En sus predicadas promesas, lo recordaban. A él, a Destino, el viejo emisario del vivir y la dicha de su universo, ése que los arrojaba de nueva cuenta a otro deleite del que debían ser partícipes. Los seis, y sólo los seis, no confiaban demasiado en sus decisiones y, sin embargo, gracias a ese ente de cadavérica hermosura, lograban muchas veces hallar agujas en medio de pajares inconversos.

En esa vez de dulce cuna, todos vislumbraban a lo deambulante en la nieve de su espacio construido como una desnudada gala presea. Lo vislumbraban entre la hambruna y la miseria que poseía el que poseía un corazón renuente de inconexos pecados y añoranzas. Así lo admiraron de cerca. Justo cuando arribaron al puente de su sombra, donde las estrellas les habían indicado que podía morir de un frío devorador. El frío que manaba desde lo más hondo de su nombre.

Y en ese cuento de hadas, que se delineaba en el ojo de su historia, el caparazón arrastraba al ciervo de luna, un ciervo que luchaba para no quedarse inconsciente; lo habían cazado en la presencia de la alborada y, como buenos anfitriones que eran, invitarían a cualquier desdichado del invierno a devorar una porción de su conmovido pecado de existencia. El ciervo se retorcía aún bajo la mano de los seis recién aparecidos, pero, los seis, apenas alcanzaban a escuchar los ruegos del halo de sus huesos, ni atendían al crepúsculo de sus heridas.

"Vendrás, en el hoy y por hoy, con todos nosotros". desnudos en el interior de su contenedor, enfrentaron el paso de la hierba alada en su jardín de muerte y desolación.

https://www.youtube.com/watch?v=3oSMuTvDHCM&t=288s

En sus predicadas promesas, lo recordaban. A él, a Destino, el viejo emisario del vivir y la dicha de su universo, ése que los arrojaba de nueva cuenta a otro deleite del que debían ser partícipes. Los seis, y sólo los seis, no confiaban demasiado en sus decisiones y, sin embargo, gracias a ese ente de cadavérica hermosura, lograban muchas veces hallar agujas en medio de pajares inconversos. En esa vez de dulce cuna, todos vislumbraban a lo deambulante en la nieve de su espacio construido como una desnudada gala presea. Lo vislumbraban entre la hambruna y la miseria que poseía el que poseía un corazón renuente de inconexos pecados y añoranzas. Así lo admiraron de cerca. Justo cuando arribaron al puente de su sombra, donde las estrellas les habían indicado que podía morir de un frío devorador. El frío que manaba desde lo más hondo de su nombre. Y en ese cuento de hadas, que se delineaba en el ojo de su historia, el caparazón arrastraba al ciervo de luna, un ciervo que luchaba para no quedarse inconsciente; lo habían cazado en la presencia de la alborada y, como buenos anfitriones que eran, invitarían a cualquier desdichado del invierno a devorar una porción de su conmovido pecado de existencia. El ciervo se retorcía aún bajo la mano de los seis recién aparecidos, pero, los seis, apenas alcanzaban a escuchar los ruegos del halo de sus huesos, ni atendían al crepúsculo de sus heridas. "Vendrás, en el hoy y por hoy, con todos nosotros". desnudos en el interior de su contenedor, enfrentaron el paso de la hierba alada en su jardín de muerte y desolación. https://www.youtube.com/watch?v=3oSMuTvDHCM&t=288s
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