¿Moriremos Belial?.
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¿Moriremos Belial?.
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El dulce olor manado por las rosas del jardín ignoto del valle de la desesperanza por el cual aquellas criaturas Licanas y compañía transitan, era deleitante y supremo a los ojos de lo sombrío; un perfume que bailaba un vals trémulo, pero bello a su manera, junto al que se supura de forma natural de la piel perfecta del regente extraterrestre y adimensional; aroma único y especial del cual tanto se hablaba en los grimorios y textos de los dementes, donde se resaltaba lo narcótico, dulce y sobrenatural de este, sin duda un preámbulo maldito de la desdicha.
Atravesaron el portal y todos aquellos pudieron sentir lo mismo, unos más, otros menos quizá: un hormigueo intenso en la punta de los pies, manos, nuca y lengua y la sensación de un sopor ingrávido que nubla la mente, como si con cada paso que daban flotasen entre aquella oscuridad densa, que no dejaba ver más allá de las narices húmedas, pero que misteriosamente podían verse entre ellos porque cada cuerpo proyectaba una luz propia, cálida y protectora. Habían entrado en los dominios oníricos de El Heraldo y su perfume subliminal mítico a rosas negras, jazmín y miel se volvía cada vez más y más fuerte alojándose en el paladar del que lo aspira para condensar allí un néctar aceitoso alicorado, relajante que cuando es tragado, genera un retrogusto a sangre.
El portal dispuesto por ÉL (uno de tantos que diseminó por los mundos y dimensiones con fines desconocidos o para atraer a los incautos) se cerró tras ellos dejándolos allí, en el Limbo Cósmico, un lugar negro entre realidades; un paso obligatorio por el cual todo debe fluir antes de llegar a su fin y que pocos tienen acceso ya que para ello se debe contar con el conocimiento arcano y el poder exuberante como para conservar la materia y evitar que esta se funda con el caos, fue donde se pronunció “su nombre” a lo cual, la sensación escopaestésica se incrementó y a lo bajo, provenientes de ninguna parte, susurros ininteligibles se escuchaban logrando probablemente, por su naturaleza macabra, drenar la lucidez de los magullados testigos.
—¿Qué tan desesperado puede estar un lobo como para acudir al cordero por ayuda? —una voz melodiosa, varonilmente engatuzante como ninguna, se escuchó, insinuando tal vez el conocer la estirpe de la mayoría de los que allí se encontraban. El frío de la muerte hizo presencia, más no su dueño, aún.
Hipnotizados por aquel ambiente que inundaba sus sentidos, el líder de la manada no se dejó guiar por lo que sucedía a su alrededor.
*****Hagan caso Omiso, puede ser una trampa.-Exclamó, sacudió la cabeza, como si trajera algo sobre él.**** No pierdan el juicio, debemos estar atentos a lo que venga.
Acatando las órdenes del Alfa, tomaron una posición donde rodearon a la demonio que yacía en el suelo con el aliento entrecortado por la toxina que estaba acabando con su existencia mortal. Aquel círculo, les permitiría ver cualquier detalle o depredador que se les acercará, el airé se tornó denso y con la voz de un desconocido que se dirigió al líder. Arceos recordó las palabras del mequetrefe de Marcus, "No mentir y siempre con respeto", ya que la entidad dueña de ese lugar podría ver más allá de que ellos se conocieran.
****¡Señor!.- Dijo mientras caminaba hacia enfrente sin perder la objetividad. ****Las circunstancias nos unieron, ella ha salvado a los míos en múltiples ocasiones hasta qué....- Tragó saliva profundamente.**** Tengo el deber de pagarle de la misma forma, así que acudo a usted para que nos ayude, esto está fuera de nuestras manos.
Los acompañantes buscaban la voz ansiosamente, ese frío cutre los invadía hasta el tuétano, solo la entidad llena de penumbras decidiría si el viaje era satisfactorio o terminarían en el campo de los olvidados.
—Me agradan los seres que saben lo que vale la palabra y pagan sus deudas. —dijo el ente cósmico al mismo tiempo que su cuerpo emergía de la nada como si fuera etéreo o una vil alucinación producto de los primeros espasmos de la locura que comenzaría a adueñarse de sus pobres almas. Era un hombre alto, de rasgos varoniles cincelados con tal maestría que parecía un precioso dios griego de tez blanca, cabellos cortos que comparten el mismo color plateado de esa sombra de barba perfectamente pulida que enmarca lo rojo intenso, jugoso y carnoso de sus labios que siempre blanden una sonrisa subliminal.
—¿Cuál es vuestro nombre, honorable ser, y el de la dama que baila con la muerte? —estaba sentado a unos diez metros de los caminantes, en lo que parecía un púlpito elevado por siete escalones sobre el suelo oscuro. Descansaba sobre un trono; silla ostentosa de sauce negro, espaldar alto, reposabrazos y patas magistralmente ornamentados con bajos relieves en forma de rosas, por su parte, la cojinería era suave, cómoda, de cuero fino. Su cuerpo estilizado estaba cubierto por prendas elegantes y completamente negras: zapatos bien lustrados, pantalón de dril de bota ajustada sujetado por un cinturón cuya hebilla circular de plata mostraba el blasón de su reino lejano (la serpiente alada iracunda que enrolla su cuerpo entorno a la daga clavada sobre tierra). Saco de solapas ribeteadas con tallos espinados y rosas en hilo satinado negro cubre parcialmente la camisa de seda y la corbata roja que rompe con la monotonía del luto que lleva puesto siempre y que componen un estilo señorial, imponente y quizá, atemporal.
Aquel por el que habían venido, igual que ellos, emanaba luz propia, como si fueran todos estrellas que vagan en la infinitud de la nada que era adornada con ese perfume extraño que lo corrompe todo, seduciendo y embriagando con sus matices exóticos y que proviene de las carnes del peliplata.
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Cuando sus miradas se entrecruzaron, el contrario se topó con unos luceros dorados fulgurantes cargados de una vida suprema cuyas pupilas parecían conducir al mismísimo espacio exterior, profundo, ignoto, horripilante. Unos ojos hipnóticos y seductores que fácilmente podían llevar a cualquiera a la perdición al consumir el alma y la cordura.
—Arceos… Arceos… —Repetía entre susurros, como si estuviera degustando el nombre; un nombre que le gustaba como sonaba. —Bien Arceos, —sonrió —dime ¿Qué ofreces por la vida de una flor marchita?
El heraldo exterior generó un galante carrizo mientras apoyó su codo derecho sobre el brazal correspondiente de su asiento y así poder optar una postura que demuestra cierto grado de interés, sobre todo, al acercar su mano y empezar a acariciar sus labios con la yema de su pulgar una y otra vez, algo que hacía a menudo cuando esperaba una respuesta de su agrado.
—No puedo negar que la humanidad es una estirpe a la cual le tengo cierto cariño y me beneficio, obviamente. Los demonios por su parte… pues, creo que ya hay muchos, así que, lo que ofrezcas debe ser lo suficientemente bueno como para no permitir que la bella dama, La Muerte, tenga sexo sucio con el delicioso cuerpo que ustedes custodian.
Arceos quedo deslumbrado en aquella oscuridad desgarradora, las pupilas se le dilataron, el corazón le comenzó a latir tan fuerte que podría escucharse a kilómetros, deseaba con fervor estar ahí, la paz tan sublime, tan llamativa lo seducía, sin embargo, el lobo se quiso trasformar, evitando la gran tentación, se sacudió volviendo a su aspecto humano.
****¡Agth!... Señor, no tengo cosas materiales ni mundanas.-Respondió con voz grave y saliva entre los labios, debido al intento del cambio.****Con lo único que cuento es con mi palabra y mi lealtad y es lo que le pongo a sus pies por ayudar a la mujer.
Siguió acercándose mientras la tercera parte de su manada se miraban unos a otros, en posición de ataque, una de las mujeres nunca estuvo de acuerdo con el viaje y mucho menos aquella amistad entre la demoneza y su líder, al contrario, para ella era mejor que Aradia muriera. Su avaricia y mal corazón la llevó a transformarse y atacar a umbra, un lobo pardo enorme, con ojos brillantes y carmesí se abalanzó contra el omnipotente.
--------¡Grrrrrrrrrrrrrr!.-Aquel gruñido terminó la "Paz" que en ese momento permanecía.
*****¡Noooooooooo!, ¡Gaia, Nooooooo!.- Las voces de los acompañantes se dejaron escuchar, Arceos volteó tan rápido, algo tendría que hacer o todos morirían en ese momento, la lycan fue interceptada por el líder en los aires, tomándola de costillar, ambos se fueron rodando golpeteándose, hasta que Arceos quedo arriba de ella, con las manos, agarro el hocico.****Lo siento... lo siento.- Los susurros y los ojos de dolor en el líder marcaban una extinción de personal licántropa, en segundos destrozó la mandíbula de Gaia, un aullido desgarrador, dejando la vida se escuchó, los compañeros mostraban un rostro aterrado y desolador, por la actitud de varón. La presencia humana de la licántropa apareció, la luz de sus ojos se apagó como una flama es soplada, su mandíbula estaba volteada hacia atrás y un charco de sangre inundaba sus cabellos rubios y las rodillas del lobo.
*****Lo siento... lo siento Gaia, no podía permitirlo.- Se miró las manos con manchas carmesí, las cuales limpio con la tela de su pantalón.
Vio el espectáculo desde lo alto, conmovedor sin duda y aunque le gustaba aquel dolor que de forma retorcida alimentaba a él y a los suyos, quiso mostrar un acto de piedad para con sus acompañantes. Las yemas del pulgar y el dedo medio de su diestra se juntaron y efectuaron un chasquido sonoro y el cuerpo de la hembra de demonio en respuesta, fue tragado por la oscuridad a lo cual, si consiente estuviese, podría sentir un profundo vértigo y la sensación de flotación en el estómago como si cayese en caída libre, para luego, materializarse entre cucuyos púrpuras en el regazo de aquel vil hombre componiendo una extraña, onírica y hermosa escultura penumbrista que referenciaba a La Pietà, obra magna famosa en alguna de las dimensiones que ha visitado.
Al tenerla tan cerca apreció todo su cuerpo por unos largos instantes silenciosos, parecía como si la degustara con la vista sin pudor, quizá, estaba gravando cada detalle en su mente retorcida con cinceles de fantasía enferma y fetiches profanos.
—Suena tentador, Arceos, —dijo casi entre susurro; vocablos que parecían emerger cerca de las orejas desarrolladas de todos los presentes, al mismo tiempo que posaba el pulgar de la siniestra sobre los labios de la mujer para acariciar aquellas carnes, cuando lo hizo, todo el cuerpo de esta fue invadido por un sopor narcótico y anestésico; una especie de sedación natural impuesta que evitaba que sintiera dolor y la relajó hasta el punto de parecer muerta. —pero La Bella Dama pide vida por vida, no lealtad, ya que la lealtad por deuda es tan frágil como un recién nacido ignorante y las palabras, si no se tatúan o se tallan en adamantium, se las lleva el viento y el tiempo. —nunca miró al Alfa, no tenía que hacerlo y tampoco le interesaba, ya que su atención era plena en la demonia a la cual le despeja del rostro con sumo cuidado, los hilillos de cabello desordenado que le cubrían, como si fuera una muñeca de porcelana, SU muñeca de porcelana.
—Además, ¿qué sería de un sacrificio sin sufrimiento o la sensación de pérdida? —Ahora sí lo miró, y no solo a él, lo que sucedió en ese momento tensionante trascendía toda lógica, ya que cada uno de los licanos podía ver que los miraba al mismo tiempo a los ojos fijamente, con esa mirada violadora de almas. —He aquí el trato, Arceos: vuestros hombres será la moneda de pago, los presentes y moribundos en otras tierras —para él sus mentes eran un libro abierto una vez estaban en sus dominios y por eso sabía muchas cosas —, rendirán sus almas y cuerpos a los Dioses Exteriores y a mí, por extensión, como sumo comandante, heraldo y rey. Morirán entre sufrimiento sin igual y renacerán como parte del Vacío glorioso. Sin embargo, esto será al emerger de la Diosa Lunar plena en el tercer invierno.
Tienes, oh Arceos, hasta entonces, para entrenar nuevos hombres y mujeres con tu don y crear un nuevo clan, o volverte un lobo estepario solitario. Tienen, oh guerreros, hasta entonces, para vivir la vida de la mejor forma y engendrar para que el linaje no muera con ustedes y al llegar el momento, festejen, beban, lloren y despídanse de sus familias, ya que con La Luna cayendo en el horizonte todos vendrán a mi sin importar donde estén para cumplir lo que aquí sentencio.
Complacido al escucharlo cerró sus párpados, inhaló profundo, levantó su diestra hacia los cielos inexistentes y cuando lo hizo liberó una onda de Noxius puro, tan violenta, que si aquellos guerreros no se aferraban a lo que pudiesen podrían ser empujados como guiñapos.
—Hoy no mujer; hoy la Bella Dama tendrá que esperar para besar vuestros labios.
En un acto de barbarie descendió su extremidad con fuerza y contundencia para así, a la altura del abdomen, introducir esta por el ombligo (destrozando las prendas que lo cubrían) hasta un poco más allá de su muñeca generando sonidos grotescos: una amalgama de ecos vomitivos y horrorosos que sugerían piel rompiéndose, músculos rasgándose fibrosamente y cremosidades viscerales, pero, ni una sola gota de sangre.
El hombre abrió los ojos y vio a la mujer a la que violaba, la cual navega en los mares sedantes gracias a sus vilezas narcóticas. Sin embargo, ella en su letargo podía sentir un calor intenso; un ardor para nada desagradable que incitaba al pecado pero que duró poco, ya que con la misma velocidad que la apuñaló, sacó su mano del interior y la levantó nuevamente para que todos vieran que traía consigo un líquido viscoso negro que recubre por completo su mano blanca que manaba humo gris, como si fuese brea ardiente, y la zona por donde ingresó, simplemente nada, solo se veía piel tersa, sana y sudada que se asomaba entre los jirones de tela que quedaron como único recuerdo de su acto sobrenatural.
Desvió su mirada hacia la ponzoña y con ayuda del pulgar al acariciar sus yemas sintió la textura gomosa y asqueroso, no pudo contener la curiosidad de saber que sabor tenía y con una sonrisa maliciosa sacó su lengua puntiaguda y lamió el dedo medio de forma obscena y sin decoro. Su sabor era amargo como la hiel y cada uno de sus ingredientes, sin duda un constructo poderoso que inundaban su paladar y le generó un coqueto hormigueo en la punta de su lengua. Le gustó.
—Está hecho. —Se saboreó y toda esa asquerosidad en su mano se coaguló para luego desintegrarse en millares de partículas, como ceniza al viento. —Tendrá que descansar un tiempo, la llevaré a mis tierras para que los maestres puedan atenderla, Arceos, tú y tu gente vendrán con nosotros, serán mis invitados de honor.
======================Aradia en la oscuridad eterna=====================
La sombra que la siguió en ese camino se paró frente a ella, sin hacer ningún movimiento, la fémina no comprendía, ya que jamás tuvo respuesta a las preguntas lanzadas al aire, dio la vuelta y siguió caminado cuando aquel dolor tan inmenso en el vientre se apoderó de ella, el individuo que envolvía su rostro en la oscuridad había atravesado su abdomen con la mano, frente a ella se encontraba la entidad que seguía cada paso que daba en aquel lugar. Un grito agonizante de ella la mantuvo con la boca abierta y los orbes en blanco sin poder parpadear, el cuerpo paralizado, los brazos de Aradia se posicionaron a los cotados formando una cruz.
Grito de mujer aterrada | Efecto de sonido - YouTube
La toxina que acabó por segundos con ella y que formo hilos en todo su cuerpo de color profano y oscuro se desvanecían de abajo hacia arriba, ese dolor tan intenso que emanaba de su vientre provocaba agonía en el demonio, a los minutos de semejante infierno los ojos volvieron a su normalidad y el cuerpo de la mujer cayó a los pies de aquella sombra, logrando ver borrosamente el acercamiento de los mismos. —¿Quién eres? -En un susurro desvaneciente se cerraron los ojos, por consecuencia no volvió a saber de ella.
========================Arceos y Umbra========================
Los licántropos lo escucharon hablar, esa voz profunda que lograba llegar a cada átomo de si, entro en Aradia, haciendo semejante orificó en el vientre, los ojos del líder se abrieron al ver semejante barbarie. ****Que nuestro Dios nos proteja. - Musitó, en seguida, aquella fuerza que aprecia llevarse todo lo que estuviera a su alrededor, los acompañantes y él tuvieron que aferrarse a la tierra con sus garras, cerrar los ojos, ya que ese viento violento incitaba a levantar objetos por los aires.
****¡Cúbranse!.-Exclamo Arceos, enseguida aquello se volvió calmo y pacífico, los cabellos de los lycans revueltos y llenos de polvo, arena y basuras, ellos vieron el semblante de la demonio, aquella toxina yacía en la mano de Umbra, cuál se deleitaba con ella en modo de juego, sin duda él era el elegido nadie estaría tan demente como para exponerse como lo hacía.
****¡Es ella otra vez!. - Comento uno de los más jóvenes entre los lobos apuntando con su índice, la piel se había vuelto tersa, radiante, sus labios tomaron ese rojo lleno de vida otra vez, aunque permanecía con los ojos cerrados en el regazo ajeno, se notaba la respiración normal, aunque algo agotada, las palabras de Umbra estaban en lo correcto ella necesitaba un descanso se lo merecía por luchar contra si misma. Arceos y el resto de su manada aceptaron la invitación de la entidad que ahora en adelante deberían devoción y lealtad.