La noche era larga pero no eterna y, ante el insomnio que sufría durante esta, su pequeño placer culposo se encontraba en romper aún más las reglas.
Como monarca, no solía abandonar el infierno pero había ocasiones, como esa justamente, donde tomaba uno de los cristales para transportarse al mundo humano y disfrutar de los paisajes que ofrecía, algunos recordándole mucho al Edén en su momento.

Para su suerte, esa noche una lluvia de estrellas se hizo presente, admirando el cielo y, de manera simbólica, atrapando entre sus manos una de ellas, recordando el porque de su apellido más ligado a Dios del que cualquier otro ángel pudiera siquiera soñar. Era algo que, aún si le arrebataron el cielo, no pudieron quitarle.

—Soy la estrella de la mañana, aquella que guía, aquella que verás al observar el cielo. La más brillante, la más hermosa.
La noche era larga pero no eterna y, ante el insomnio que sufría durante esta, su pequeño placer culposo se encontraba en romper aún más las reglas. Como monarca, no solía abandonar el infierno pero había ocasiones, como esa justamente, donde tomaba uno de los cristales para transportarse al mundo humano y disfrutar de los paisajes que ofrecía, algunos recordándole mucho al Edén en su momento. Para su suerte, esa noche una lluvia de estrellas se hizo presente, admirando el cielo y, de manera simbólica, atrapando entre sus manos una de ellas, recordando el porque de su apellido más ligado a Dios del que cualquier otro ángel pudiera siquiera soñar. Era algo que, aún si le arrebataron el cielo, no pudieron quitarle. —Soy la estrella de la mañana, aquella que guía, aquella que verás al observar el cielo. La más brillante, la más hermosa.
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