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Aquella noche no había dormido nada, había sido incapaz, dado lo que había pasado. No fue hasta que cayó rendido del cansancio que por fin pudo conciliar el sueño. Sin embargo aquello no fue suficiente para que pudiera descansar, dado el sueño que tuvo. Pudo ver a una mujer rubia con un collar de lapislázuli que reconoció de inmediato. Aquella mujer era, sin duda, Diana Bishop, su madre biológica. El sueño en sí fue una amalgama de situaciones que él no llegó a reconocer, mayormente aquella mujer embarazada y urdiendo un plan, uno que no le llegó a quedar claro. Pero el rostro de esa bruja era algo que veía nítido, incluso una vez que despertó completamente sobresaltado con aquello. Y Danny no pudo entenderlo sino como una señal.
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Se levantó por fin de la cama, para entonces mirar atentamente al sitio vacío junto al que había ocupado él. Suspiró, una única lágrima cayendo por su mejilla, una que pronto se limpió, no tenía tiempo para aquello. Rápidamente se vistió, para entonces preparar una maleta -o más bien su macuto de viaje- y todo lo necesario para viajar, para salir del país. Llevaba mucho tiempo posponiendo aquello, pero no había mejor momento, no después de todo lo que había pasado. Iría, por fin, a buscar a su familia, su legado.
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El viaje, por suerte, no fue muy largo, o al menos a él no se lo pareció. Llegó a medio día, pero realmente no tenía muchas ganas de comer. Con el macuto aún a cuestas se fue directamente a la universidad de Oxford, sabiendo que su madre había estudiado e incluso trabajado allí, pues había encontrado un par de artículos escritos por ella publicados por la universidad. Nada más llegar preguntó un poco por la mujer, aunque todo el mundo le dijo lo mismo: llevaban años sin saber nada de ella. Aquello le extrañó bastante, aunque a esas alturas no sabía realmente por qué se sorprendía. Por suerte la última persona con la que habló le comentó algo, algo realmente irrelevante, pero que, por alguna razón, llamó la atención de Danny. Diana había pasado mucho tiempo en la Biblioteca Bodleiana, la misma biblioteca de la universidad. No sabía muy bien qué iba a encontrar allí, pero algo en su interior le empujó a visitar el lugar.
Por suerte no es necesario carnet de estudiante, ni ser profesor, para poder entrar, aunque sí tarjeta de la biblioteca para poder retirar libros. Poco le importaba a él, pues no tenía pensado llevarse ninguno. En su lugar tan solo caminaba por el lugar, imaginando la de veces que su madre habría estado allí, estudiando o recabando información para sus artículos, haciendo su vida. Casi podía verla sentada en una de aquellas mesas, rodeada de libros, absorta en ellos. En su lugar encontró sitios vacíos, aunque llegó a dar con un hombre que lo miraba fijamente desde el momento en el que había entrado. Danny también se lo quedó mirando, pues le resultaba familiar. Entonces en su mente se dibujó una vez más el sueño que había tenido la noche anterior y aquel hombre, exactamente idéntico, a uno de los que había visto en dicho sueño.
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Habían pasado horas desde que Danny acudió a aquella biblioteca. Había salido de esta acompañado de aquel hombre, el vampiro Gallowglass, un buen amigo de Diana y Matthew, el que ahora sabía que era su padre biológico. Se había quedado esperando en Oxford por si algún día el chico llegaba buscando a su familia, una vez más como si ya supieran todo lo que iba a acontecer. Por desgracia las noticias que le dio no fueron nada buenas. Tras unas horas de charla, en las que lo había invitado a comer y había aprovechado para contarle bastantes cosas sobre sus padres, Gallowglass por fin lo llevó al cementerio. Allí estaba él, frente a las tumbas de Diana y Matthew, mirando estas fijamente mientras su mente simplemente divagaba en cómo hubiese sido su vida de haberlos conocido antes, o de no haberlo abandonado nunca.
—Tu madre siempre dio más pelea que tú —aquella voz la reconoció a la perfección. Se giró, viendo a Ramiel una vez más, frente a él, con esa sonrisa de medio lado que lo caracterizaba. Lo que le faltaba ya— Creo que va siendo hora ya de acabar con lo que empezamos —antes de que Danny pudiera decir nada el demonio ya había invocado su lanza.
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Ramiel se iba a abalanzar sobre él, pero Gallowglass apareció de la nada, abalanzándose sobre el demonio, cayendo al suelo junto a él, mientras comenzaban a forcejear, pero un vampiro no era rival para un demonio mayor, por lo que pronto el Ungido se había zafado de Gallowglass, habiéndolo mandado varios metros lejos de él con un solo movimiento de su mano. Este se puso de pie, decidido a continuar con la pelea, decidido a proteger a Danny como no había podido proteger a Diana.
—Tienes que irte, yo le entretendré —dijo antes de lanzarse una vez más contra el demonio. Pero este no tuvo más que moverse un poco para esquivar la embestida ajena, mientras reía divertido por los fútiles intentos de aquel ser, comenzando a jugar realmente con él. Danny se quedó mirando, en un primer momento considerando la opción de irse de allí, pero no podía hacer eso. No conocía de nada a aquel hombre, pero el brujo no era de los que abandonan a nadie y, en cierto modo, sentía que se lo debía. Lo tenía claro, iba a quedarse a pelear, no permitiría que Ramiel hiciese daño a nadie más.
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Cuando Ramiel notó las intenciones del menor de los tres se paró en seco, plantándose en el lugar, agarrando con fuerza a Gallowglass del cuello en cuanto este llegó a su altura. En su mano libre llevaba la lanza, que agarró con más firmeza en ese momento. Una corriente eléctrica se pudo ver claramente pasar de su piel al acero del arma, mientras que él giraba la cabeza para mirar a Danny.
—Tu madre nunca pudo acabar conmigo. ¿Qué te hace pensar que tú, un brujo novato de tres al cuarto, vas a poder siquiera herirme? —le dijo mientras preparaba su lanza, listo para ensartar al vampiro con ella. Danny se limitó a hacer un movimiento con su mano, lanzando el arma bien lejos, mientras mantenía su mirada fija en Ramiel. Estaba realmente cabreado, por sus acciones, por aparecer siempre a fastidiarle, por sus palabras… Pero no iba a embotellar esa ira, en su lugar iba a darle rienda suelta y usarla, para acabar con él. Aunque en algo llevaba razón…
Tanto Klaus como Gallowglass como ahora el mismísimo Ramiel coincidían en algo, Diana había sido una bruja poderosa, con un don nato para la magia, que tenía salidas para cualquier tipo de situación y él, sin embargo, era un novato, que apenas tenía conocimientos o experiencia y que aún no sabía el verdadero alcance de sus poderes. Su madre, siento tan poderosa e inteligente como había sido, estaba muerta, eso no la había salvado tampoco de morir a una edad temprana, poco después de abandonarlo a él, según las palabras de aquel vampiro, lo que significaba que nadie, por poderoso que fuera, era realmente invulnerable. No lo era Diana, no lo era Danny, pero tampoco lo era Ramiel.
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—No soy mi madre —pero sin duda esperaba que estuviera mirando en esos momentos. El que lo hacía era aquel demonio, arqueando una ceja e inclinando la cabeza hacia un lado. Entonces sonrió de medio lado, divertido y decidido, antes de lanzar lejos al vampiro y disparar uno de sus rayos contra Danny. El brujo fue rápido y levantó una barrera de energía frente a él que contuvo la electricidad, pero la fuerza del impacto lo hizo retroceder, deslizándose por el suelo del cementerio, dejando un surco desde la posición en la que estaba en un principio hasta donde había quedado, de apenas un metro. Cuando alzó la cabeza vio que Ramiel no estaba frente a él, pues estaba donde había caído la lanza, con esta ya en mano y preparando su siguiente ataque. Este fue detenido por el vampiro, que llegó a asestarle un puñetazo en la cara, de sorpresa, pero tuvo que retroceder ante la respuesta de Ramiel con su arma: un tajo horizontal que lo hubiese cortado por la mitad de no haberse alejado a tiempo. Mientras lo hacía Danny lanzó una esfera de pura energía hacia él, aunque pudo esquivarla, volviendo a atacar, esta vez arrojando aquella mortífera lanza contra él. Alzó sus manos, intentando parar el tiempo, aunque solo consiguiendo ralentizar el arma. Pero fue suficiente para que Galloglass la agarrase y la lanzase contra el demonio, clavándola en su pierna por la sorpresa del contraataque. Aquello lo hizo enfadar y dio un puñetazo contra el suelo, que hizo lo hizo temblar, a la par que descargaba su electricidad contra este, levantando una nube de polvo. Así se movió a la velocidad del rayo, lanzando al vampiro al suelo y quedando sobre él. Alzó la lanza e hizo un rápido movimiento para ensartar a Gallowglass con ella, pero fue detenido por una onda de choque emitida por Danny que lo mandó a volar varios metros.
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El chico entonces atrajo hacia sí con su magia tanto al vampiro como la lanza de Ramiel, tomando esta última en su mano y lanzándose decidido contra él, cosa que el demonio no esperaba ver nada más levantarse del suelo. Pudo asestarle un tajo en el abdomen, para seguir atacando con la lanza, aunque no conectó ni un solo golpe más, pues el demonio era rápido y tenía buenos reflejos, aparte de que, si bien el chico sabía pelear, era la primera vez que empuñaba un arma como aquella. Así acabó recibiendo un golpe del puño ajeno en el rostro, que lo desestabilizó. El demonio intentó seguir, pero Danny desató otro estallido de energía, haciendo que Ramiel saliese despedido hasta chocar contra un árbol, seguido de su lanza que se clavó en su abdomen, dejándolo empalado en el árbol. Acto seguido el Bishop lanzó una ola de energía desde sus dos manos hasta la empuñadura de la lanza, empujándola cada vez más, sacando por fin un grito de dolor por parte de aquella entidad. Y seguiría, pues estaba decidido a acabar con él, pero un rayo impactó contra él, haciéndolo caer al suelo. Gallowglass entonces se acercó para ayudarle a levantarse, pero cuando miraron hacia aquel árbol ni Ramiel ni su lanza estaban allí. Chasqueó la lengua, se le había vuelto a escapar, pero sería la última vez que lo hiciera. Se había acabado el esperar a que aquel demonio apareciese, ahora iba a ir a por él con todo lo que tenía.
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