Trato
Categoría Fantasía
Cuando el mundo dormía era el momento perfecto de lanzarse a la caza. Ataviado en negro como la oscuridad intransigente en ausencia de estrellas, se mantenía a la espera de hallar el lugar idóneo donde comenzar a llevar a cabo su labor. Los demonios tendían a aprovechar la “Hora de las brujas”, donde el velo entre los mundos se debilitaba por cuestiones naturales y que aún no comprendía por qué seguía teniendo lugar visto el problema, para abandonar el lugar en el que moraban y lanzarse a la conquista de terreno mortal. Cada noche, un lugar diferente, a la espera de hallar el punto idóneo donde el cazador no les estuviera esperando, como sucedía desde hacía siglos.
No obstante, no alcanzarían su ansiada excepción aquella vez. El híbrido esperaba ya a que el portal se abriera y las criaturas engendradas en lo más profundo de Inferno trataran de escapar, no solo de este, sino también el poder del demonio.
Un bosque en mitad de Escocia, tan poco transitado como podía serlo el propio Amazonas en la época más calurosa del año, donde la naturaleza seguía su curso sin que nada ajeno a la propia Tierra pudiera perturbarlo hasta que la dimensión paralela se abrió.
Chasqueó los nudillos y agarró a la primera de las criaturas por el pescuezo para devolverla de un lanzamiento digno de olimpiadas a los confines del lugar que jamás debió abandonar. Tuvo que teleportarse varias veces para conseguir alcanzarlas a todas porque sabían cómo esquivarle y casi todas las noches debía invertir una cantidad ridículamente ingente de energía en darles caza real. Localizaba el aura ajena al mundo mortal y la atacaba. No destruía a los demonios a no ser que no tuviera ninguna opción. Cuando el portal se cerró no le quedó más remedio que abrir uno por su cuenta para lanzar las que quedaban. Halló, entonces, una última esencia que perturbaba el normal fluir de la Tierra, y se lanzó a la caza, a pesar de su pacífica naturaleza.
Su intención era fiera: teleportarse con el puño en alto y asestar a la criatura un golpe que la aturdiese lo suficiente como para que pudiera arrastrarla de vuelta. No obstante, tuvo que hacer acopio de todo su poder para detener la inercia del movimiento en cuando sus alarmas saltaron al ver de quién se trataba. Una cara conocida solía implicar la carencia completa de culpa. Retrocedió un paso tras un resoplido.
— Joder, Fenrir – gruñó –. ¿Qué coño haces aquí?
Cuando el mundo dormía era el momento perfecto de lanzarse a la caza. Ataviado en negro como la oscuridad intransigente en ausencia de estrellas, se mantenía a la espera de hallar el lugar idóneo donde comenzar a llevar a cabo su labor. Los demonios tendían a aprovechar la “Hora de las brujas”, donde el velo entre los mundos se debilitaba por cuestiones naturales y que aún no comprendía por qué seguía teniendo lugar visto el problema, para abandonar el lugar en el que moraban y lanzarse a la conquista de terreno mortal. Cada noche, un lugar diferente, a la espera de hallar el punto idóneo donde el cazador no les estuviera esperando, como sucedía desde hacía siglos. No obstante, no alcanzarían su ansiada excepción aquella vez. El híbrido esperaba ya a que el portal se abriera y las criaturas engendradas en lo más profundo de Inferno trataran de escapar, no solo de este, sino también el poder del demonio. Un bosque en mitad de Escocia, tan poco transitado como podía serlo el propio Amazonas en la época más calurosa del año, donde la naturaleza seguía su curso sin que nada ajeno a la propia Tierra pudiera perturbarlo hasta que la dimensión paralela se abrió. Chasqueó los nudillos y agarró a la primera de las criaturas por el pescuezo para devolverla de un lanzamiento digno de olimpiadas a los confines del lugar que jamás debió abandonar. Tuvo que teleportarse varias veces para conseguir alcanzarlas a todas porque sabían cómo esquivarle y casi todas las noches debía invertir una cantidad ridículamente ingente de energía en darles caza real. Localizaba el aura ajena al mundo mortal y la atacaba. No destruía a los demonios a no ser que no tuviera ninguna opción. Cuando el portal se cerró no le quedó más remedio que abrir uno por su cuenta para lanzar las que quedaban. Halló, entonces, una última esencia que perturbaba el normal fluir de la Tierra, y se lanzó a la caza, a pesar de su pacífica naturaleza. Su intención era fiera: teleportarse con el puño en alto y asestar a la criatura un golpe que la aturdiese lo suficiente como para que pudiera arrastrarla de vuelta. No obstante, tuvo que hacer acopio de todo su poder para detener la inercia del movimiento en cuando sus alarmas saltaron al ver de quién se trataba. Una cara conocida solía implicar la carencia completa de culpa. Retrocedió un paso tras un resoplido. — Joder, Fenrir – gruñó –. ¿Qué coño haces aquí?
Tipo
Individual
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible
Me shockea
1
17 turnos 2 maullidos 2070 vistas
Patrocinados
Patrocinados