▬ 𝑻𝑯𝑬 𝑭𝑶𝑹𝑮𝑶𝑻𝑻𝑬𝑵 𝑪𝑰𝑻𝒀 .ᐟ.ᐟ.
𝙒𝙝𝙤 𝙚𝙡𝙨𝙚 𝙙𝙚𝙘𝙤𝙙𝙚𝙨 𝙮𝙤𝙪?
𝘼𝙣𝙙 𝙬𝙝𝙤'𝙨 𝙜𝙤𝙣𝙣𝙖 𝙝𝙤𝙡𝙙 𝙮𝙤𝙪 𝙡𝙞𝙠𝙚 𝙢𝙚?
𝘼𝙣𝙙 𝙬𝙝𝙤'𝙨 𝙜𝙤𝙣𝙣𝙖 𝙠𝙣𝙤𝙬 𝙮𝙤𝙪, 𝙞𝙛 𝙣𝙤𝙩 𝙢𝙚?
https://open.spotify.com/intl-es/track/4PdLaGZubp4lghChqp8erB?si=1d8c2c01ce134a11
https://www.youtube.com/watch?v=1DIdViMbFGI&t=1s&ab_channel=HSHAZAMOST
Era el cumpleaños de Lilli, alcanzaba los 15 años de edad, y como dictaba la tradición de los Dorcha debía entrar en la Ciudad Olvidada, un lugar que le brindaría sabiduría, o al menos eso decían las Sagradas Escrituras.
Se invitó al Vesa'ni Eduardo a que viera el descenso de la princesa dorcha.
En aquel día solo la gente seleccionada, familia, sacerdotisas, personas cercanas a Lilli la acompañarían a las puertas de La Ciudad Olvidada, y desde allí el camino a seguir sería sola.
La princesa podía elegir qué tres objetos llevaría a su travesía, en primer lugar escogió la espada que Eduardo le regaló, espada que ya sabía manejar perfectamente, en segundo lugar llevó una mochila y en tercer lugar llevó una cantimplora, nadie que hubiera estado allí podía indicarle qué sería lo mejor, ni si los objetos que había elegido serían útiles o no, pues para cada Dorcha el viaje era diferente.
Lilli vestía aquellas ropas blancas que portaba el sacerdocio.
Antes de llegar a las escaleras que descendían a la puerta, la cual era una enorme puerta redonda de madera, con unos pomos de cobre ya desgastados por el tiempo, se giró a su familia.
Adrald, su padre, se echó a llorar desconsoladamente, nadie lo diría de un rey tan firme, tan elegante. . . nadie diría que era tan sensible, pero lo era. Legoshë, la mujer de Adrald abrazó a su marido cubriendolo con un manto verde que la protegía del frío, sonrió a su hija con la ternura que solo las madres poseen, y luego con una mirada indicó a su pequeña que se despidiera del Vesa'ni.
Lilli se acercó a él con cuidado.
— Cuando vuelva.
Hubo una pequeña pausa, se le entrecortaba la voz.
— Cuando vuelva puede que ya no me conozcas.
Buscó la mano del príncipe de Springflür. La observó y la apretó levemente como si quisiera recordar la calidez de aquel tacto, la fuerza de la mano del contrario, la magia que emanaba de él. Alzó la mirada para clavar su mirada dorada en la mirada primaveral de futuro rey de la primavera.
— Allí el tiempo pasa de forma diferente que aquí, demasiado rápido y demasiado lento a la vez.
Y entonces hubo un doloroso silencio, uno de esos silencios que son como la flecha envuelta en muérdago que lanza algún dios privado de la visión y atraviesa no a una, si no a dos personas.
Era como si aquel silencio hubiera atravesado tanto el corazón de Lilli como el de Eduardo, era como si los hubiera conectado y distanciado a la vez.
— Cuando regrese. . . estarás apunto de casarte.
No era una posibilidad, era una verdad, Lilli volvería en ese preciso momento de la víspera de la boda primaveral.
— Voy a tenerte en mi corazón por toda una eternidad.
Y en aquel momento Lilli sonrió de la forma más triste que jamás alguien había sonreido, era la sonrisa de aquellos que saben que van a perder la batalla de su vida.
— No digas nada, no te despidas, no intentes luchar contra la corriente que va a empujarte, las cosas serán como deben de ser.
El llanto de Adrald era casi melodioso, las sacerdotisas comenzaron a entornar una canción, que se hacía eco entre los tambores ceremoniales, y se oía más y más fuerte, tan fuerte que la magia dorcha envolvía al príncipe de la primavera y lo hacía uno más de ellos, y de hecho mientras Lilli se alejaba a paso lento pero seguro se le permitió a Eduardo tener la visión arcana verdadera, aquella que poseía Adrald.
Eduardo pudo ver cómo iba a ser Lilli cuando saliera de allí, en aquel preciso momento estaba viendo como por segundos la niña se tornaba mujer, como sus cabellos eran cortos y relucían como el 𝒔𝒐𝒍, como sus ojos, aunque ambarinos, poseía el brillo de la 𝒍𝒖𝒏𝒂, como había perdido la sonrisa y se había tornado tan fuerte como Legoshë y tan sabia como Adrald.
Las puertas de La Ciudad Olvidada se abrieron y de allí salió una brisa fría y carente de vida que absorbía a Lilli a su interior, que llamaba a Eduardo a meterse dentro, aquella brisa susurró al príncipe algo que solo él pudo oír.
"Todavía no es tu turno, niño corrupto".
Y con un suspiro Lilli desapareció entre la niebla que había más allá de la puerta.
Adrald cayó al suelo desconsolado, él conocía lo que ocurriría pues él ya había hecho aquel viaje y había visto el viaje que Lilli haría, y todo aquello que iba a pasar. Legoshë cubría con su suave manto a su marido y con ternura le sonreía, lo amaba con cada fibra de su corazón.
La de plateados cabellos miró a Eduardo y le ofreció su mano para envolverlo en un abrazo también, pues... 𝘥𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰, también era "su niño", al menos hasta que Lilli decidiera lo contrario.
_____ 𝑪𝑰𝑼𝑫𝑨𝑫 𝑺𝑰𝑵 𝑻𝑰𝑬𝑴𝑷𝑶 𝑵𝑰 𝑬𝑺𝑷𝑨𝑪𝑰𝑶
Una fría niebla que susurraba horribles verdades acariciaba la piel de Lilli que se erizaba.
"Camina"
"No mires atrás"
"Te observamos"
"Hija de la bruma te seguimos"
"La princesa perdida"
En su mente Lilli seguía escuchando la incesante canción de las sacerdotisas distorsionada por aquellas voces.
Estuvo horas caminando a oscuras, caminando entre piedras y niebla hasta que una mano tocó su hombro.
— Ahora puedes ver.
Y el dedo de la persona contraria tocó el centro de su pecho, y la Dorcha sintió como todo el aire se le salía de los pulmones hasta el punto de asfixiarla, hasta el punto de sentir como caía al suelo, y de repente vio color, oyó la verdad y respiró el aire de lo oculto.
Lo entendió.
Uno no marcha a la ciudad olvidad, la ciudad te encuentra a ti.
Había una mujer demasiado similar a Lilli frente a ella.
— Estás en casa, Tinnuiel.
Murmuró la mujer que sobre ella extendía un manto verde.
— ¿Casa?
Dijo Lilli
— Sí, aquí te enseñaremos el pasado, el presente y el futuro, te enseñaremos el conocimiento prohibido y te enseñaremos a cambiar el futuro y también a conocer la que hay oculto.
Dijo la mujer con tono ceremonioso.
— ¿Seguidores de Sonnya?
Preguntó Lilli. Pero la mujer contraria negó decepcionada.
— Adoradores del Sol y la Luna.
Explicó la mujer.
— ¿Sonnya y Selene?
Preguntó Lilli
— No escuchas. . . El Sol y la Luna, el equilibrio. La verdad y la mentira, lo bueno en lo malo y lo malo en lo bueno, el comienzo y también el fin.
Lilli quedó callada ante tal explicación, ahora 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘯𝘥𝘪́𝘢 demasiadas cosas.
La primera cosa que entendió era que había sido una ingenua toda su vida y lo segundo que iba a tener que seguir un camino muy difícil.
____ 𝑬𝑳 𝑻𝑰𝑬𝑴𝑷𝑶 𝑷𝑬𝑹𝑫𝑰𝑫𝑶
¿Cuánto tiempo había pasado desde que Lilli entró en la Ciudad Olvidada?
Para Lilli habían pasado casi siete años, para el mundo exterior casi un año entero, de hecho era su cumpleaños.
Las puertas se abrieron de par en par dejando ver entre la niebla cómo la figura de Lilli se iba acercando poco a poco, con lentitud, con un paso firme y seguro.
Lilli vestía de color azul, tenía el pelo corto, la espada a su cintura, y nada más, ya no tenía aspecto de infante ni tampoco poseía una ingenua sonrisa, conocía los horrores del futuro, al menos, parcialmente, solo lo que la luna le había mostrado.
Lilli caminaba con el paso de aquellos que esperan una guerra perdida.
𝘼𝙣𝙙 𝙬𝙝𝙤'𝙨 𝙜𝙤𝙣𝙣𝙖 𝙝𝙤𝙡𝙙 𝙮𝙤𝙪 𝙡𝙞𝙠𝙚 𝙢𝙚?
𝘼𝙣𝙙 𝙬𝙝𝙤'𝙨 𝙜𝙤𝙣𝙣𝙖 𝙠𝙣𝙤𝙬 𝙮𝙤𝙪, 𝙞𝙛 𝙣𝙤𝙩 𝙢𝙚?
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Era el cumpleaños de Lilli, alcanzaba los 15 años de edad, y como dictaba la tradición de los Dorcha debía entrar en la Ciudad Olvidada, un lugar que le brindaría sabiduría, o al menos eso decían las Sagradas Escrituras.
Se invitó al Vesa'ni Eduardo a que viera el descenso de la princesa dorcha.
En aquel día solo la gente seleccionada, familia, sacerdotisas, personas cercanas a Lilli la acompañarían a las puertas de La Ciudad Olvidada, y desde allí el camino a seguir sería sola.
La princesa podía elegir qué tres objetos llevaría a su travesía, en primer lugar escogió la espada que Eduardo le regaló, espada que ya sabía manejar perfectamente, en segundo lugar llevó una mochila y en tercer lugar llevó una cantimplora, nadie que hubiera estado allí podía indicarle qué sería lo mejor, ni si los objetos que había elegido serían útiles o no, pues para cada Dorcha el viaje era diferente.
Lilli vestía aquellas ropas blancas que portaba el sacerdocio.
Antes de llegar a las escaleras que descendían a la puerta, la cual era una enorme puerta redonda de madera, con unos pomos de cobre ya desgastados por el tiempo, se giró a su familia.
Adrald, su padre, se echó a llorar desconsoladamente, nadie lo diría de un rey tan firme, tan elegante. . . nadie diría que era tan sensible, pero lo era. Legoshë, la mujer de Adrald abrazó a su marido cubriendolo con un manto verde que la protegía del frío, sonrió a su hija con la ternura que solo las madres poseen, y luego con una mirada indicó a su pequeña que se despidiera del Vesa'ni.
Lilli se acercó a él con cuidado.
— Cuando vuelva.
Hubo una pequeña pausa, se le entrecortaba la voz.
— Cuando vuelva puede que ya no me conozcas.
Buscó la mano del príncipe de Springflür. La observó y la apretó levemente como si quisiera recordar la calidez de aquel tacto, la fuerza de la mano del contrario, la magia que emanaba de él. Alzó la mirada para clavar su mirada dorada en la mirada primaveral de futuro rey de la primavera.
— Allí el tiempo pasa de forma diferente que aquí, demasiado rápido y demasiado lento a la vez.
Y entonces hubo un doloroso silencio, uno de esos silencios que son como la flecha envuelta en muérdago que lanza algún dios privado de la visión y atraviesa no a una, si no a dos personas.
Era como si aquel silencio hubiera atravesado tanto el corazón de Lilli como el de Eduardo, era como si los hubiera conectado y distanciado a la vez.
— Cuando regrese. . . estarás apunto de casarte.
No era una posibilidad, era una verdad, Lilli volvería en ese preciso momento de la víspera de la boda primaveral.
— Voy a tenerte en mi corazón por toda una eternidad.
Y en aquel momento Lilli sonrió de la forma más triste que jamás alguien había sonreido, era la sonrisa de aquellos que saben que van a perder la batalla de su vida.
— No digas nada, no te despidas, no intentes luchar contra la corriente que va a empujarte, las cosas serán como deben de ser.
El llanto de Adrald era casi melodioso, las sacerdotisas comenzaron a entornar una canción, que se hacía eco entre los tambores ceremoniales, y se oía más y más fuerte, tan fuerte que la magia dorcha envolvía al príncipe de la primavera y lo hacía uno más de ellos, y de hecho mientras Lilli se alejaba a paso lento pero seguro se le permitió a Eduardo tener la visión arcana verdadera, aquella que poseía Adrald.
Eduardo pudo ver cómo iba a ser Lilli cuando saliera de allí, en aquel preciso momento estaba viendo como por segundos la niña se tornaba mujer, como sus cabellos eran cortos y relucían como el 𝒔𝒐𝒍, como sus ojos, aunque ambarinos, poseía el brillo de la 𝒍𝒖𝒏𝒂, como había perdido la sonrisa y se había tornado tan fuerte como Legoshë y tan sabia como Adrald.
Las puertas de La Ciudad Olvidada se abrieron y de allí salió una brisa fría y carente de vida que absorbía a Lilli a su interior, que llamaba a Eduardo a meterse dentro, aquella brisa susurró al príncipe algo que solo él pudo oír.
"Todavía no es tu turno, niño corrupto".
Y con un suspiro Lilli desapareció entre la niebla que había más allá de la puerta.
Adrald cayó al suelo desconsolado, él conocía lo que ocurriría pues él ya había hecho aquel viaje y había visto el viaje que Lilli haría, y todo aquello que iba a pasar. Legoshë cubría con su suave manto a su marido y con ternura le sonreía, lo amaba con cada fibra de su corazón.
La de plateados cabellos miró a Eduardo y le ofreció su mano para envolverlo en un abrazo también, pues... 𝘥𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰, también era "su niño", al menos hasta que Lilli decidiera lo contrario.
_____ 𝑪𝑰𝑼𝑫𝑨𝑫 𝑺𝑰𝑵 𝑻𝑰𝑬𝑴𝑷𝑶 𝑵𝑰 𝑬𝑺𝑷𝑨𝑪𝑰𝑶
Una fría niebla que susurraba horribles verdades acariciaba la piel de Lilli que se erizaba.
"Camina"
"No mires atrás"
"Te observamos"
"Hija de la bruma te seguimos"
"La princesa perdida"
En su mente Lilli seguía escuchando la incesante canción de las sacerdotisas distorsionada por aquellas voces.
Estuvo horas caminando a oscuras, caminando entre piedras y niebla hasta que una mano tocó su hombro.
— Ahora puedes ver.
Y el dedo de la persona contraria tocó el centro de su pecho, y la Dorcha sintió como todo el aire se le salía de los pulmones hasta el punto de asfixiarla, hasta el punto de sentir como caía al suelo, y de repente vio color, oyó la verdad y respiró el aire de lo oculto.
Lo entendió.
Uno no marcha a la ciudad olvidad, la ciudad te encuentra a ti.
Había una mujer demasiado similar a Lilli frente a ella.
— Estás en casa, Tinnuiel.
Murmuró la mujer que sobre ella extendía un manto verde.
— ¿Casa?
Dijo Lilli
— Sí, aquí te enseñaremos el pasado, el presente y el futuro, te enseñaremos el conocimiento prohibido y te enseñaremos a cambiar el futuro y también a conocer la que hay oculto.
Dijo la mujer con tono ceremonioso.
— ¿Seguidores de Sonnya?
Preguntó Lilli. Pero la mujer contraria negó decepcionada.
— Adoradores del Sol y la Luna.
Explicó la mujer.
— ¿Sonnya y Selene?
Preguntó Lilli
— No escuchas. . . El Sol y la Luna, el equilibrio. La verdad y la mentira, lo bueno en lo malo y lo malo en lo bueno, el comienzo y también el fin.
Lilli quedó callada ante tal explicación, ahora 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘯𝘥𝘪́𝘢 demasiadas cosas.
La primera cosa que entendió era que había sido una ingenua toda su vida y lo segundo que iba a tener que seguir un camino muy difícil.
____ 𝑬𝑳 𝑻𝑰𝑬𝑴𝑷𝑶 𝑷𝑬𝑹𝑫𝑰𝑫𝑶
¿Cuánto tiempo había pasado desde que Lilli entró en la Ciudad Olvidada?
Para Lilli habían pasado casi siete años, para el mundo exterior casi un año entero, de hecho era su cumpleaños.
Las puertas se abrieron de par en par dejando ver entre la niebla cómo la figura de Lilli se iba acercando poco a poco, con lentitud, con un paso firme y seguro.
Lilli vestía de color azul, tenía el pelo corto, la espada a su cintura, y nada más, ya no tenía aspecto de infante ni tampoco poseía una ingenua sonrisa, conocía los horrores del futuro, al menos, parcialmente, solo lo que la luna le había mostrado.
Lilli caminaba con el paso de aquellos que esperan una guerra perdida.
𝙒𝙝𝙤 𝙚𝙡𝙨𝙚 𝙙𝙚𝙘𝙤𝙙𝙚𝙨 𝙮𝙤𝙪?
𝘼𝙣𝙙 𝙬𝙝𝙤'𝙨 𝙜𝙤𝙣𝙣𝙖 𝙝𝙤𝙡𝙙 𝙮𝙤𝙪 𝙡𝙞𝙠𝙚 𝙢𝙚?
𝘼𝙣𝙙 𝙬𝙝𝙤'𝙨 𝙜𝙤𝙣𝙣𝙖 𝙠𝙣𝙤𝙬 𝙮𝙤𝙪, 𝙞𝙛 𝙣𝙤𝙩 𝙢𝙚?
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Era el cumpleaños de Lilli, alcanzaba los 15 años de edad, y como dictaba la tradición de los Dorcha debía entrar en la Ciudad Olvidada, un lugar que le brindaría sabiduría, o al menos eso decían las Sagradas Escrituras.
Se invitó al Vesa'ni Eduardo a que viera el descenso de la princesa dorcha.
En aquel día solo la gente seleccionada, familia, sacerdotisas, personas cercanas a Lilli la acompañarían a las puertas de La Ciudad Olvidada, y desde allí el camino a seguir sería sola.
La princesa podía elegir qué tres objetos llevaría a su travesía, en primer lugar escogió la espada que Eduardo le regaló, espada que ya sabía manejar perfectamente, en segundo lugar llevó una mochila y en tercer lugar llevó una cantimplora, nadie que hubiera estado allí podía indicarle qué sería lo mejor, ni si los objetos que había elegido serían útiles o no, pues para cada Dorcha el viaje era diferente.
Lilli vestía aquellas ropas blancas que portaba el sacerdocio.
Antes de llegar a las escaleras que descendían a la puerta, la cual era una enorme puerta redonda de madera, con unos pomos de cobre ya desgastados por el tiempo, se giró a su familia.
Adrald, su padre, se echó a llorar desconsoladamente, nadie lo diría de un rey tan firme, tan elegante. . . nadie diría que era tan sensible, pero lo era. Legoshë, la mujer de Adrald abrazó a su marido cubriendolo con un manto verde que la protegía del frío, sonrió a su hija con la ternura que solo las madres poseen, y luego con una mirada indicó a su pequeña que se despidiera del Vesa'ni.
Lilli se acercó a él con cuidado.
— Cuando vuelva.
Hubo una pequeña pausa, se le entrecortaba la voz.
— Cuando vuelva puede que ya no me conozcas.
Buscó la mano del príncipe de Springflür. La observó y la apretó levemente como si quisiera recordar la calidez de aquel tacto, la fuerza de la mano del contrario, la magia que emanaba de él. Alzó la mirada para clavar su mirada dorada en la mirada primaveral de futuro rey de la primavera.
— Allí el tiempo pasa de forma diferente que aquí, demasiado rápido y demasiado lento a la vez.
Y entonces hubo un doloroso silencio, uno de esos silencios que son como la flecha envuelta en muérdago que lanza algún dios privado de la visión y atraviesa no a una, si no a dos personas.
Era como si aquel silencio hubiera atravesado tanto el corazón de Lilli como el de Eduardo, era como si los hubiera conectado y distanciado a la vez.
— Cuando regrese. . . estarás apunto de casarte.
No era una posibilidad, era una verdad, Lilli volvería en ese preciso momento de la víspera de la boda primaveral.
— Voy a tenerte en mi corazón por toda una eternidad.
Y en aquel momento Lilli sonrió de la forma más triste que jamás alguien había sonreido, era la sonrisa de aquellos que saben que van a perder la batalla de su vida.
— No digas nada, no te despidas, no intentes luchar contra la corriente que va a empujarte, las cosas serán como deben de ser.
El llanto de Adrald era casi melodioso, las sacerdotisas comenzaron a entornar una canción, que se hacía eco entre los tambores ceremoniales, y se oía más y más fuerte, tan fuerte que la magia dorcha envolvía al príncipe de la primavera y lo hacía uno más de ellos, y de hecho mientras Lilli se alejaba a paso lento pero seguro se le permitió a Eduardo tener la visión arcana verdadera, aquella que poseía Adrald.
Eduardo pudo ver cómo iba a ser Lilli cuando saliera de allí, en aquel preciso momento estaba viendo como por segundos la niña se tornaba mujer, como sus cabellos eran cortos y relucían como el 𝒔𝒐𝒍, como sus ojos, aunque ambarinos, poseía el brillo de la 𝒍𝒖𝒏𝒂, como había perdido la sonrisa y se había tornado tan fuerte como Legoshë y tan sabia como Adrald.
Las puertas de La Ciudad Olvidada se abrieron y de allí salió una brisa fría y carente de vida que absorbía a Lilli a su interior, que llamaba a Eduardo a meterse dentro, aquella brisa susurró al príncipe algo que solo él pudo oír.
"Todavía no es tu turno, niño corrupto".
Y con un suspiro Lilli desapareció entre la niebla que había más allá de la puerta.
Adrald cayó al suelo desconsolado, él conocía lo que ocurriría pues él ya había hecho aquel viaje y había visto el viaje que Lilli haría, y todo aquello que iba a pasar. Legoshë cubría con su suave manto a su marido y con ternura le sonreía, lo amaba con cada fibra de su corazón.
La de plateados cabellos miró a Eduardo y le ofreció su mano para envolverlo en un abrazo también, pues... 𝘥𝘦 𝘮𝘰𝘮𝘦𝘯𝘵𝘰, también era "su niño", al menos hasta que Lilli decidiera lo contrario.
_____ 𝑪𝑰𝑼𝑫𝑨𝑫 𝑺𝑰𝑵 𝑻𝑰𝑬𝑴𝑷𝑶 𝑵𝑰 𝑬𝑺𝑷𝑨𝑪𝑰𝑶
Una fría niebla que susurraba horribles verdades acariciaba la piel de Lilli que se erizaba.
"Camina"
"No mires atrás"
"Te observamos"
"Hija de la bruma te seguimos"
"La princesa perdida"
En su mente Lilli seguía escuchando la incesante canción de las sacerdotisas distorsionada por aquellas voces.
Estuvo horas caminando a oscuras, caminando entre piedras y niebla hasta que una mano tocó su hombro.
— Ahora puedes ver.
Y el dedo de la persona contraria tocó el centro de su pecho, y la Dorcha sintió como todo el aire se le salía de los pulmones hasta el punto de asfixiarla, hasta el punto de sentir como caía al suelo, y de repente vio color, oyó la verdad y respiró el aire de lo oculto.
Lo entendió.
Uno no marcha a la ciudad olvidad, la ciudad te encuentra a ti.
Había una mujer demasiado similar a Lilli frente a ella.
— Estás en casa, Tinnuiel.
Murmuró la mujer que sobre ella extendía un manto verde.
— ¿Casa?
Dijo Lilli
— Sí, aquí te enseñaremos el pasado, el presente y el futuro, te enseñaremos el conocimiento prohibido y te enseñaremos a cambiar el futuro y también a conocer la que hay oculto.
Dijo la mujer con tono ceremonioso.
— ¿Seguidores de Sonnya?
Preguntó Lilli. Pero la mujer contraria negó decepcionada.
— Adoradores del Sol y la Luna.
Explicó la mujer.
— ¿Sonnya y Selene?
Preguntó Lilli
— No escuchas. . . El Sol y la Luna, el equilibrio. La verdad y la mentira, lo bueno en lo malo y lo malo en lo bueno, el comienzo y también el fin.
Lilli quedó callada ante tal explicación, ahora 𝘦𝘯𝘵𝘦𝘯𝘥𝘪́𝘢 demasiadas cosas.
La primera cosa que entendió era que había sido una ingenua toda su vida y lo segundo que iba a tener que seguir un camino muy difícil.
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¿Cuánto tiempo había pasado desde que Lilli entró en la Ciudad Olvidada?
Para Lilli habían pasado casi siete años, para el mundo exterior casi un año entero, de hecho era su cumpleaños.
Las puertas se abrieron de par en par dejando ver entre la niebla cómo la figura de Lilli se iba acercando poco a poco, con lentitud, con un paso firme y seguro.
Lilli vestía de color azul, tenía el pelo corto, la espada a su cintura, y nada más, ya no tenía aspecto de infante ni tampoco poseía una ingenua sonrisa, conocía los horrores del futuro, al menos, parcialmente, solo lo que la luna le había mostrado.
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