L:—El único que saldrá de este miserable lugar seré yo... ¡Todo es tu culpa, tu jodida culpa!
¡Tenías que existir, tenías que limitarme!

S:—P-pero Luzbel, yo...

L:—¡CIERRA LA PUTA BOCA! ¡Si no fueras tan débil, si no me hubieras hecho parecer débil!
SOY EL REY DEL INFIERNO, MALDITO ÁNGEL. SOY EL DICTADOR, SOY EL PECADO, SOY LA PESADILLA DE TODOS.

S:—¡Yo no soy el culpable de lo que ocurrió! ¡No puedes destruirme, sería destruirte!

L:—Tu y yo no somos iguales. Tu dejaste de existir hace milenios por esa mujer y yo... Yo voy a renacer y haré pagar a todos los putos pecadores ¡Aprenderán quien es su verdadero Rey!

La disputa entre almas continuaba, el deseo por renacer de ambos era enorme, pero Luzbel no permitiría ser visto como un débil y pobre ángel caído de nuevo.
La humillación la haría pagar el doble, el triple, las veces necesarias y se encargaría de liquidar a los responsables con sus propias manos, no quería esa bondad formando parte de su ser nunca más.
Samael, por su parte, entendía el dolor y la agonía, pero no podía permitirse ser derrotado, no podía permitir que su rencor lograra lo que los exterminadores querían desde un inicio, acabar con las almas y dejar un infierno desolado.
L:—El único que saldrá de este miserable lugar seré yo... ¡Todo es tu culpa, tu jodida culpa! ¡Tenías que existir, tenías que limitarme! S:—P-pero Luzbel, yo... L:—¡CIERRA LA PUTA BOCA! ¡Si no fueras tan débil, si no me hubieras hecho parecer débil! SOY EL REY DEL INFIERNO, MALDITO ÁNGEL. SOY EL DICTADOR, SOY EL PECADO, SOY LA PESADILLA DE TODOS. S:—¡Yo no soy el culpable de lo que ocurrió! ¡No puedes destruirme, sería destruirte! L:—Tu y yo no somos iguales. Tu dejaste de existir hace milenios por esa mujer y yo... Yo voy a renacer y haré pagar a todos los putos pecadores ¡Aprenderán quien es su verdadero Rey! La disputa entre almas continuaba, el deseo por renacer de ambos era enorme, pero Luzbel no permitiría ser visto como un débil y pobre ángel caído de nuevo. La humillación la haría pagar el doble, el triple, las veces necesarias y se encargaría de liquidar a los responsables con sus propias manos, no quería esa bondad formando parte de su ser nunca más. Samael, por su parte, entendía el dolor y la agonía, pero no podía permitirse ser derrotado, no podía permitir que su rencor lograra lo que los exterminadores querían desde un inicio, acabar con las almas y dejar un infierno desolado.
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