— El enfrentamiento que Gaudy había provocado contra Xellos había terminado aquella misma noche con la muerte de Xellos y con Reena herida.

Aunque Xellos había logrado salvar la vida de Reena en el último instante antes de ser asesinado por la magia astral de Ameria, la hechicera aún estaba muy débil.

Así Zelgadiss la llevó a la enfermería de uno de los humildes Templos dedicados a Flare Dragon Ceiphied que había en Valle Sereno.

Los sacerdotes y sacerdotisas inmediatamente atendieron a Reena con Magia blanca curativa, pero como ellos mismos dijeron, las lesiones que había sufrido la Hechicera eran muy graves y su estado era excesivamente delicado.

Zelgadiss decidió pasar la noche junto a Reena. No quería dejarla sola, no quería que despertara y viera que no había nadie a su lado. Aunque había algo que Zelgadiss no sabía cómo iba a afrontar: revelarle que Xellos había muerto dando su vida por ella.

El Hechicero se sentó en una silla junto a la cama de Reena y le dejó una caricia en la mejilla. —

Descansa, Reena.

— murmuró aun a sabiendas de que ella no podía escucharle. —

Lamento no haberte escuchado lo suficiente ni haber visto antes el lado más noble que tenía Xellos... al menos contigo.



© Créditos de las imágenes a quienes corresponda.
— El enfrentamiento que Gaudy había provocado contra Xellos había terminado aquella misma noche con la muerte de Xellos y con Reena herida. Aunque Xellos había logrado salvar la vida de Reena en el último instante antes de ser asesinado por la magia astral de Ameria, la hechicera aún estaba muy débil. Así Zelgadiss la llevó a la enfermería de uno de los humildes Templos dedicados a Flare Dragon Ceiphied que había en Valle Sereno. Los sacerdotes y sacerdotisas inmediatamente atendieron a Reena con Magia blanca curativa, pero como ellos mismos dijeron, las lesiones que había sufrido la Hechicera eran muy graves y su estado era excesivamente delicado. Zelgadiss decidió pasar la noche junto a Reena. No quería dejarla sola, no quería que despertara y viera que no había nadie a su lado. Aunque había algo que Zelgadiss no sabía cómo iba a afrontar: revelarle que Xellos había muerto dando su vida por ella. El Hechicero se sentó en una silla junto a la cama de Reena y le dejó una caricia en la mejilla. — Descansa, Reena. — murmuró aun a sabiendas de que ella no podía escucharle. — Lamento no haberte escuchado lo suficiente ni haber visto antes el lado más noble que tenía Xellos... al menos contigo. © Créditos de las imágenes a quienes corresponda.
Me entristece
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