— Aquella mañana entró en la enfermería para relevar a Ameria, quien había pasado toda la noche junto a Reena.
Zelgadiss se acercó a la mesita de noche y cambió las flores que le había puesto días atrás y que ya estaban algo mustias, por unas nuevas flores frescas.
Después agarró una de las manos de Reena con cariño y delicadeza. —
Vuelve con nosotros, Reena.
—murmuró.
La desesperanza iba ganando la batalla con cada hora que pasaba sin que Reena despertara. —
Zelgadiss se acercó a la mesita de noche y cambió las flores que le había puesto días atrás y que ya estaban algo mustias, por unas nuevas flores frescas.
Después agarró una de las manos de Reena con cariño y delicadeza. —
Vuelve con nosotros, Reena.
—murmuró.
La desesperanza iba ganando la batalla con cada hora que pasaba sin que Reena despertara. —
— Aquella mañana entró en la enfermería para relevar a Ameria, quien había pasado toda la noche junto a Reena.
Zelgadiss se acercó a la mesita de noche y cambió las flores que le había puesto días atrás y que ya estaban algo mustias, por unas nuevas flores frescas.
Después agarró una de las manos de Reena con cariño y delicadeza. —
Vuelve con nosotros, Reena.
—murmuró.
La desesperanza iba ganando la batalla con cada hora que pasaba sin que Reena despertara. —