Michael ajustó el nudo de su corbata con un gesto perezoso mientras la sala de juicios comenzaba a llenarse.
—Vaya —murmuró con una media sonrisa—, siempre es divertido ver tanta gente reunida solo para decidir si alguien se portó mal.

Se dejó caer en su silla con la elegancia de alguien que parecía no tener prisa por nada, aunque sus ojos —brillantes, atentos— repasaban cada rincón del lugar. Era amable, siempre tenía una palabra de ánimo para su cliente, pero su tono cargado de sarcasmo le daba un aire difícil de leer.

—Relájate —dijo en voz baja al acusado, dándole un golpecito en el hombro—. Si perdemos, siempre puedes decir que fue culpa mía. Es lo bonito de mi trabajo: todos pueden odiarme, pero nadie puede ignorarme.

Cuando el fiscal empezó su alegato, Michael se recostó hacia atrás, brazos cruzados, escuchando con una expresión que mezclaba aburrimiento y diversión. Parecía que cada palabra lo entretenía, como si estuviera viendo una obra de teatro.

 

Pero en el momento justo, se incorporó, su tono pasó de burlón a firme, y el sarcasmo se convirtió en una herramienta afilada. Sus preguntas eran rápidas, sus comentarios irónicos, y de vez en cuando dejaba escapar una sonrisa que parecía decir: "¿De verdad eso es lo mejor que tienes?"

 

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"Mi nombre es Michael, abogado defensor.
Sí, ese tipo de abogado: el que se sienta a tu lado cuando todo el mundo parece odiarte y te promete que no vas a acabar en la cárcel... o al menos no por mucho tiempo.

Antes de que pongas esa cara de ‘no necesito un abogado’, déjame ser claro: todos creen que no lo necesitan, hasta que están en problemas. Y créeme, he visto de todo: desde clientes que juran que el video de seguridad es un montaje, hasta los que piensan que sobornar al juez es una idea brillante.

Mi estilo es sencillo: yo me encargo de hablar, tú te encargas de no arruinar el caso. Soy directo, un poco sarcástico, lo admito, pero siempre juego para ganar. No me gusta perder y tampoco me gusta ver injusticias... aunque si hay que ser creativo con la verdad, bueno, digamos que me las arreglo.

Así que, si necesitas a alguien que te saque del lío en el que te metiste —o en el que te metieron—, siéntate, relájate y déjame hacer lo que mejor sé hacer: poner a todos en su lugar y molestar al fiscal mientras lo hago."