El aire cambió el día que Alarion Kwon apareció. No era solo un hombre ni un vampiro común; era la encarnación de la pasión olvidada, un dios caído que había caminado entre mortales desde tiempos inmemoriales. Su cabello pelirrosa, rebelde y brillante bajo la luz, parecía inocente y delicado, pero sus ojos dorados encendidos revelaban la verdad: no era un ángel, sino un depredador, la manifestación misma de la Pasión, el deseo y la obsesión concentrados en un ser inmortal.
Alarion nació en una época que los humanos habían olvidado, cuando templos se erigían en su honor y la devoción hacia él era absoluta. Como deidad de la Pasión, su nombre inspiraba amor, deseo, obsesión y temor, pero los siglos borraron la memoria de los hombres y su adoración se convirtió en olvido. Renació entonces como vampiro, llevando consigo la herencia de su divinidad y la sed eterna de sangre y pasión; aunque su edad aparente era de 27 años, su existencia real se contaba por siglos que los mortales jamás podrían comprender.
Cada gesto suyo, cada movimiento, rezumaba autoridad y peligro. Sus pasos eran silenciosos, pero pesaban toneladas en el corazón de quienes lo observaban. Su figura alta y esculpida, envuelta en trajes oscuros de corte impecable o chaquetas de cuero que insinuaban fuerza y sensualidad, imponía respeto absoluto. El aroma a sándalo y sangre que lo rodeaba era un canto hipnótico, y su sola presencia podía encender deseos prohibidos y miedos antiguos.
Alarion era dominante, posesivo y celoso, un depredador que no pedía, sino que exigía lo que era suyo. En la intimidad se volvía salvaje y absoluto, un volcán de pasión que arrastraba a su pareja hasta los límites del placer y la entrega total. En público mostraba la frialdad de un dios olvidado, inalcanzable e imponente, pero cualquiera que llegara demasiado cerca podía sentir el fuego que latía bajo su piel y los siglos de poder concentrados en su mirada.
Su poder iba más allá de lo físico: podía manipular emociones, despertar deseo o celos con un simple roce, y su mordida era una mezcla de condena y éxtasis, dejando a quienes tocaba atrapados en una adicción imposible de romper. Su aura no era solo de depredador, sino de divinidad caída: aquel que fue venerado y ahora impone su voluntad con cada palabra, cada mirada, cada gesto. Muchos lo subestimaban por su cabello pelirrosa y facciones angelicales, pero quienes lo conocían sabían que detrás de esa apariencia había siglos de sabiduría, crueldad y un hambre insaciable de posesión.
Alarion Kwon no caminaba entre los mortales; los moldeaba a su voluntad, devorando corazones y voluntades, reclamando adoración y lealtad. Era un dios caído, un vampiro, la Pasión hecha carne, y nadie podía resistirse a su fuego. Su fecha de nacimiento aparente era el 3 de noviembre, su edad aparente 27 años, y su edad real incontables siglos. Su cabello pelirrosa con mechones rebeldes destacaba su aura engañosamente angelical, sus ojos dorados reflejaban deseo, poder y peligro, y su piel pálida era etérea, un contraste perfecto.
Su personalidad combinaba dominación absoluta, posesión, celos extremos y protección absoluta hacia su pareja; era frío con el mundo y ardiente con quien amaba, salvaje y absoluto en la intimidad, orgulloso, confiado e imposible de subestimar. Sus poderes incluían el dominio de las emociones y la pasión de los demás, un aura Alfa que obligaba a la obediencia y reverencia, una mordida adictiva que mezclaba placer y necesidad, y llamas internas que representaban su divinidad y deseo inextinguible.
Alarion Kwon no era solo un ser inmortal ni un vampiro cualquiera; era la Pasión olvidada, la deidad que había perdido su culto y su altar, pero que ahora reclamaba lo que era suyo con colmillos, fuego y deseo. Su nombre era un susurro que podía encender ciudades y quebrar corazones, y su mirada un abismo del que nadie quería escapar, porque él no solo poseía cuerpos o corazones, sino la esencia misma de la pasión, y no había fuerza en la tierra ni en el cielo capaz de resistirse a su fuego.