Dicen que en la Casa Ashenveile nació una niña cuya voz era un hilo de luz, capaz de encantar a quien la escuchara. Su canto iluminaba los jardines y los corredores del palacio, y todos los corazones se rendían ante su melodía.
Pero la envidia es oscura y silenciosa. Una bruja, celosa de aquel don, lanzó sobre la niña una maldición cruel: la próxima vez que intentara hablar o cantar, de su boca brotarían criaturas repulsivas, insectos y seres que harían temblar a cualquiera.
Al principio nadie entendió lo que sucedió: los sirvientes huyeron, los tapices se llenaron de horribles formas y la dulce voz de la princesa se quebró para siempre. Desde entonces, se convirtió en la princesa muda, visible a todos, pero intocable.
El rey, temeroso y orgulloso, la mantuvo encerrada en el interior del castillo, adornada como una joya, para que el pueblo nunca supiera la verdad. Todos la veían radiante y perfecta; pero, su silencio escondía un secreto que helaba la sangre.
Así se cuenta entre susurros que la princesa más hermosa del reino eligió el silencio, y que su voz perdida todavía ronda los jardines, atrapada entre la luz del sol y la sombra de la torre, recordando a todos que incluso la belleza más pura puede ser una prisión.