Lecciones para el futuro Oráculo (I)
Fandom YuGiOh: Duel Monsters
Categoría Slice of Life
{Rol cerrado con Ahmes }
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Aunque había pasado una semana desde que había regresado al oasis, la Gran Esposa Real no había salido de la biblioteca de la Casa de la Vida desde hacía, al menos, tres días. Y era que sus visiones, que se habían hecho cada vez más vívidas y frecuentes, tenían una razón de ser: había descubierto la antigua profecía que pesaba sobre quien fuera su esposo y la forma en que tenía que hacerse cumplir.

Aunque aquello le había provocado un gran dolor en el alma, Maatkara había decidido tomar las riendas de lo poco que quedaba de su vida y detenerse en el oasis que durante tanto tiempo había sido su hogar únicamente para asegurar su pervivencia. Sabía que su muerte iba a ser algo inevitable; sabía que no habría otro Oráculo de Amón cuando ella trascendiera a la Duat. Y por eso, había decidido nombrar un sucesor, de entre sus Catorce Medjay.

Conocía muy bien a cada uno de sus sacerdotes sagrados, pero no todos gozaban de la habilidad ni del temple necesario para poder gobernar sobre todos los sacerdotes, ni para regir el oasis. Sólo uno, de todos ellos, había demostrado ser el más sabio y prudente.

Aquel, era Ahmes.

Desde que lo acogió, había suscitado recelo entre sus compañeros y semejantes, que habían osado incluso cuestionar el juicio de su Oráculo; pero Maatkara no se equivocaba jamás. O al menos, con Ahmes, no lo había hecho. Aquella, sin embargo, no era una decisión divina como cabría esperar, sino la única decisión que tomaría sin consultar con los dioses.

Se acercó a la puerta de la casa en la que Ahmes residía, dentro del complejo del Templo del Oráculo de Amón, en lo alto del cerro que coronaba el misterioso oasis de Siwa; abierta, como estaba, se atrevió a cruzar el umbral con una sonrisa en los labios. Golpeó la jamba con los nudillos.

—¿Estás ocupado?—le sonrió, cruzando los brazos sobre el pecho al tiempo que recostaba su peso en la jamba que acababa de golpear.
{Rol cerrado con [Moon_Touch] } ⚝──⭒─⭑─⭒──⚝ Aunque había pasado una semana desde que había regresado al oasis, la Gran Esposa Real no había salido de la biblioteca de la Casa de la Vida desde hacía, al menos, tres días. Y era que sus visiones, que se habían hecho cada vez más vívidas y frecuentes, tenían una razón de ser: había descubierto la antigua profecía que pesaba sobre quien fuera su esposo y la forma en que tenía que hacerse cumplir. Aunque aquello le había provocado un gran dolor en el alma, Maatkara había decidido tomar las riendas de lo poco que quedaba de su vida y detenerse en el oasis que durante tanto tiempo había sido su hogar únicamente para asegurar su pervivencia. Sabía que su muerte iba a ser algo inevitable; sabía que no habría otro Oráculo de Amón cuando ella trascendiera a la Duat. Y por eso, había decidido nombrar un sucesor, de entre sus Catorce Medjay. Conocía muy bien a cada uno de sus sacerdotes sagrados, pero no todos gozaban de la habilidad ni del temple necesario para poder gobernar sobre todos los sacerdotes, ni para regir el oasis. Sólo uno, de todos ellos, había demostrado ser el más sabio y prudente. Aquel, era Ahmes. Desde que lo acogió, había suscitado recelo entre sus compañeros y semejantes, que habían osado incluso cuestionar el juicio de su Oráculo; pero Maatkara no se equivocaba jamás. O al menos, con Ahmes, no lo había hecho. Aquella, sin embargo, no era una decisión divina como cabría esperar, sino la única decisión que tomaría sin consultar con los dioses. Se acercó a la puerta de la casa en la que Ahmes residía, dentro del complejo del Templo del Oráculo de Amón, en lo alto del cerro que coronaba el misterioso oasis de Siwa; abierta, como estaba, se atrevió a cruzar el umbral con una sonrisa en los labios. Golpeó la jamba con los nudillos. —¿Estás ocupado?—le sonrió, cruzando los brazos sobre el pecho al tiempo que recostaba su peso en la jamba que acababa de golpear.
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