And then was War
Fandom Original
Categoría Fantasía
La humedad y barro eran los reyes esa noche. Las tiendas de los norteños se amontonaban en la colina sin ningún orden establecido, y poco importaba pues iban a abandonarlas pronto. El sol aún no había despuntado cuando los hombres se pusieron en movimiento. Cotas de malla, cascos, cinturones con hachas colgadas, todo lo que un ejército necesitaba para lanzarse a la batalla de una guerra que ya estaba durando demasiado.

Alberich Thorfreðrsson no había dormido. Inclinado sobre la mesa de la tienda principal, donde se había expuesto un plano para preparar la batalla, había pasado la noche estudiando cada una de esas figuras de madera que simbolizaban un escuadrón, como si mover una de ellas sólo un poco más a la derecha o a la izquierda fuera a hacerles segura la victoria, como si hubiera algún pequeño detalle de toda aquella estrategia que no vio en su momento y que podría salvarles de la derrota. Su padre, el rey Thorfreðr había fallecido hace menos de una quincena y él, que se negaba a aceptar tanto su muerte como la nueva posición en la que le ponía, había refugiado su mente en la estrategia.

Tenían que ganar. Por su padre y por su pueblo. Necesita esa victoria.

—Mi señor —la cortina de entrada a la tienda se descorrió y pasó uno de sus generales. Llevaba la espada al cinto y el casco bajo el brazo, su expresión era severa pero Alberich no creía haberle visto sonreír nunca—. Sus tropas están listas.

Al salir de la tienda encaminó sus pasos por el barro hacia lo más alto de la colina. Los norteños habían desembarcado en esa isla hace más de seis meses y conseguido adelantar terreno muy a duras penas. Cada vez que avanzaban, el ejército enemigo les hacía retroceder. Entonces ellos respondían con otro ataque que les devolvía el terreno anteriormente conquistado, pero una vez más se lo arrebataban. Llevaban con ese tira y afloja años, desde que pusieron el pie en la primera de las islas, y aunque habían hecho progresos estaban muy lejos de conseguir la rendición del enemigo. Es más, las fuerzas de su ejército se resentían día tras día por la falta de provisiones. Con todos los hombres ahí nadie quedaba para trabajar los cultivos de sus tierras, y sin cultivos no había grano que les alimentasen. La guerra estaba saliendo muy cara y a las arcas de la corona les costaba mantener a sus tropas.

Al llegar a la loma le esperaba su escudero con su caballo, el resto de sus generales y el hechicero que habían traído consigo para que les sirviera de guía con los espíritus. Había vaticinado el fin cercano de la guerra y un futuro para los norteños, pero Alberich seguía sin verlo claro, sobre todo cuando frente a ellos se extendía un ejército tan poderoso como el suyo y mucho menos cansado.

—Haz sonar el cuerno —ordenó al joven escudero. Se colocó su casco y subió al caballo al cual, tirando de las riendas, puso en dirección al ejército enemigo. Tras los norteños empezó a alzarse el sol, algo que cegaría a los sureños cuando cargasen contra ellos—. ¡Arqueros preparados! ¡Lanceros al frente! ¡Hoy luchamos por nuestro futuro! ¡Luchamos por nuestros hijos y los hijos de ellos, no por gloria y honor! ¡Luchamos por algo más importante que el oro, luchamos por nuestras vidas!

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La humedad y barro eran los reyes esa noche. Las tiendas de los norteños se amontonaban en la colina sin ningún orden establecido, y poco importaba pues iban a abandonarlas pronto. El sol aún no había despuntado cuando los hombres se pusieron en movimiento. Cotas de malla, cascos, cinturones con hachas colgadas, todo lo que un ejército necesitaba para lanzarse a la batalla de una guerra que ya estaba durando demasiado. Alberich Thorfreðrsson no había dormido. Inclinado sobre la mesa de la tienda principal, donde se había expuesto un plano para preparar la batalla, había pasado la noche estudiando cada una de esas figuras de madera que simbolizaban un escuadrón, como si mover una de ellas sólo un poco más a la derecha o a la izquierda fuera a hacerles segura la victoria, como si hubiera algún pequeño detalle de toda aquella estrategia que no vio en su momento y que podría salvarles de la derrota. Su padre, el rey Thorfreðr había fallecido hace menos de una quincena y él, que se negaba a aceptar tanto su muerte como la nueva posición en la que le ponía, había refugiado su mente en la estrategia. Tenían que ganar. Por su padre y por su pueblo. Necesita esa victoria. —Mi señor —la cortina de entrada a la tienda se descorrió y pasó uno de sus generales. Llevaba la espada al cinto y el casco bajo el brazo, su expresión era severa pero Alberich no creía haberle visto sonreír nunca—. Sus tropas están listas. Al salir de la tienda encaminó sus pasos por el barro hacia lo más alto de la colina. Los norteños habían desembarcado en esa isla hace más de seis meses y conseguido adelantar terreno muy a duras penas. Cada vez que avanzaban, el ejército enemigo les hacía retroceder. Entonces ellos respondían con otro ataque que les devolvía el terreno anteriormente conquistado, pero una vez más se lo arrebataban. Llevaban con ese tira y afloja años, desde que pusieron el pie en la primera de las islas, y aunque habían hecho progresos estaban muy lejos de conseguir la rendición del enemigo. Es más, las fuerzas de su ejército se resentían día tras día por la falta de provisiones. Con todos los hombres ahí nadie quedaba para trabajar los cultivos de sus tierras, y sin cultivos no había grano que les alimentasen. La guerra estaba saliendo muy cara y a las arcas de la corona les costaba mantener a sus tropas. Al llegar a la loma le esperaba su escudero con su caballo, el resto de sus generales y el hechicero que habían traído consigo para que les sirviera de guía con los espíritus. Había vaticinado el fin cercano de la guerra y un futuro para los norteños, pero Alberich seguía sin verlo claro, sobre todo cuando frente a ellos se extendía un ejército tan poderoso como el suyo y mucho menos cansado. —Haz sonar el cuerno —ordenó al joven escudero. Se colocó su casco y subió al caballo al cual, tirando de las riendas, puso en dirección al ejército enemigo. Tras los norteños empezó a alzarse el sol, algo que cegaría a los sureños cuando cargasen contra ellos—. ¡Arqueros preparados! ¡Lanceros al frente! ¡Hoy luchamos por nuestro futuro! ¡Luchamos por nuestros hijos y los hijos de ellos, no por gloria y honor! ¡Luchamos por algo más importante que el oro, luchamos por nuestras vidas! [th3dragcnprincess]
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