Aquella noche Reena y Gaudy ya habían recorrido la ciudad en varias ocasiones de un extremo a otro. Parecía que ninguno de los dos tenía verdadera intención de regresar a la posada en la que el grupo se alojaba. Simplemente querían disfrutar de su tiempo a solas, y aquel tiempo se desvanecería cuando regresaran a la posada. 

Reena se sentó en uno de los bancos de la plaza central. Un banco ubicado frente a una fuente que parecía recrear el momento del nacimiento de una diosa. 

Reena elevó la mirada al cielo estrellado. Sentía que les envolvía una atmósfera emotiva y cercana, y no quería que esta se desvaneciera nunca.