La noche era fresca y silenciosa. Las luces tenues de la ciudad parpadeaban a lo lejos mientras Nico caminaba por una calle tranquila, sin un rumbo fijo. A veces necesitaba alejarse de todo para ordenar sus pensamientos, aunque últimamente, ni siquiera eso parecía funcionar.

Se sentía apagado. Inevitablemente, su mente volvía una y otra vez al mismo punto: su madre. No tenía recuerdos de ella, no podía tenerlos. Falleció el día en que él llegó al mundo. Y aunque todos siempre le decían que no fue su culpa, una parte de él —profunda, silenciosa, punzante— creía lo contrario.

Esa idea, absurda para muchos, se había quedado pegada a su piel como una marca invisible. Tal vez por eso nunca había celebrado su cumpleaños con verdadera alegría. Era difícil festejar cuando ese día, para él, también significaba pérdida.

Y luego estaba su padre. Duro. Exigente. Incapaz de ver más allá de lo que creía correcto. Su relación siempre había sido distante, marcada por silencios, órdenes y expectativas. Su padre jamás entendió por qué Nico eligió la fotografía en lugar del camino que él le había trazado con tanto rigor.

Pero había algo que Nico nunca le confesó: fue precisamente por él que descubrió ese amor por la imagen. Años atrás, cuando tenía apenas ocho o nueve, encontró una fotografía enmarcada en el despacho de su padre. Era su madre. Radiante, serena, hermosa. El retrato tenía algo que lo hipnotizó. Detrás del cristal, esa mujer que nunca conoció parecía estar viva por un instante. En el reverso del marco, leyó que había sido tomada por un fotógrafo profesional poco antes de que ella quedara embarazada.

Fue en ese momento que supo lo que quería hacer: capturar momentos que sobrevivieran al tiempo, que dieran testimonio de lo que el olvido siempre intenta borrar. Quizá, pensó entonces, si podía atrapar la belleza del mundo como lo hizo aquel fotógrafo con su madre, podría entender algo más de ella... o de sí mismo.

Esa noche, bajo el cielo cubierto de estrellas, Nico no buscaba respuestas. Solo necesitaba sentirse un poco más cerca de lo que había perdido, y de lo que aún le costaba construir.