Durante doscientos años, no tuve pareja. Estaba tan frustrada, que no quise saber nada sobre el amor. Hasta que le conocí. 

 

Fue hace pocos años. Daba un paseo por un riachuelo, en un día de bastante calor. Llevaba un vestido muy ajustado y corto. Estaba metida en el agua, dándome un refrescante baño. Pronto noté que tenía hambre y es por eso, que decidí ponerme a pescar. No tarde mucho en tenerlo todo listo. Estaba asumida en mis pensamientos, cuando de repente, de entre las aguas, surgió una enorme serpiente. En un principio, me pareció una boa, pero no lo era. Entre sus fauces tenía atrapado una trucha enorme y muy hermosa. Al aparecer tan de repente, caí hacia atrás, lastimándome la espalda.

-¡Ah! ¡Me duele mucho! - me quejé con una mano en la zona afectada.

-Lo... lo siento. Ha sido culpa mía - dijo la serpiente con la trucha aún en la boca.

-Al menos ayúdame a levantarme.

Fue entonces, cuando escupió la trucha, ésta cayó en la orilla y aproximándose a mi, me dijo.

-Agárrate a mi cuello.

Eso fue lo que hice, con delicadeza, me ayudó a ponerme en pie. Todavía agarrada a su cuello, nuestras miradas se cruzaron. No sé realmente qué pasó, por un lado estaba molesta por lo ocurrido y por otro, vi en esa mirada, a una criatura terrible, pero a la vez, tierna y encantadora.

-¿Estás bien? - me preguntó con una ligera sonrisa y sin apartar sus ojos de los míos.

-Me duele un poco la espalda por el golpe - le respondí sin soltarme de su cuello.

-Yo te aliviaré.

Con sutileza, me llevó hasta la orilla y una vez ahí, me senté en el suelo. Por supuesto, estaba empapada, así que mientras escurrida mi vestido, le dije mirando a la trucha ahí abandonada.

-Has pillado un buen ejemplar

-Si, sin duda - contestó sonriendo tímidamente, no me di cuenta que me observaba a mi-  Por cierto, mi nombre es Jörmungandr -entonces adoptó forma humana. Su pelo rojizo, junto con una barba del mismo color y bien cuidada, brillaba al sol. Vestía con ropas nórdicas de verano- Déjame ver.

-Yo soy Ate - comencé a decir, mientras él se colocaba detrás mío- diosa de la ruina, del engaño y del caos. Pero para abreviar, digo solo diosa del caos- sonreí - mi padre, Zeus, me expulsó del Olimpo.

-Así que hija del jefe- bromeó Jormun- Voy aliviarte el dolor. Necesito tu permiso para poder hacerlo.

-La tienes- le respondí con una sonrisa en los labios.

Noté unas cálidas manos en mi espalda, dijo algo que no entendí y pasado breves instantes, el dolor desapareció.

(Continuará)