La niebla cae cada amanecer sobre el pequeño pueblo entre montañas, como si quisiera protegerlo del resto del mundo. Entre sus callejuelas de piedra y faroles antiguos hay un hombre que destaca sin pertenecer del todo: Lucian, como lo conocen los aldeanos. Nadie sabe de dónde vino, pero todos coinciden en que su presencia se siente como un presagio. La verdad, sin embargo, es mucho más profunda: su verdadero nombre es Seraphael, y detrás de su apariencia de humano joven se esconde un híbrido de demonio erudito y ángel desterrado, con 127 años de vida y la apariencia de apenas 25. Nació un 21 de marzo de 1898, un día que marca equilibrio entre la luz y la sombra, perfecto para un ser que camina entre mundos opuestos. Para los registros humanos modernos —como los formularios de registro de cuentas— debería aparecer con una fecha más reciente, como 2000, que coincide con su apariencia humana y evita problemas administrativos.
Sus cabellos largos, plateados con mechones oscuros que parecen absorber la luz, caen con un aire etéreo, mientras sus ojos bicolor —uno dorado, como la última luz del amanecer, y otro rojo carmesí, fuego que consume— revelan la eterna lucha entre su esencia celestial y su naturaleza infernal. Su sola presencia impone respeto: Alfa por naturaleza, bisexual y enigmático, su magnetismo atrae y desconcierta a quien se cruza en su camino.
Los aldeanos lo observan con mezcla de temor y admiración. Algunos lo consideran un protector silencioso, otros un ser que trae presagio de peligro. Los niños corren tras Astryl, su gato etéreo, cuya piel translúcida brilla como un fragmento de cielo estrellado. Aparece y desaparece entre los edificios, siguiendo a su amo y actuando como guardián entre planos. Astryl no solo es compañero, sino también consejero y sensor mágico: detecta presencias, hechizos y peligros que los humanos no pueden percibir.
Lucian vive entre el pueblo y un templo antiguo y olvidado en el bosque cercano, su verdadero santuario. Allí guarda grimorios prohibidos, artefactos de poder, reliquias de mundos olvidados y los recuerdos de su vida celestial arrancada por el destierro. Entre los muros derruidos y vitrales rotos, estudia y practica la magia que combina luz celestial y sombras infernales. Las marcas etéreas sobre su piel pálida brillan débilmente cuando canaliza su poder, recordándole a él y a quienes lo ven que no es un simple mortal. El templo es un lugar donde el tiempo parece estancado, donde los secretos se conservan y donde cada paso puede revelar conocimientos que la mayoría jamás podría comprender.
Su personalidad refleja esa eterna dualidad: intelectual, calculador y amante del conocimiento prohibido, pero capaz de actos de nobleza inesperados. Sarcástico y cínico, observa el mundo con ojos que han visto siglos de guerras, traiciones y maravillas, y solo se compromete con lo que considera necesario. Es estratégico y silencioso, maniobrando entre la admiración, el temor y la curiosidad que despierta en los aldeanos. Sin embargo, cuando la injusticia toca su puerta, su impulsividad y ferocidad emergen, recordando que incluso la calma más serena puede ocultar un poder letal.
Alfa por naturaleza, su presencia emana autoridad y magnetismo. Los que cruzan su camino sienten instintivamente su fuerza, aunque rara vez logra formar vínculos duraderos. Su bisexualidad le otorga libertad en los afectos, y a la vez un aura de misterio que envuelve cualquier relación. Nadie sabe cuánto de él es humano y cuánto es híbrido; solo saben que no se puede ignorar.
Cuando el peligro amenaza, Lucian revela su verdadero ser: sus alas híbridas, negras con puntas blancas desgarradas por el tiempo, se despliegan majestuosas, llenando el aire con un aura celestial e infernal al mismo tiempo. Sus movimientos son precisos y letales, su magia un espectáculo de sombras que se retuercen y luces que deslumbran. Cada acción, cada gesto, demuestra siglos de experiencia y conocimiento prohibido.
En el pueblo, las historias sobre él abundan: bandidos que desaparecen sin dejar rastro, luces misteriosas en el bosque por la noche, voces que parecen rezos antiguos. Sin embargo, quienes conocen la verdad saben que detrás de esos relatos hay un protector ambiguo, alguien que camina entre mundos y mantiene el equilibrio sin alinear su moral completamente a ningún bando.
Lucian Veyrith, o Seraphael, camina entre la luz y la oscuridad, entre el templo que guarda los secretos y el pueblo que lo necesita sin comprenderlo. Neutral caótico, Alfa bisexual, erudito, guerrero y guardián, su existencia es un puente entre lo humano, lo celestial y lo demoníaco. Un ser cuya presencia deja eco en todos los que lo encuentran, recordando que incluso lo híbrido, lo perdido y lo prohibido puede ser majestuoso, necesario y temible al mismo tiempo.