Era poco probable, por no decir imposible que un demonio se enfermara, el detalle es que él no era un demonio en su totalidad y su cuerpo, aunque en menor medida, llegaba a tal punto de debilidad que lograba caer encamado.

La calentura de su celo y la abstinencia por tanto tiempo le terminaron pasando factura cuando más débil estaba, por lo que sólo sintió la fiebre aumentar al grado de sentir "vapor" saliendo de sus orejas, o al menos creerlo por ese peculiar sonido de presión desde el interior de su cabeza, sumando una jaqueca terrible y que le costaba respirar.

A pesar del calor, sufría escalofríos y era una desidia constante entre mantenerse cubierto o arrojar las sábanas a un lado, aferrando entre sus manos el saco que se negaba a soltar de su pareja, intentando volver a dormir por lo menos.