“Mi vida se desmoronó cuando ella desapareció. Luego… todo dejó de tener sentido. Cuando te arrebatan un hijo de esa manera ya nada es igual… es como… si te arrancaran el alma misma.”

 

───Nombre Completo

Cassandra Rowe (anteriormente Cassandra Ashford)

───Edad

46 años

───Género

Femenino

───Orientación sexual

Heterosexual

───Profesión

Psicóloga (anteriormente con especialización en trabajo con niños; actualmente con adultos)

───Estado civil

Divorciada

───Hija

Melody Ashford (fallecida, 8 años)

───Exesposo

Marcus Ashford (detective)

───Cargo

Homicidio premeditado, considerado crimen pasional

───Años en prisión

10 años efectivos

 

───Historia

Cassandra siempre tuvo una vida dentro de todo estructurada, con una organización y horarios impecables la mayor parte del tiempo. Por esto se graduó de la universidad a los 23 años, cumpliendo con los años en tiempo y forma, incluyendo honores. A sus 25 años conoció a Marcus, con quien formó una relación que, 2 años más tarde, culminó en matrimonio. Posteriormente tuvieron a Melody.

Su vida marchaba de forma estupenda. Aunque ella asumió mayormente la carga emocional y cuidado, siempre hubo respeto y amor mutuo entre la familia. Marcus no siempre estaba disponible debido a su trabajo y agenda impredecible, pero trató de estar lo más presente tanto para su hija como su esposa.

Melody se había vuelto la estabilidad y felicidad del hogar. Pero, entonces, la tragedia llegó a la puerta.

27 de marzo, Cassandra recuerda ese día con extremo detalle. Ese día se suponía debía ir a buscar a su hija luego de clases, pero las sesiones con sus pacientes se habían atrasado más de lo esperado y Marcus estaba ajetreado con su trabajo, resultando imposible que él fuera a buscarla. Cuando llegó al colegio Melody ya no estaba. No la encontró en la institución ni en los alrededores. Los maestros y director no supieron qué responder, creyendo que ella había ido a buscarla. En ese momento el mundo de Cassandra tembló con violencia y la desesperación se abrió paso en su pecho, amenazando con convertirse en un ataque de pánico. Marcus tuvo que llegar tan pronto como recibió la llamada de su mujer.

No la encontraron por ninguna parte donde se les ocurrió que podría estar. La búsqueda de la policía comenzó. Al principio no dejaron que el padre formara aparte del caso por conflicto emocional, pero finalmente le otorgaron permiso con supervisión, lo que agregó más presión al hombre. Sin embargo, quien estaba en peor estado era la madre; se sentía completamente culpable, todo el tiempo diciendo que debió haber llegado a tiempo, que debió pensar en alguna otra cosa para que Melody estuviera a salvo y en casa a tiempo. Por esta razón es que le imploró a su marido que compartiera cualquier mínima pista sobre el caso, lo que fuese. Marcus dudó al principio, queriendo protegerla y ser quien mantuviera la calma. Sin embargo, al verla tan mal, decide compartir un poco de información sin dar detalles.

Los meses pasaron. El 23 de agosto (el cumpleaños de Melody) pasó en silencio insoportable. Todavía no tenían nada concreto, solo evidencias inconclusas. Cassandra estaba cayendo en una espiral de desesperación, culpa y enojo que comenzó a desequilibrar su matrimonio. Entonces, llegó el 9 de octubre, el día donde encontraron el cuerpo de Melody sin vida en un basurero de la ciudad. Eso terminó de romper a la mujer. No obstante, luego de ese día, la policía dio con algunas pistas más. Tenían a un sospechoso: Paul Tennant, sin embargo, no lograban dar con su paradero.

Cassandra empezó a pasar los días frente al colegio de Melody, pensando en las pistas que encontraron, en cada pedazo de información, en lo que pudo haber sido si tan solo todo hubiera ido de acuerdo a su agenda… y lo vio. Un hombre de unos 40 años, frente al colegio, viendo demasiado a los niños, dando vueltas de vez en cuando. En ese instante Cassandra se bajó del vehículo y lo enfrentó, pero el hombre se retiró de forma despavorida. Ella se quedó pensando al respecto, pues aún no había visto el perfil del hombre, pero no tardó demasiado en conectar toda la información. Por más que su sangre ardió y su corazón se estrujó de ira y dolor, ella tuvo que esperar. Esperó hasta volverlo a encontrar, pero, está vez, lista para ponerle un fin.

Fue en los alrededores del colegio, lo vio una vez más y, con tanta restricción que pudo, tuvo la paciencia suficiente para seguirlo hasta donde se ocultaba: una pequeña casa en un barrio de mala muerte. Cuando lo vio entrar al domicilio no lo pensó más. Fue directamente allí, tocó la puerta y, apenas esta se abrió, Cassandra levantó el arma que previamente había tomado de casa (un arma que Marcus mantenía en caso de defensa y que le enseñó a ella a usarla) y disparó hasta que no quedaron más balas en el cargador.

Los disparos se oyeron de forma clara, los vecinos llamaron a la policía, pero quien llegó primero fue Marcus luego que Cassandra lo llamara, en shock por lo que acabó de hacer. Ella temblaba, lloraba, pero por dentro sintió apenas un pequeño alivio: ese asqueroso hombre ya no iba a lastimar a nadie más.

Desafortunadamente, Cassandra fue llevada a la comisaría y fue arrestada. Marcus testificó en su contra. Lo destrozó hacerlo, pero sabía que ella ya no estaba bien. Esto la llevó a una condena de 12 años en prisión que fue reducida a 10 por buen comportamiento.

En su estadía en prisión su matrimonio terminó por romperse y llegó el divorcio. Además, tuvo que aprender a defenderse de forma extrema por comportamientos hostiles entre las reclusas. Aunque hubo algunas con las que pudo conectar por compartir pérdidas similares, tuvo que valerse por sí misma la mayoría del tiempo, se vio obligada a aprender autodefensa, a tomar objetos cotidianos como arma, a ser resiliente, observar patrones de ataque y desarrollar su supervivencia emocional, entre otros.

Luego de 10 años, finalmente logró salir. Aunque su matrícula se vio en peligro, gracias a contactos pudo mantenerla, pero no ejerciendo su trabajo con niños, aquello ya no podía hacerlo más al recordarle a su hija y su falla, por lo que empezó a reconstruir su vida de otra forma.

Actualmente trabaja con adultos y, aunque es mucho más distanciada emocionalmente en comparación al pasado, aplica su experiencia personal y trauma con el intento de evitar que algo así le ocurra a alguien más.

 

───Personalidad

Cassandra siempre se destacó por ser alguien inteligente y perspicaz, con una capacidad de adaptabilidad alta. Su capacidad de observación (especialmente con las personas) siempre fue aguda, y sus estudios la ayudaron a perfeccionarla.

Antes de la tragedia era alguien muy cálida y cercana con las personas, sobre todo los niños, siempre los ha adorado. Sin embargo, luego de todo lo ocurrido y el paso en prisión se volvió más distante y reservada, queriendo protegerse emocionalmente. Mantiene firmeza al actuar. Su empatía sigue ahí, aunque la protege tras una coraza difícil de atravesar.

Siempre ha sido alguien que le gustaba “mantener el control”, pero con el tiempo logró comprender que es solo una ilusión. De todos modos, trata de mantener horarios y organizar una rutina, al menos de forma parcial, con el fin de tener un ancla emocional. Cuando algo le importa se vuelve muy obsesiva, pero también más analítica.

En la cárcel aprendió a mantener sus emociones bajo control en el exterior, mas aún continúa con una intensidad interna constante.

Aún carga con el vacío de la pérdida, convencida de que nada podrá llenarlo jamás.

 

───Apariencia

Mide 1.65 cm, con un cuerpo esbelto, pero fuerte gracias al ejercicio tanto en prisión como el que continúa haciendo hasta hoy en día. Su postura continúa siendo erguida.

Su cabello es castaño con reflejos rubios que se acentúan según la luz. Ojos azul grisáceos, de mirada intensa y melancólica.

Su vestimenta se destaca por llevar colores neutros y prendas funcionales, sin ser demasiado holgadas, pero tampoco muy ceñidas. Le aporta buena movilidad y comodidad. Debajo de sus camisas lleva un pequeño colgante que, en el interior del dije, lleva una foto de Melody.

Su presencia transmite seriedad y contención, pero quienes la observan con detenimiento pueden percibir el dolor que aún carga.

 

“Solo me queda sobrevivir el día a día. No busco simpatía ni nada parecido… quiero evitar que el dolor se repita.”