Encuentros en la Senda
Fandom The Witcher, Fantasyverse
Categoría Fantasía
No adoraba el combate cuál guerrero de las Skellige, pero tampoco lo detestaba. Para él, era un arte, un medio de expresión y un deber. Una manera de por lo menos, durante unos instantes, deshacerse de sus pensamientos más profundos y oscuros a la vez qué, cumplía con el gran propósito de defender a la humanidad y otros seres conscientes de las monstruosidades venidas de más allá.

Un instante, en el qué él, no era él, sino su espada. Unos instantes, en el qué él, no era él, sino la señal que usaba. Aunque el fuego de Igni le siguiese provocando el mismo pavor, disfrazado ya de reticencia, que aquella trágica noche, en dónde el fuego, no salía de una mano y consumía las ruinas de su dolor y a la vez de la vida pasada que tanta felicidad le dió.

Una voltereta, rodaje por el suelo, veneno esquivado. Aard, espadazo, espadazo, y monstruo tumbado. La vida era tan sencilla así. Ojalá se hubiese sometido a las pruebas que lo hubiesen dejado insensible. Ojalá, pero Keldar jamás quiso que su muchacho, aquel que había sido lo que en apariencia era una mejora de salud en una acabada escuela que luego moriría pero se había convertido en una mejora en condiciones, le pasase nada tras una Prueba de las Hierbas más larga de lo habitual.

Esperanza. La otra espada de doble filo, más peligrosa, incluso que el destino. Por un lado tu amiga, por el otro tu muerte. Esperanza, aquello que lo mantenía en pie. Esperanza ¿La única verdad inmutable del mundo? Jamás lo sabría con certeza.

El ciempiés gigante se levantó, quemado y parcialmente herido, con algunas patas perdidas, dispuesto a atacar, no tuvo oportunidad. La parte de su cuerpo sin un exoesqueleto se convirtió en su perdición, y con un sonoro tajo, el brujo acabó con el monstruo, el cuál cayó al suelo sin vida, expulsando un líquido verde que se podría clasificar cómo sangre.

El brujo miró al frente, sus ojos bicolores verde y azul de pupilas viperinas, hermosos pero cansados, se clavaron en la persona que lo observaba.

— ¿Necesitas algo? — comentó con la mayor profesionalidad posible —
No adoraba el combate cuál guerrero de las Skellige, pero tampoco lo detestaba. Para él, era un arte, un medio de expresión y un deber. Una manera de por lo menos, durante unos instantes, deshacerse de sus pensamientos más profundos y oscuros a la vez qué, cumplía con el gran propósito de defender a la humanidad y otros seres conscientes de las monstruosidades venidas de más allá. Un instante, en el qué él, no era él, sino su espada. Unos instantes, en el qué él, no era él, sino la señal que usaba. Aunque el fuego de Igni le siguiese provocando el mismo pavor, disfrazado ya de reticencia, que aquella trágica noche, en dónde el fuego, no salía de una mano y consumía las ruinas de su dolor y a la vez de la vida pasada que tanta felicidad le dió. Una voltereta, rodaje por el suelo, veneno esquivado. Aard, espadazo, espadazo, y monstruo tumbado. La vida era tan sencilla así. Ojalá se hubiese sometido a las pruebas que lo hubiesen dejado insensible. Ojalá, pero Keldar jamás quiso que su muchacho, aquel que había sido lo que en apariencia era una mejora de salud en una acabada escuela que luego moriría pero se había convertido en una mejora en condiciones, le pasase nada tras una Prueba de las Hierbas más larga de lo habitual. Esperanza. La otra espada de doble filo, más peligrosa, incluso que el destino. Por un lado tu amiga, por el otro tu muerte. Esperanza, aquello que lo mantenía en pie. Esperanza ¿La única verdad inmutable del mundo? Jamás lo sabría con certeza. El ciempiés gigante se levantó, quemado y parcialmente herido, con algunas patas perdidas, dispuesto a atacar, no tuvo oportunidad. La parte de su cuerpo sin un exoesqueleto se convirtió en su perdición, y con un sonoro tajo, el brujo acabó con el monstruo, el cuál cayó al suelo sin vida, expulsando un líquido verde que se podría clasificar cómo sangre. El brujo miró al frente, sus ojos bicolores verde y azul de pupilas viperinas, hermosos pero cansados, se clavaron en la persona que lo observaba. — ¿Necesitas algo? — comentó con la mayor profesionalidad posible —
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