insistió el mismo, ella quien estaba de espaldas apretó la mandíbula con tanta fuerza qué se le desprendieron algunos de sus pequeños pero afilados dientes. Lentamente se dio la vuelta
—¿Insinúa qué no estoy en pleno uso de mis facultades únicamente por un pequeño e irrisorio cambio en mi apariencia?—siseó como advertencia.
—No, no… es solo qué si sea lo qué sea ha podido hacer semejante…—hizo una pausa, pensando bien en lo qué decia—.Transformación… quizá a alterado otras cosas. —
—Pues no lo ha hecho. —contestó, obligándose a sonreír, pese a qué como volvía a ir y venir la corriente eléctrica, delataba qué no estaba tan tranquila como podía aparentar—.Gracias por su preocupación ¿A alguien más le apetece cuestionar mis capacidades en base a un simple cambio físico? ¿O podemos centrarnos ya en lo importante?—preguntó de forma retorica, juntando sus manos y de nuevo forzando una sonrisa, pero en esta ocasión dejaba clara su molestia, pues incluso unas pequeñas chispas correteaban por su cuerpo. En vista del sepulcral silencio qué se formó en la sala, pues al parecer todo el mundo acababa de comprender qué, efectivamente nada más que su aspecto físico había cambiado en ella y qué, por lo tanto era mejor no enfurecerla, Vox se dio la vuelta y siguió hablando, centrándose en los negocios. Ingenua ella qué creyó qué todas las incómodas preguntas terminaron, y qué ya podía seguir tranquila con su trabajo, se detuvo una vez más al escuchar unas pequeñas risas de otro tipo. Sus pupilas se afiliaron, y poco a poco se volteó, haciendo un gesto elegante con su mano mientras decía:
—Por favor, señor Nirn…Cuente el chiste a la sala para qué todos podamos reírnos. —invitó en una clara amenaza. Aunque por algún motivo, aquello hizo qué él mencionado, quien posiblemente era el asistente mas estúpido de la sala, riera con más fuerza.
—No es ningún chiste—comentó entre risas —Es qué… es qué no puedo…—continuó carcajeándose, mientras Vox, quien ya se olía por donde iban las cosas, tan solo pestañeó lentamente, abultando los labios en expresión indolente—.¡No puedo tomarte en serio!—confesó sin dejar de reír.
—¿Ah, no?— cuestionó en un frío siseo, empezando a caminar despacio hacia el desgraciado
—¡No!¡Es qué ahora eres tan delgadita!—ella sonrió al oirle—. ¡Tus dientes son tan chiquititos!¡Y esas garritas tan finas!¡Seguro qué no podrías arañar ni un trocito de papel con ellas!—
—Si. Es para descojonarse…—asintió ella, ya peligrosamente cerca del tipo
—¡Es qué ni si quiera das miedo!—
—No, no lo doy. —le dio la razón una vez más, incluso riendo falsamente junto a él, aunque el resto de los presentes quienes sí eran más listos, habían alejado cuanto pudieron sus sillas de él y estaban prácticamente pegados a las paredes, pues ya mascaban la tragedia. Y así fue, pues mientras ambos reían como lunáticos, sin avisar Vox clavó sus garras por debajo de la mandíbula inferior a aquel alma tan corta de entendederas, haciendo qué estás se alargasen hasta atravesarlo por completo y tirando con fuerza le arrancó la mandíbula inferior dejándolo en una mueca perpetuamente boquiabierta y con la lengua colgando
—¿¡AHORA YA TE DOY MIEDO?!¡¿O QUIERES QUÉ TAMBIEN TE SAQUE LOS PUTOS INTESTINOS Y ME HAGA UN JODIDO CINTURÓN CON ELLOS?!—rugió, lanzando aquel hueso sangrante sobre la mesa, mientras Nirn gritaba y trataba de sujetarse la lengua con las manos, tiñendo la mesa, parte del suelo y a si mismo de carmín. Entretanto Vox, para evitar más incidentes, tomó un pañuelo perfumado y se lo llevó allá donde supuestamente debía de haber una nariz, engañando así a su olfato para anular el hedor de la sangre—. Lo suponía. —volvió a darse la vuelta—.Y date prisa a regeberarte, estás dejando toda la sala hecha una auténtica mierda. —las luces y la corriente eléctrica seguirían yendo y viniendo unas largas horas, ya qué Vox tardaría en calmarse, aún así pudo seguir la reunión con normalidad. Y desde luego, nadie más se atrevió a hacer comentario alguno, risa, susurro ni mirada qué pudiera malinterpretarse.
Las reuniones se alargaron toda la tarde hasta bien entrada la noche y aún así, tubo qué llevarse trabajo a casa. Sin dudas, fue un día horrible. Por lo qué fue directa a su habitación donde se desvistió y agotada se dejó caer de morros contra la cama. Cerró los ojos varios minutos para calmarse y cuando los abrió suspiró tomando el móvil y mirando la pantalla para ver dónde estaba Vel. Como no, fuera de la torre, se había escapado. Dejó el teléfono a un lado, se sentó al borde de la cama y se quedó mirando a la nada en silencio, mientras varios rayos recorriendo su cuerpo y la tensión eléctrica subía hasta qué las luces fallaban de nuevo. Sin decir nada respiró hondo, tomó un cojín, se lo puso en la cara y comenzó a gritar con todas sus fuerzas y a patalear de la ira, mientras los cables eléctricos se quemaban dejando el camino marcado en las paredes como las venas en un cuerpo humano.
Cuando se quedó sin aire de tanto gritar en el almohadón, se dejó caer de espaldas, apartando dicho objeto qué voló por los aires y mirando el techo suspiró:
—La mato. —con resignación, y es qué no había sido lo bastante cansado y espantoso el día qué, ahora debía de volverse a vestir, en lugar de ponerse su pijama de tiburón, para irla a buscar—